Por Victoriano Martínez
Impacta que Manuel Barrera Guillén y José Luis Romero Calzada salgan a hablar de alianzas, incluso con Morena, para lograr la gubernatura en 2021.
Impacta por el grado de cinismo que exhiben, pero no debe sorprender por tratarse de esos personajes.
Se trata, de entre la fauna de malos políticos que se han apropiado de la administración pública, de los exponentes de tal desvergüenza descarada, que sólo basta revisar su paso por la LXI Legislatura para confirmarlo.
Es tal la desvergüenza descarada, que representa un foco rojo porque son la cara del cinismo de un grupo más amplio y, como tales, una especie de avanzada para medir la indiferencia ciudadana que tanto les favorece.
Tanto ellos como sus posibles aliados, especialmente los Gallardo, saben que no importa que hayan actuado mal o incurrido en los más impúdicos actos de corrupción para poder aspirar a otro cargo de elección popular.
Confían en que la gran mayoría de los electores no leerán, por ejemplo, las sentencias de los dos amparos, el que liberó a Ricardo Gallardo Cardona y el que mantienen aseguradas sus cuentas bancarias involucradas en el desvío de 209 millones de pesos cuando fue alcalde en Soledad de Graciano Sánchez, porque en ambos está descrito y acreditado el desvío de recursos en el que incurrió.
Confían, incluso, en que su clientela electoral, aun sabiendo eso y mucho más, no les regateará el voto porque prevalece la idea de que roban, pero nos dan.
Su confianza no es ciega. Se remite a las pruebas. Saben engañar y manipular a la gente. Y les ha funcionado.
Los Gallardo no son los únicos. Dos ex compañeros de Barrera Guillén y Romero Calzada en la anterior Legislatura pueden ser mencionados como otros ejemplos: Josefina Salazar Báez y Oscar Bautista Villegas, quienes están denunciados por falsear apoyos sociales con facturas apócrifas y, aun así, ganaron las elecciones para diputados federales de sus distritos.
Es probable que no todos los electores que vuelven a votar por este tipo de personajes estén informados sobre sus trapacerías y esa ignorancia sea aprovechada. Pero quien lo sabe o quien lo intuye, pero se justifica con el roban pero me dan, es su cómplice y convierte la boleta electoral en el instrumento de su complicidad.
Una complicidad, por ignorancia o por inconciencia, a la que esa fauna de malos políticos que se han apropiado de la administración pública se han acostumbrado y nuevamente pretenden utilizarla para encontrar la forma de no dejar de medrar del erario.
Una moneda de cambio con la que pretenden engatusar a Morena para que participe en su alianza ganadora, cuando no es más que una maniobra para montarse en el victorioso tren de la Cuarta Transformación.
Como advierte Alejandro Rubín de Celis, en su columna Transición, en estos tiempos de pragmatismo político, es algo que cae dentro de lo posible, por mucho que Sergio Serrano Soriano, dirigente local de Morena, diga que no lo permitirían.
Impacta que esos dos personajes anuncien que se trabaja esa alianza, pero no es de sorprender porque saben que, por un lado, impera la impunidad y, por el otro, tienen en la ignorancia e inconciencia de los electores a cómplices que los han mantenido ahí.