Antonio González Vázquez
Indignados, los diputados pusieron el grito en el cielo, se rasgaron las vestiduras, se sintieron ofendidos y se podría decir incluso, agraviados en su noble figura de representantes populares ocupados del todo en cuidar el interés público.
Ellos y ellas que desde sus curules se afanan día a día y minuto a minuto por servir desinteresadamente a la sociedad, entraron en pánico al enterarse de que en la Auditoría Superior del Estado se les pasó la mano en su fiesta de navidad donde se gastarían unos 743 mil pesos.
Habrán pensado los diputadas y diputadas ¿y quienes son esos de la ASE que se atreven a derrochar tales cantidades en tiempos de crisis? ¿Acaso no ven en nosotros un ejemplo de austeridad?
Ofendidos con justa razón porque otros burócratas saquean las arcas públicas a favor de los placeres de la fiesta y la gula, los justos legisladores tomaron ayer un acuerdo: investigar cómo fue que la ASE se gastó 743 mil pesos en su fiesta de navidad.
Ajá, cuanto afán justiciero.
¿Quién investigará a los diputados que en su celebración de navidad se gastaron 263 mil 53 pesos?
¿A quienes nombrará el Congreso para que investigue las fiestas de los diputados para definir si el gasto fue excesivo o justo?
¿A quién nombrará el Congreso para que investigue el gasto de 7 millones de pesos en dádivas entregadas en diciembre, buena parte de ellas dizque para comprar dulces y regalos para la navidad de potosinos pobres?
¿A quién designará el Congreso del Estado para que defina si ese tipo de ayudas es la nueva versión de los bonos piñateros?
Como siempre, los diputados viendo la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio.
¿No sería mejor enseñar con el ejemplo propio?
A la luz de los hechos no hay diferencia, el auditor Martínez gastó 743 mil pesos en la fiesta de navidad de su institución simple y sencillamente porque se sintió diputado y, debió decir, qué más da, nos lo merecemos.
