“Caperucita Roja” del nuevo milenio

Por Eduardo Delgado 

En un “paraje” de esta “selva urbana”, de concreto, asfalto, viviendas, comercios, edificios, avenidas, calles y más calles, en el jardín de San Francisco, a unos metros de la estatua de Juan de Jarro, una joven de 17 años da vida a la “Caperucita Roja” del nuevo milenio en San Luis Potosí, expuesta a la inseguridad.

María de Jesús Guerrero Olague tiene dos hermanas y dos hermanos, de los que el menor a ella estudia la secundaria. Por problemas familiares ella dejó la prepa y desde entonces trabaja, porque le gusta ser independiente y no quiere ser en una “carga” para su madre. También porque quiere juntar dinero para poder estudiar y convertirse un día en empresaria en el ramo de la repostería.

Es una “Caperucita Roja” a la que desde “muy, muy pequeña” le gusta cocinar; “desde que tengo memoria hacia el intento de hacerme mis desayunos”, dice con su canasta de sándwiches, que la semana pasada comenzó a vender frente a la Secretaría de Cultura, con un vestido similar al de la protagonista del cuento del escritor francés Charles Perrault.

El interés culinario lo heredó de su padre, a quien “le gustaba mucho cocinar”. Aparte su abuela, que en paz descanse, la alentaba a preparar alimentos. “A mí me gustaban sus comidas y ella me enseñó sus secretos”.

“Para que te sepa más rico ponle esto… haz esto… o si le pones esto… la cuestión es tener tus propias ideas y sacar de ti misma un sabor. No es tanto el paso a paso (de las recetas) sino el que te nazca y decidas cómo sazonar la comida”, le aconsejaba su abuela.

Ella se apasiona por los postres. Su favorito es un pastel helado de oreo, que lleva una base de galletas abajo y otra arriba, y en el centro helado de queso crema. “Le pusé algo de mí”, comentó.

La casita de la “Caperucita Roja” del nuevo milenio se localiza en al oriente de la “selva urbana”, donde un tiempo hacía y vendía carlotas pero “no salía mucho”, lamentó.

Un día, según el cuento, la Caperucita Roja fue enviada por su madre a llevarle comida a su abuelita, quien vivía en una casa en medio del campo. Esta vez “Mary Chuy” se asoció con una señora para emprender el que parece un negocio muy promisorio.

En medio de una “selva urbana” en la que acecha, un día sí y el otro también, la inseguridad. Como el lobo que engañó a Caperucita, en el cuento cuyo fin era prevenir a las niñas infundiéndoles desconfianza en desconocidos.

A la “Caperucita Roja” del nuevo milenio, dice, le gusta ser independiente y la venta de sándwiches no es un su primer trabajo. Antes atendió un negocio de alquiler de equipos de cómputo, donde aprovechaba el tiempo de ocio buscando recetas en internet.

“Cuando empezaba a hacer cupcakes mi vecino, que trabaja en una imprenta con el esposo de la que ahora es mi jefa, supo que ellos iban a ocupar a una persona que les ayudará a hacer cupcakes”.

El matrimonio rentó un local en la calle Melchor Ocampo para vender repostería, pero por problemas de salud de su hija cancelaron su plan.

Contaba “Caperucita Roja” mientras llega una señora: “¡Qué bonita te vestiste! Trae tus sándwiches más temprano; hay mucha gente en las oficinas. A media cuadra esta la Auditoría (Superior del Estado) y más adelante las oficinas del Congreso del Estado”, le comentó a manera de sugerencia.

Al Jardín San Francisco llega temprano, media hora antes de las ocho de la mañana, para cambiarse de ropa en la Secretaría de Cultura y esperar a su jefa, que pasa a dejarle la canasta con sándwiches para la venta.

A “Caperucita Roja” del nuevo milenio quiere estudiar gastronomía. “Ya había hablado con mi papá y él estaba dispuesto a pagarme mi carrera. Por eso me interesó este empleo. Dije: ‘Voy a trabajar y voy aprender algo que me gusta’.  

Cancelado el plan de venta de repostería se despidió de sus jefes. “Les dije que me gustaba ayudar, que entendía su problema, pero que yo quería salir adelante”, comentó.

La señora le dijo: “No quiero que te vayas. Tengo una idea. Quiero hacer algo, que seamos nada más tú y yo, sin depender de nadie. Te espero el lunes a mi casa”.

Aquel día “Mary Chuy” se trasladó a Quintas de la Hacienda, donde su ahora jefa le propuso: “Vi esto y creo que sería una muy buena idea hacerlo aquí, porque normalmente el sándwich en las tiendas te lo venden en 15 pesos, con tan solo una rebanada de jamón y queso, y son de días anteriores”.

Su deseo, le añadió, es ofrecer un producto del día y el que no se venda desecharlo para garantizar que sea “rico, barato, de calidad y saludable; que ninguna persona reclame porque algo le hizo daño”.

Al siguiente día ambas se fueron a ver productos de primera calidad y finos. “Que se vea que hacemos las cosas más naturales, sin conservadores”, para que, aparte de que sea un lonche rico y barato, sea saludable.

“Vamos a empezar en la Secretaría de Cultura”, le dijo la mujer a la jovencita. En esa dependencia la señora tiene conocidos y sabe que hay quienes no alcanzan a desayunar en sus casas.

“Les vamos a ofrecer algo práctico. Me gustaría que fuera con uniforme para que no te vean como cualquier persona y te veas con más presencia, y que hay alguien detrás de ti”, le explicó.

Enseguida le mostró el modelo del uniforme, similar al de la Caperucita Roja: Gorro con el frente de color rojo y el resto negro con puntos blancos. Igual el vestido, con delantal rojo, medias negras y zapatos rojos.

El pasado lunes 13 de marzo de 2017 compraron los insumos y al día siguiente la tela para la hechura de la indumentaria. “Mi mamá lo hizo. Se lo llevamos el martes por la tarde”. El miércoles 15 fue el primer día de ventas.

Ese día captó la atención de empleados de la Secretaría de Cultura y de transeúntes. La señora preparó los emparedados. El plan de las dos es contratar luego a otras jovencitas para, vestidas igual, mandarlas a vender a cada plaza.

  • ¿Tú qué expectativas tienes con este proyecto?
  • Más adelante poner mi propio negocio, para no depender de nadie.

En este caso la señora le dijo: “Vamos a ser un equipo; no la jefa y la empleada. Vamos a trabajar en sociedad. Proyectamos estar en varias plazas y esperamos tener mucho éxito”.

  • ¿Tu papá te iba a pagar el costo de la carrera de Gastronomía?
  • Hubo problemas con mis padres. Yo me fui con mi mamá y por lo tanto no tuve apoyo de mi papá. Con mi mamá tengo un hermano más chico que sigue estudiando y donde vivimos no hay mucha facilidad de las cosas.  Mi hermana la mayor está casada y la otra un poco mayor trabaja.

Dentro de diez años “Mary Chuy” espera tener un negocio propio. Ya sea familiar o asociada.

  • ¿Te ves aquí mismo?
  • No.  Hace mucho me nació la idea de tener un negocio de postres, pasteles y café.
  • ¿A corto plazo que quieres hacer?
  • Terminar la prepa, porque en cualquier trabajo te la piden como un mínimo de escolaridad. Más adelante, si no puedo estudiar, juntar dinero para poner un negocio.
  • ¿Te ves como empresaria?
  • Sí.
  • ¿Qué tus postres se vendan comercialmente?
  • Sí.
  • ¿Ya habías vendido en la calle?
  • Cuando vivía en un fraccionamiento que está enfrente del colegio Valladolid, como mi papá estuvo en Estados Unidos, mi mamá puso un negocio de gorditas y por la mañana vendía jugos. Tenía como ocho años y junto con una prima nos gustaba ir a las casas a tocar y ofrecer jugos; nos levantábamos como a las seis de la mañana para ir. Teníamos nuestros clientes diarios.
  • ¿No resultó penoso?
  • En ese entonces a mí me divertía mucho… una tía vendió comida un tiempo y nos gustaba ir a ofrecerla a las casas.

Sin embargo, pasado el tiempo, “empecé a hacerme muy penosa”. La propuesta de salir a la calle le representó un reto, “pero cuando la señora me dijo que sería salir a la calle yo dije: “Pues ya dije que sí y ni modo…hay que perder el miedo, la vergüenza…”.

“Aparte me pongo a pensar: ‘no estoy haciendo nada malo para que me dé vergüenza’; Al contrario estoy aprendiendo a hacer algo más y me gusto esta experiencia”.

  • ¿Y cómo ha sido esa experiencia?
  • Soy de las personas que me gusta sonreírle a la gente aunque no la conozca.
  • ¿Pero los potosinos no somos muy sociables?
  • Exactamente pero me ha tocado que la mayoría de la gente si me sonríe y otras que hasta voltean la cara. Pero pues bueno, el sol sale para todos.
  • ¿De tu vestido que te han dicho?
  • Que me veo muy linda. Un chico que pasó me dijo que me parecía a Caperucita Roja.

Y así fue como “Caperucita Roja” ha emprendido su aventura en esta “selva urbana”, al acecho de “lobos”, de la inseguridad diaria, con la firme convicción de que al transcurrir de los años podría construir una choza donde venderá deliciosos postres. Ella, “Mary Chuy”, es la prueba de que se debe enfrentar la vida como venga, siempre con una sonrisa y dispuesta vencer adversidades.

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