Por: Antonio González Vázquez.
Al llegar al onceavo mes de gobierno de Juan Manuel Carreras López, van más muertos que los días que lleva en el gobierno, mientras que en el gobierno municipal tampoco saben que hacer para detener la crecida de homicidios. En ese contexto sombrío, Astrolabio presenta la apretada crónica de muertes y ejecuciones que se inició desde el arranque de la administración estatal.
Muy de mañana, unos paisanos que caminaban con rumbo al ejido El Coco en el municipio de Tamuín, vieron entre la maleza algo extraño, creyeron que se trataba tal vez de un bulto de ropa o de un gran bolso de basura. Se acercaron y lo que vieron fue el cuerpo de un hombre con la cabeza destrozada. Era el 30 de julio cuando un hombre no identificado de unos 30 años de edad, fue arteramente ejecutado al recibir un disparo de arma de fuego a quemarropa en la sien izquierda. Junto al cuerpo, su asesino dejo un mensaje en una cartulina en la que advertía que nadie más en la zona podía vender drogas sin tener permiso para hacerlo. La policía acudió al lugar, levantaron el cuerpo, dieron fe del hecho y como es costumbre empezaron a investigar, pero su primer hallazgo tras una escrupulosa meditación fue que el hecho estaba visiblemente relacionado con la delincuencia organizada.
En el ejido San Marcos del municipio de Ríoverde, unos delincuentes entraron a una tienda a robar a plena luz del día y en esas estaban cuando Eduardo, un taxista de unos 46 años de edad entró al local y de pronto estaba de lleno en la escena de un asalto con todo y hombres armados que sin más, le dispararon para darle muerte y luego huir sin que la autoridad haya logrado abrir al menos una pista del asalto y del crimen. Eduardo recibió dos disparos en el abdomen el 29 de julio y lo hospitalizaron, pero un día después murió.
En el transcurso la madrugada del 31 de julio, entre las calles de Río Amazonas y Avenida de las Torres de la populosa y de suyo violenta, colonia Arbolitos, se enfrentaron dos pandillas de lo que resultó un muerto por disparo de arma de fuego que se llamaba David y tenía 35 años de edad. La policía resolvió que poco había que hacer en ese tipo de sucesos donde se involucran puros “desorientados”. Luego de la refriega y tras la partida de los policías, los cuates de David regresaron a la escena del crimen y le dejaron una veladora encendida.
Como a las once de la noche del primero de agosto en el barrio de Tlaxcala se escuchó el estruendo de una balacera y los vecinos se pudieron preguntar de qué se trataba, pero nadie supo nada sino hasta que al hospital general del ISSSTE llevaron el cuerpo herido de Arturo de 28 años de edad; había recibido un disparo de arma de fuego en el hombro izquierdo con trayectoria tal que le salió por el costado izquierdo. En el hospital lo recibieron pero de nada sirvió porque ya estaba muerto.
A eso de las seis de la mañana del dos de agosto a José Luis lo, mataron de un tiro en la cabeza. Ya tenía 35 años y murió con una botella de cerveza en la mano. Cuentan que en el cuartel militar de Ciudad Valles alguien escucho un disparo de arma de fuego, así que reportaron el hecho. Acto seguido, agentes de Seguridad Pública se dirigieron a la zona del cuartel y en una calle sin pavimentar y con basura en exceso se encontraron con el cuerpo en un charco de sangre. Para matizar el caso, la Procuraduría General de Justicia informó que el ejecutado había sido detenido previamente hasta en tres ocasiones por presuntos delitos relacionados con la delincuencia organizada. El sujeto no iba armado.
Oziel de 47 años de edad fue ejecutado en un camino del municipio de Tanquián. En su cuerpo había tres disparos calibre .22 en el abdomen y las costillas. Según el parte de la policía Ministerial, Oziel junto con un acompañante viajaban en un auto compacto color rojo del tipo Tsuru e iban hacia el municipio de Tampamolón, eran las tres de la tarde del 4 de agosto cuando desde otro vehículo les dispararon y se inició una persecución, luego Oziel que iba al volante salió de la carretera y al tomar un camino abandonaron la unidad para huir, pero eso no sirvió de mucho, pues en instantes lo alcanzaron y lo mataron. De su compañero que alcanzó a huir ya no se supo nada.
Iban por él y lo ejecutaron. Fue el cinco de agosto. Le decían “El Michell” y vendía carros usados en la calle de Juan del Jarro. Pasaba el día de manera normal y pasadas las cinco de la tarde llegaron a su negocio unos clientes, o al menos eso pensó él puesto que le llamaban por su apelativo, de modo que salió a atenderlos y lo que se encontró fue a un par de sujetos armados y encapuchados que le dispararon a quemarropa. Cuando llegaron los de la policía y el Ministerio Público levantaron casquillos de los tres proyectiles que mataron al Michel, se llevaron los casquillos porque aseguraron, serían elemento de prueba para que las autoridades logren el esclarecimiento del crimen.
Se llamaba Juan Antonio, tenía 33 años y lo asesinaron en la colonia Las Piedras cuyo historial violento es inmemorial. La policía recibió durante las primeras horas del día 7 de agosto una llamada en la que se alertó de que una camioneta negra y sin placas tipo Jeep estaba abandonada en la esquina de Hernán Cortes y Dolomita. Dijeron que dentro del vehículo había un cadáver. La policía se dirigió a ese lugar y en efecto, ahí estaba Juan Antonio, con un tiro en las costillas y su cuerpo sentado quedó inclinado por su lado derecho. La unidad tenía varios orificios de proyectil e incluso había piedras alrededor, lo que supuso a la policía que la víctima primero fue perseguida y luego le ejecutaron.
En San Luis Potosí nadie está a salvo y es posible que en cualquier momento se presenten unos sujetos armados y dispuestos a disparan y matar. Así le ocurrió al dueño de una tienda de abarrotes en Valle Dorado. Estaba por terminar la jornada de trabajo cuando entraron dos individuos bravucones que le exigieron la entrega de la venta del domingo siete de agosto. El tendero se negó y se aprestaba a hacerles frente para sacarlos de su negocio cuando le dispararon, el tiro le dio en la cabeza. Minutos después como ocurre a menudo, llegaron los de la policía pero solo a ver al muerto porque los agresores ya habían huido sin que nadie diera con ellos.
Corría la madrugada del 8 de agosto en la ciudad de Matehuala cuando un abogado de nombre, Alejandro Cervantes fue atacado por presuntos pandilleros que literalmente lo molieron a golpes. Dejaron su cuerpo abandonado en la colonia Rivas Guillén y cuando alguien se apiadó y lo trasladó al hospital ya era demasiado tarde. Lo asesinaron a sus 48 años de edad y eso es lo único que se supo puesto que la policía municipal, la estatal y la Ministerial ni por asomo se enteraron de lo sucedido.
A la hora en que la camarera del hotel 19 de marzo que a decir verdad es apenas un hotelucho en la calle San Luis en el centro de la ciudad, se encontró con el cuerpo de una joven. Luego se supo que se llamaba Cristina y fue asesinada a golpes. Eran las ocho de la mañana del 8 de agosto cuando se cometió un feminicidio más y es hora de que la presunta declaratoria de alerta de género no se ve ni de lejos. Hasta octubre o noviembre habrá una definición con la posibilidad de que se niegue esa declaratoria.
Se llamaba Misael pero le decían “El Pájaro” y lo mataron. Ya lo habían querido asesinar y lo balearon meses atrás, pero el 9 de agosto lo lograron. Su cuerpo fue abandonado en el interior de un automóvil de color rojo en un baldío cercano a la Privada de los Ángeles de la comunidad de Jassos perteneciente a la capital del estado. Al Pájaro, de 30 años de edad lo ataron de pies y manos, Le vendaron los ojos y luego lo golpearon y balearon. A lado del cuerpo, sus ejecutores dejaron una cartulina en la que avisan que “más chivatos” van a seguir cayendo.
Pedro Ricardo no se percató que la muerte le rondaba y que estaba ya a unos pasos de él. Charlaba amenamente con sus empleados que se dedicaban a dejar impecable una camioneta en el auto lavado y spa Car Wash. De hecho, Pedro Ricardo estaba por cerrar su negocio cuando un sujeto se paró frente a él y le disparó. Estaban por la dar las ocho de la noche del 9 de agosto en Ciudad Valles cuando Pedro Ricardo también conocido como “El Shunga” fue ejecutado. Su agresor, después de cumplir con su objetivo abandonó el auto lavado con parsimonia y tomó la calle caminando. Fiel a su hábito de simplificar los hechos de violencia, la Procuraduría General de Justicia reportó que “el occiso tenía antecedentes penales pues fue detenido por el delito de extorsión en 2014”.
Desde lejos se podía percibir el olor a muerte, la fetidez de a carne descompuesta, el extraño aroma que deja la sangre al secarse al paso de los días. El 12 de agosto, en un sendero que lleva al municipio de Cárdenas, unos vecinos de la comunidad de Santa Gertrudis se encontraron un automóvil abandonado. Se acercaron y aunque ya estaba por caer la noche vieron que en el interior había grandes y negruscas manchas de sangre, así que dieron aviso a la policía que, como ha de ser ante tal situación, se presentaron en el lugar y tras comprobar que todo olía muy mal, abrieron la cajuela del vehículo y apareció un encajuelado que en vida se llamó Rafael y tenía 29 años de edad y había denuncia por su desaparición desde cuatro días antes de haber sido localizado sin vida. Ya lo habían ejecutado cuando lo encontraron.
Exactamente a las once horas del 13 de agosto, fue localizado un cuerpo que sangraba abundantemente, lo cual no era para menos, pues le asestaron tres viajes con arma blanca en el vientre. Solo se supo que el acuchillado se llamaba Josafat y que tres sujetos al encontrarlo en la calle de Ahuizótl en la colonia Retornos, simple y llanamente lo atacaron para matarlo. La policía en uno de sus reportes, aseguró que se trató de una pugna entre delincuentes, lo cual está claro, no aclara nada.
En la esquina de Abasolo y Guadalupe Victoria en la zona centro del municipio de Ciudad Vales, a las seis de la mañana del 13 de agosto fue localizado el cuerpo de un desconocido. Presentaba signos de violencia, pero la policía no logró descifrar en el lugar de los hechos de qué había muerto el sujeto que estaba tirado en la acera, así que decidieron que fuera el forense el que determine qué le quitó la vida. Eso si, se dejo asentado, tenía la cara muy dañada por los golpes recibidos.
En el ejido Montecillos del municipio de Ciudad Valles, el silenció se quebró con el mortal sonido de las armas. Transcurría la calurosa tarde del 18 de agosto en la colonia Las Granjas cuando Gerardo y Ricardo fueron atacados por unos sujetos que viajaban en una camioneta. Estaban afuera de su casa en la calle de Yucatán, platicaban cuando fueron sorprendidos por la muerte. Ricardo quiso huir pero los sicarios fueron más rápidos y al final su cuerpo quedó tendido en un sendero entre las yerbas y la basura.
Adrián tenía 28 años de edad, eras policía en Soledad de Graciano Sánchez y fue ejecutado aproximadamente a las nueve de la noche el pasado 22 de agosto cuando iba a su casa. Había terminado en turno en la comandancia e iba a su casa, pero ya no llegó, lo ultimaron a tiros unos sujetos que lo iban persiguiendo por la zona del periférico; fue alcanzado en la colonia Cactus donde tenía su domicilio. El cuerpo abatido estaba entre la acera y la motocicleta donde se formó una gran mancha de sangre que luego fue cubierta con una sábana por vecinos que estaban muy asustados por lo ocurrido. Luego de los hechos, la Policía anunció que ya había iniciado las investigaciones del caso y que como resultado de tales indagatorias, se habían enterado de que a Adrián, le dispararon desde un vehículo en movimiento.
Y vamos hacia el 26 de septiembre rumbo al primer año de gobierno, ¿qué dirá entonces el gobernador?