Por Victoriano Martínez
Por si fuera poco, el mes de los cinco asesinatos de mujeres –dos de ellos en circunstancias que provocaron indignación social–, cierra con la actitud de un rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) que le resta importancia a la denuncia de estudiantes de la Facultad de Contaduría y Administración (FCA) que enfrentan profesores acosadores.
Antes de que comenzaran las clases en la FCA este viernes, los estudiantes colocaron una manta a la entrada de la Facultad con una acusación directa: “Director Carlos González, defensor de acosadores”.
El plantón incluyó otras mantas y consignas en el mismo tono, además de que los estudiantes elaboraron un documento que entregaron al Consejo Directivo Universitario.
Para el rector Manuel Fermín Villar Rubio, que hayan denunciado que hay profesores acosadores y que piden moches, no tiene mayor trascendencia porque se trata de “una diferencia entre un grupo de jóvenes y el director”
¿Qué tanto habrán enfrentado ya los estudiantes de la FCA, especialmente las mujeres, como para sentir la necesidad de organizarse, preparar varias mantas y exponerse en una manifestación que a todas luces trata de llamar la atención porque no lo han logrado de otra manera?
Movilizarse como lo hicieron no se da por generación espontánea. Tampoco por una simple diferencia con el director.
Llegar a un extremo como ese necesariamente tiene detrás una serie de agravios y reclamos no atendidos.
Una escalada de indignación que si no es correspondida con medidas que desactiven los casos que la provocan, abrirá una escalada de impunidad que puede dar paso a agresiones cada vez más graves en contra, principalmente, de las estudiantes.
En esta época de acciones positivas, cuya urgencia cada vez es mayor ante la situación de inseguridad que enfrentan las mujeres, una reacción como la de Villar Rubio desatiende no sólo los preceptos legales al respecto, sino convenciones internacionales de las que México es parte.
Como principal autoridad de la UASLP, Villar Rubio rinde poco honor a la considerada Máxima Casa de Estudios al adoptar una actitud poco ejemplar en tiempos en los que se necesita dar un mensaje a la sociedad que inhiba cualquier tipo de acoso que pudiera degenerar en violencia.
Una postura que si no atiende a los principios de las acciones positivas, favorece a las acciones negativas de profesores acosadores que se sentirán confiados de que no enfrentarán consecuencias por sus actos.