Entre la humillación y la dignidad perdida: el caso del PAN

Alejandro Rubín de Celis

Lo sucedido al interior del Partido Acción Nacional con la definición forzada de la fórmula al Senado por San Luis Potosí de la Coalición PAN-PRD-MC echó por la borda una larga tradición de un partido que otrora realizaba procesos de selección de candidatos razonablemente democráticos, que otros partidos ni siquiera consideraban poner en práctica.

Supuestamente todo estaba amarrado entre PAN y PRD hasta mediados de febrero para que en la primera posición de la fórmula al Senado fuese una mujer por el PRD y en la segunda posición un hombre por Acción Nacional. La sorpresa la dio el partido del sol azteca cuando su dirigencia estatal, el 18 de febrero, súbitamente dio a conocer que Ricardo Gallardo Cardona era su candidato al Senado, lo que generó molestia y confusión en el PAN potosino, cuya Comisión Permanente Estatal todavía reviró para asegurar que el candidato varón sería panista e irá en la segunda posición y que finalmente recayó ─tan sólo por unas horas─ en el diputado federal Marco Antonio Gama Basarte.   

Es falso como lo afirmaron dirigentes de Acción Nacional que el Convenio de Coalición firmado en diciembre pasado entre los partidos que integran la alianza Por México al Frente, establezca género en las posiciones al Senado. Simplemente refiere que la primera posición es para el PRD y la segunda para el PAN.

Lo que en principio pareció un madruguete del PRD y del Gallardismo al nombrar súbitamente a Gallardo Cardona como candidato al Senado ─al que primero había postulado como candidato a diputado federal por el segundo distrito─ fue una negociación al más alto nivel entre las cúpulas panista y perredista en el ámbito nacional, y el Gallardismo, que terminó por desplazar a Marco Antonio Gama y dejar para el PAN la segunda posición para una mujer, en un acto vergonzante que se dio a espaldas de buena parte del panismo local y de otros aspirantes al Senado que participaron en la contienda.     

No hubo el más mínimo respeto en el proceso interno de Acción Nacional para quienes contendieron por la candidatura al Senado como Alejandro “Boris” Lozano y Juan Pablo Escobar. Tampoco lo hubo para Marco Antonio Gama, pero él se prestó a la negociación con tal de sacar provecho y dejar a su hermana Laura como candidata a senadora en la segunda posición.

En medio de ese denigrante espectáculo, Xavier Azuara pidió licencia ─que para efectos prácticos es una renuncia─ a la dirigencia estatal del PAN para ir por una diputación federal plurinominal. En una claro acto de traición a sus correligionarios, Azuara, quien había dicho en más de una ocasión que no buscaría un cargo de elección popular, inesperadamente abandonó el barco para ser parte del botín repartido por las cúpulas partidistas.

El poder del Gallardismo y el presunto ofrecimiento de ese grupo político de asegurarle 300 mil votos a Ricardo Anaya para la Presidencia de la República, acabó por humillar a un panismo potosino del que ahora sólo quedan cenizas y que no tuvo el temple ni las agallas suficientes para hacer algo y evitar la imposición. La mayoría de los panistas prefirieron callar bajo el argumento de no hacerle más daño al partido; eso a cambio de su dignidad.

Históricamente, el  PAN había cuidado que sus candidatos se eligieran por procesos parcialmente democráticos, al menos. Aunque siempre las dirigencias ejercían influencia sobre los delegados que elegía a los candidatos, por tener mayor fuerza y control que otros grupos sobre la militancia, había elecciones internas y se guardaban las formas. Pero esta vez, el pragmatismo y los intereses particulares y de grupo quedaron al desnudo.

Una expresión de Alejandro “Boris” Lozano en su cuenta de Facebook sintetiza la indignante forma como el PAN cedió a las presiones del PRD y del Gallardismo y dejó a la deriva a la militancia panista de San Luis Potosí: “Considero humillante que el último día la dirigencia del PAN cedió nuevamente y le concedió al PRD cambiar el género de la fórmula sin tener el mínimo respeto por los panistas que nos registramos, y lo más importante, sin tener respeto por el valioso tiempo de todas aquellas personas que en el Comité Ejecutivo Nacional y en el Comité Directivo Estatal ayudaron en el proceso de precandidaturas. ¿De qué sirvió? Llegamos aquí por la absurda idea de que hay que cederlo todo con tal de ganar elecciones. ¿A qué costo? Después de ver estos actos yo les pregunto: ¿Para qué quieren ganar la elección verdaderamente?”.

Nada más falta que las dirigencias panistas -nacional y local- acepten apoyar la candidatura a la presidencia municipal de San Luis Potosí de Ricardo Gallardo Juárez ─como parte de la alianza Por México al Frente─, si es que todavía acepta contender por ese cargo y no decide, como lo ha advertido, dejar de buscar su reelección. Esa posibilidad no se ha descartado y a juzgar por lo que acaba de pasar en la fórmula para el Senado, también esto podría suceder.

¿Y qué harán los panistas resentidos después de la forma como han sido humillados?, ¿votarán por Ricardo Gallardo Cardona al Senado? ¿Y si su dignidad vuelve a ser pisoteada y las cúpulas partidistas imponen a Ricardo Gallardo Juárez como candidato a la alcaldía de la capital?, ¿votarán por su reelección?  

Sería de esperarse que una buena parte del panismo potosino acabe por rechazar en las urnas al Gallardismo -más cuando desde hace años han cuestionado su proceder en la administración pública-, aunque hipócritamente muchos les estarán levantando la mano a uno o a los dos perredistas durante la campaña.

Todo sea por el hueso… o aunque sea por la migaja.

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