La ética, el gran dilema en la era Trump

 

Estados Unidos (20 de enero de 2017).- A poco más de de cuatro calles de la Casa Blanca, sobre la Avenida Pensilvania de Washington D.C., el Hotel Trump aparece como un resplandeciente recordatorio de los conflictos de interés de Donald Trump, el nuevo Presidente de Estados Unidos.

Los problemas de ética que causan las inversiones del presidente Trump no tienen precedentes en ese país, y muchos, desde abogados constitucionalistas como Lawrence Tribe hasta el director de la Oficina de Ética del gobierno, Walter Shaub, cuestionan la actitud del nuevo gobernante.

Shaub señaló con franqueza que el presidente Trump debe despojarse de sus inversiones, en vez de simplemente “alejarse” como lo planteó en una conferencia de prensa. Pero Trump afirma que como mandatario está exento de conflictos de interés y sus aliados republicanos ahora acusan a Shaub de actuar con intenciones políticas partisanas.

El hecho, dice Norman Eisen, experto en ética gubernamental de la Institución Brookings, es que hasta ahora Trump “se ha quedado corto” en sus pasos para evitar problemas que pudieran interpretarse como de corrupción.

Una de las promesas de Trump como candidato fue “secar el pantano” de corrupción que él y sus partidarios ven en Washington criticaron. Pero de acuerdo con Charles Schumer, líder de la minoría demócrata en el Senado, Trump designó un “gabinete del pantano”.

Varios de ellos, incluso el presunto secretario de Comercio Wilbur Ross y el candidato secretario de Salud, Tom Price, “enfrentan el tipo de problemas que han torpedeado nominados de nivel de gabinete en el pasado, pero está lejos de ser probable que los elegidos por Trump cedan ante la presión política”, indicó Karen Tumulty en el diario The Washington Post.

El punto de Tumulty es simple. Los propios republicanos, en el pasado, destruyeron a nominados por problemas como contratar personal indocumentado, como lo hizo Ross, o impulsar leyes que los beneficiarían directamente en lo económico, como el diputado Price.

Trump+Hotel+Vandalism

Esta vez el ejemplo está a la cabeza.

Como empresario, Trump tiene inversiones en empresas que se verán reguladas por el gobierno que encabezará: lo mismo en compañías con intereses en la construcción de un oleoducto al que se oponen tribus indias que arrienda oficinas a empresas financieras en Wall Street que están bajo investigación de la Comisión de Valores del gobierno estadunidense o en decenas de empresas en otros países cuyos gobiernos enfrentarán la alternativa de enemistarse con el gobernante de la principal potencia mundial…

Y por supuesto, el nuevo Hotel Trump, establecido en lo que fue el Old Post Office, en el que fuera el edificio del Servicio Postal de Estados Unidos y luego un edificio de oficinas, el Hotel Trump fue inaugurado el 26 de octubre de 2016 y se convirtió en un súbito favorito de empresarios y diplomáticos visitantes deseosos de congraciarse con el nuevo Presidente.

Tanto que un reporte de la empresa Marketwatch consignó que el hotel incrementó sus precios en 927% para los días cercanos a la toma de posesión de Trump.

El hotel fue rodeado por la controversia aún antes de ser inaugurado en el acto al que asistieron el entonces candidato presidencial republicano Donald Trump, su actual esposa Melania, sus hijos Donald, Ivanka y Eric de su primer matrimonio; Tiffany del segundo y Barron, del último.

Por un lado, dos prominentes chefs se rehusaron a abrir restaurantes ya pactados debido a las expresiones antiimigrantes de Trump, y ambos casos se encuentran en medio de procesos judiciales.

Por otro, el que el hotel sea suyo coloca al Poder Ejecutivo en una situación complicada: según la ley, ningún funcionario público puede beneficiarse de negocios vinculados con edificios propiedad del gobierno, y el Old Post Office es propiedad gubernamental concesionada al Hotel Trump.

Paralelamente, no ha pagado millones de dólares a pequeños contratistas que hicieron trabajos en el hotel, según consigna la Radio Pública Nacional (NPR).

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Joseph J. Magnolia Inc. demandó judicialmente en diciembre por el pago de cuestiones de plomería y aire acondicionado por valor de 2.9 millones de dólares; AES Electrical Inc. afirmó que se le deben 2.07 millones por labores eléctricas y mecánicas; A&D Construction, una empresa hispana que hizo trabajos de carpintería como contratista, demandó el pago de 79 mil 700 dólares.

Pero las empresas Trump tienen una larga cauda de juicios de ese tipo, que con frecuencia usan para presionar a pequeñas compañías a aceptar fuertes descuentos en el cobro de su trabajo.

Con todo el Hotel Trump de Washington y sus secuelas son sólo una parte, y ni de lejos la mayor, de la sombra ética que acompaña al nuevo mandatario.

El 11 de enero el mandatario electo anunció un plan para distanciarse de sus empresas y evitar conflictos de interés, pero la presentación fue recibida con mucho escepticismo.

La buena intención “duró menos de 48 horas”, afirmó la revista estadunidenseThe Atlantic, que hizo notar que dos días después de anunciar los pasos para alejar conflictos planteados por su asociación con su imperio financiero, Trump se entrevistaba con uno de sus principales socios en los negocios de bienes raices, Steven Roth.

De acuerdo con The Wall Street Journal, Roth podría ser encargado de un consejo de constructores y desarrolladores de bienes raíces para supervisar planes de infraestructura que el propio mandatario electo cifró en un millón de millones de dólares.

Para un sector de la prensa estadunidense, cada vez más crítica de Trump, ese tipo de acciones dejan la impresión de que Trump, su familia y sus socios podrían beneficiarse personalmente del gobierno y sus programas.

La renuencia del empresario a divulgar su declaración de impuestos, contra los usos políticos estadunidenses aunque no contra la ley, tampoco ha ayudado a aclarar las situaciones.

El nuevo jefe de Estado estadunidense es el hombre más rico que haya llegado a la Presidencia estadunidense, con una fortuna valorada entre 4.5 mil y nueve mil millones de dólares. Pero una buena parte de ella se debe al uso de su nombre.

La marca “Trump” puede ser vista en ropa, campos de golf, filetes y agua o en hoteles y edificios. Y para él, de acuerdo al menos con personas que dicen conocerlo, resulta muy difícil separarse de lo que construyó.

La extensión de los conflictos de interés potenciales es desconocida.

De hecho, van lo mismo de sus tratos con el Deutsche Bank, que financió varios de sus proyectos, y con el que tiene una deuda estimada por la agencia Bloomberg en 300 millones de dólares, a empresas en al menos 20 países.

Y en ese sentido, la concesión de la marca, o sea el prestar su apellido a grandes proyectos como edificios fuera del país, es parte importante de su negocio.

Tan sólo las Torres Trump en Estambul, le dieron a ganar diez millones de dólares por el uso de su nombre. Y lo mismo ocurre en edificios que van de proyectos a realidades como en Buenos Aires, Jakarta Pune y Bombay (India) o Manila.

Fuente: Excélsior.

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