Por Victoriano Martínez
La participación ciudadana siempre ha existido, más allá del pago de contribuciones e impuestos, pero quienes llegan a los cargos públicos suelen mal interpretarla, llegarla a ver como competencia y, sobre todo, como parte de un discurso políticamente correcto cuya utilidad es ganar imagen antes que atender las demandas de la ciudadanía.
Gobiernos con enfoque ciudadano siempre han existido, sea por el impulso de la propia ciudadanía o porque nacieron con esa vocación como, por ejemplo, las tres administraciones navistas: de 1958 a 1961 y de 1982 a 1985 con Salvador Nava Martínez como alcalde, y la de 1988 a 1991, con Guillermo Pizzuto Zamanillo.
El impulso ciudadano es más notorio en poblados pequeños. Todavía existen experiencias en municipios de todo el país –incluidos algunos potosinos– en los que sus habitantes están habituados a un término que los hace relacionarse con sus vecinos, más allá de la convivencia diaria: faena.
La faena suele ser la aportación de una jornada laboral en acciones que tienen que ver con la preservación y el mantenimiento de infraestructura de uso común: limpieza y remozamiento de un panteón, arreglos y embellecimiento de jardines o campos deportivos, combate de incendios, etc.
Organizados por manzanas, donde aún se conserva esta práctica, en cada una es nombrado un manzanero, quien es el responsable de llevar el rol de participación en las faenas por parte de sus vecinos.
Las autoridades tienen en esta forma de organización un apoyo que, cuando no la ven como competencia, se convierte en una aliada que provoca una sinergia que potencia las obras de beneficio común, sobre todo si se agregan las obras patrocinadas por los clubes de paisanos que trabajan en los Estados Unidos.
Un esquema que bien podría ser útil para atender casos que requieren muchas manos, como la limpieza en la Presa San José, o el embellecimiento y mantenimiento de camellones y plazas públicas, o hasta el combate de incendios.
Los gobiernos navistas dieron ejemplos de trabajo en equipo con la ciudadanía en obras como la introducción del servicio de agua potable y otras similares, pero también de priorizar la participación ciudadana en la definición de las acciones a emprender.
Pizzuto Zamanillo lo describe como una forma de buscar darle su lugar a la sociedad, y entre las distintas anécdotas que se dieron en su administración, cuenta el caso de una comunidad en la Delegación de La Pila.
Su administración tuvo en un momento dado recursos adicionales que bien pidieron servir para introducir el agua potable en esa comunidad, con la condición de que sus habitantes contribuyeran con trabajo en la excavación de las zanjas. Así se previó desde el escritorio.
Los funcionarios acudieron a informar a la comunidad sobre los recursos con que se contaban e hicieron la propuesta sobre la red de agua potable. Para su sorpresa, los habitantes de la comunidad no estuvieron de acuerdo porque tenían otra prioridad en la que preferían que se invirtieran los recursos.
“Mire, el panteón al que llevamos a nuestros difuntos se encuentra del otro lado de la carretera (57)”, explicaron. “Cada que llevamos a uno de nuestros muertos, en el cruce de ida o de vuelta, no falta que un carro atropelle a alguien y entonces tenemos otro difuntito. Queremos un panteón en nuestra comunidad para ya no tener más muertos”.
La experiencia dejó en claro que la atención a las necesidades de la población no se define en los escritorios y que los habitantes de cada sector son quienes mejor conocen sus prioridades y, en consecuencia, representan la mejor guía para que las autoridades canalicen el erario a mejorar las condiciones de vida de toda la comunidad.
La obra pretendida por la administración de Ricardo Gallardo Juárez en Fray Diego de la Magdalena fue frustrada por la oposición de los habitantes de la zona. Señal inequívoca de una obra que –por los intereses o fines que hayan sido– ignoró a la sociedad y la obligó a movilizarse.
La movilización que exigió la defensa del patrimonio monumental y cultural de esa área enseñó a los colonos lo que pueden lograr unidos, así que se mantienen organizados, ya no sólo para impedir obras que los pueden afectar, sino para promover aquellas que son necesidades apremiantes y las que pueden contribuir al desarrollo de la zona.
Desde el pasado mes de noviembre, representantes del amplio sector que abarca la zona de El Saucito le presentaron al alcalde Xavier Nava Palacios un pliego petitorio en esa línea.
Han pasado seis meses y no han recibido una respuesta por parte del alcalde, quien –con esa omisión– contradice su discurso frecuente sobre participación ciudadana con expresiones como “sólo es posible mejorar cuando se logran sinergias positivas entre autoridades y ciudadanos” (tuit del pasado 26 de marzo).
Los habitantes de la zona de El Saucito tienen propuestas, tienen claras sus prioridades y están dispuestos a colaborar. ¿Qué más ingredientes requiere esa actitud de participación ciudadana? Simple: la voluntad de la autoridad.