Oswaldo Ríos
Uno de los más grandes secretos del arte culinario político es que todo es posible y cualquiera puede llegar a ser diputado, literal, cualquiera. Por esa razón, lo primero que tenemos que hacer es dejar de pensar que un platillo que en el pasado hizo el deleite de chicos y grandes no puede volver a ser preparado con ese nivel de perfección legislativa.
En la pasada Legislatura, los comensales potosinos pudimos degustar semana a semana del amplísimo repertorio de escándalos que se preparaba en ese carísimo y exclusivo restaurante llamado Congreso del Estado.
Es verdad que a muchos mexicanos esas bacanales parlamentarias les parecían intragables, pero a fuerza de pasar el bolo alimenticio sin respirar o quizás porque nos acostumbramos al pestilente olor de esa comida, o quizá porque los potosinos somos de paladar exótico, pero terminamos por habituarnos a devorar esas extravagantes creaciones gourmet que, para el resto del país, simple y sencillamente son bazofia con olor a mierda.
Cómo podríamos olvidar esos platillos que nos zampamos con singular alegría, que nos saciaron y que seguíamos engullendo hasta que nos daban ganas de vomitar. Así, en un lugar muy especial de nuestro estomago recordaremos esas viandas inolvidables:
Las ancas de rana de diputado potosino al estilo Alaska. El higadito encebollado con salsa del Partido Verde. Los tacos de lengua a la Mendizábal. Las quesadillas de sesos Mirandita. El estofado de ecuación corrupta. Los hot dogs Superbowl. El zacahuil Terán acompañado de verduras hidropónicas de dudosa procedencia. Los chilitos rellenos de fresa acompañados de agua de sandía. La botanita del trabajo a la casa sazonada a la belmariña. Croquetas de morena acompañadas de un plato de lentejas y tunas Cardonas. La hueva de caviar Mariano Niño. Las tostadas de pata a la Cochiloco. Las brochetas de cachete embarrado de sangre a la Tekmol. Pero entre ellos, el mejor de todos: el suculento Ratatouille a la Desfassiux.
Es cierto que #LordAutoridad ya dejó de ser diputado, pero, ¿cómo podríamos hacerle para preparar en esta nueva Legislatura un plato tan soberbio como el Ratatouille a la Desfassiux? No se preocupen, les aseguro que dentro de muy poco tiempo estaremos cocinando y disfrutando esa delicia culinaria. ¡Aquí la receta!
Primero, lo más importante es conseguir la materia prima: el Desfassiux. Ya sabemos que no hay, pero no caigan en pánico y utilicen el ingrediente más cercano y parecido que tengan a la mano. Por ejemplo, el Desfassiux que era tan típicamente gallardista y tan tradicional del Octavo Distrito, bien puede sustituirse por el Carrizales, producto igualmente cultivado en los huertos de la gallardía y tan octavodistrital como el que más.
Segundo, el Desfassiux solo pudo desplegar todo su potencial de escándalo y sabor, contando con la complicidad de los medios de comunicación que reproducían todos sus dislates, ocurrencias y exabruptos verbales como si de “información” se tratara. Comiencen a hacer lo mismo con el Carrizales, sean creativos caray. Por ejemplo, difundan sus traslados al Congreso para decir que es un potosino de a pie y común y corriente, tan común y corriente que utiliza guaruras armados pagados por los potosinos, pero por favor eso no lo cubran, se trata de preparar un platillo monstruoso, no de decir la verdad.
Tercero, la guarnición. Nunca perdamos de vista que Desfassiux logró ser ese genio de la prepotencia porque se le hizo creer que era una suerte de divinidad en la tierra y, por tanto, todo lo que decía era destacable y no se analizaba con las reglas del juicio razonable con que se juzga a todos los políticos. Por ejemplo, sería buena idea cubrir la bendición de unas oficinas públicas como si de una nota del TVyNovelas se tratara, pero por favor no reparen en el principio constitucional del laicismo, ni en la separación de Iglesia y Estado, pedir respeto por el republicanismo y los juramentos constitucionales podría ser de mal gusto, pero sobre todo clasista.
Cuarto, la presentación. A Desfassiux no se le calificaba por la calidad de su trabajo legislativo, ni por el cumplimiento de sus promesas de campaña, sino por sus desfiguros y frivolidades, por eso pudo pasarse los tres años de escándalo en escándalo sin proponer nunca alguna iniciativa medianamente viable, ni positiva para sus representados. Hagan lo mismo, promuevan intensos debates sobre los temas más absurdos que se pueda, por ejemplo, la forma de vestir del legislador, si va con playera y jeans o con sacos rosados es lo de menos, lo importante es nunca discutir o analizar su trabajo legislativo.
Y finalmente, cuando nuestro Ratatouille a la Desfassiux ya esté perfectamente cocinado, usémoslo para ejemplificar cómo pierde la cabeza y el piso un diputado abominable que llegó con buenas intenciones y en el camino se convirtió en todo aquello que siendo candidato juró destruir.
Nota final: recuerden que el Desfassiux es de preparación lenta, pero se echa a perder muy rápido. Por eso, una vez que su creación gastronómica se descomponga y se vuelva impresentable, recuerden deslindarse de haberlo preparado y échenle la culpa al restaurante, es decir, al Congreso del Estado. Total, la Legislatura que viene siempre es peor que la anterior.
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