Por Victoriano Martínez
El caso Mary Chuy no creó un solo precedente, sino dos: uno bueno y uno malo.
El primero corrió a cargo de María de Jesús Armendárez Prieto, Mary Chuy, y debe tomarse como ejemplo para que víctimas como ella levanten la voz y no desistan en la búsqueda de justicia.
“Estoy creando el precedente para que las compañeras empiecen a levantar la voz y que no tengan miedo, aunque sea un sindicato o un funcionario, que denuncien porque ya salió lo mío”, expresó.
Tiene razón. El que persevera alcanza… así tenga que enfrentar por seis años una constante violencia institucional, como ella lo hizo.
La sanción al acosador y abusador sexual de Mary Chuy llegó hasta seis años después.
Juan Martín Gatica Izaguirre finalmente fue sentenciado por tres años y seis meses. Ya no es presunto. La Quinta Sala del Poder Judicial del Estado y el Tribunal Colegiado en Materia Penal ya emitieron la sentencia: es culpable.
Atrás quedó la protección que el Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Estado le dio a Gatica Izaguirre. También el peregrinar de Mary Chuy por distintas dependencias como represalia por su atrevimiento de exigir justicia.
Quedó atrás la forma en que le gritoneó el gobernador Juan Manuel Carreras López. También la insensibilidad de una Comisión Estatal Ejecutiva de Atención a Víctimas, que entre sus burócratas hay algunos que se avergüenzan de trabajar ahí por la grotesca forma en que re victimizan a quienes buscan apoyo en esa institución.
Quedaron atrás las recomendaciones ya emitidas por las comisiones de Derechos Humanos nacional y estatal, pero no pueden quedarse atrás las que aún se encuentran en trámite.
Como tampoco pueden quedarse atrás las medidas cautelares de protección a Mary Chuy porque, como ella misma prevé, las represalias continuarán.
Lo que queda atrás y lo que viene por parte de quienes provocaron que la justicia llegara seis años después es el precedente malo.
Para lograr justicia hay que luchar por largo tiempo, hay que soportar la violencia institucional y todavía después de que se logre que los órganos jurisdiccionales le den la razón, la víctima tiene que estar preparadas para una prolongación de las represalias institucionales.
Un precedente malo que debería ser evaluado con mayor rigor, tanto por las instancias de Derechos Humanos como por las del Poder Judicial, para que no quede todo en recomendar medidas, que nunca se toman, para evitar su repetición.
La perseverancia de Maru Chuy es el ejemplo que vale seguir.
La indolencia, la complicidad, la agresividad institucional y la obstrucción de la justicia por parte de dos gobernadores, el sindicato mayoritario y la alta burocracia a su servicio son el mal ejemplo que no sólo tendría que combatir cada víctima en su batalla personal, sino la sociedad entera porque cualquiera de sus integrantes vive hoy el riesgo de un día convertirse en víctima.