Violencia y muerte no ceden… aunque el gobierno diga lo contrario

 

Por: Antonio González Vázquez.

 

La cajuela de un auto de color blanco de la lujosa marca Alemana  AUDI, aguardaba una desagradable sorpresa para quien se aventurara a acercarse a investigar qué hacía un vehículo de ese tipo abandonado a un lado de la carretera. Corría la madrugada del 27 de noviembre cuando la policía fue enterada de que justo a la entrada al fraccionamiento Real del Potosí estaba un AUDI con los vidrios de las puertas delanteras rotos. La policía acudió al lugar y luego de realizar una primera inspección en el interior del coche, se dieron cuenta de que la cajuela estaba semiabierta, lo cual llamó su atención y al abrirla lo primero que vieron fue el cadáver de un hombre, de espaldas y con las piernas dobladas porque no cabía en ese estrecho espacio. Su cuerpo presentaba señales de tortura pues así lo dejaban ver las múltiples manchas de sangre en su ropa. El cadáver no fue identificado.

En un camino a la comunidad de Peñasco murió Miguel Ángel Pérez, agente de la Policía Municipal de San Luis Potosí. Su cuerpo quedo tendido en el camino, murió postrado por uno de sus costados. El agente había llegado a la zona en la patrulla número 3030. Iba junto con su compañero Pedro Briones. El sábado 27 de noviembre aproximadamente a las 22:30 horas, les habían ordenado investigar una denuncia acerca de la presencia de hombres y vehículos extraños, pero en cuanto llegaron fueron recibidos a tiros. El policía Pérez murió a eso de las once de la noche  y su compañero, el policía Briones esta muy mal herido: le ingreso un proyectil cerca de la yugular.

 

En la mañana fría y nublada del 30 de noviembre, en un camino que divide en dos un predio abandonado que conduce al fraccionamiento Industrias, fue arrojado el cuerpo de un hombre ejecutado. Ahí quedo tirado, junto entre la basura y los yerbajos, Nadie se habría percatado de su silenciosa muerte a no ser que por ahí pasó una patrulla de la Policía Estatal. El ejecutado y vejado al ser abandonado a la intemperie en un lugar cualquiera, no fue identificado.

 

La comunidad de Buenavista es una parte del altiplano que muestra claramente la aridez que caracteriza a la región del semidesierto potosino. En una zona conocida como El Cañón, fue localizado el cadáver de un hombre de unos 25 años de edad. Para intentar aclarar el caso, la policía afirmó que se trataba del cuerpo de un joven desaparecido que enfrentaba severos problemas depresivos.

 

En un predio cercano a la zona industrial la policía ubicó el cuerpo inerte de un hombre ejecutado: estaba maniatado de pies y manos, presentaba heridas de proyectil de arma de fuego y todo hacía indicar que quienes lo asesinaron, decidieron arrojarlo en ese paraje poco frecuentado a pocas distancia de la avenida Salk. No es la primera vez que tiran ahí cuerpos sin vida cerca de la empresa Bachoco,  a alguien le gusta llevarlos ahí desde hace años. La policía estimó que el sujeto no identificado tendría entre 33 y 36 años de edad y se asentó que el cadáver debió permanecer en el lugar por un buen tiempo puesto que el proceso de descomposición estaba ya algo avanzado.

 

Por la noche en una calle oscura de la colonia, Raúl encontró la muerte. Regresaba del trabajo a su casa cuando fue atacado, lo tiraron al suelo y lo ataron de pies y manos para luego amordazarlo con un paliacate rojo; enseguida, sus agresores empezaron a golpearlo salvajemente hasta ocasionarle la muerte. De hecho, el cálculo del médico legista al ver el cuerpo en el lugar de los hechos, es que a Raúl de 33 años, lo habían matado a golpes.

 

David celebraba a la virgen de Guadalupe, pero no en el santuario sino en un baile en la San Luis Rey y eso le costó la vida. Se fueron los últimos minutos del 12 de diciembre y a decenas de jóvenes que bailaban en un domicilio de la calle de Laguna de Mayrán eso no les importó, pues bailaban hartos de alegría por la guadalupana y no parecían dispuestos a terminar la fiesta. David y su novia salieron del baile porque pues tenía ganar de ir al baño y adentro estaban ocupados. Se dirigían al  Río Españita cuando se pronto, un par de sujetos se acercaron y le dieron dos tiros en la cabeza. El cuerpo de David en un charco de sangre quedó inmóvil a unos metros del lugar del baile, donde por causas de fuerza mayor, decidieron dar por terminada la fiesta.

 

La Dulce Grande es una comunidad del municipio de Villa de Ramos donde producen frijol y también tomates y también chile. El lunes 14 de diciembre en el camino principal a la comunidad la gente entró en pánico: vieron arder una camioneta y se percataron de un olor muy extraño. Llamaron a la policía y cuando se apagó el fuego, lo que encontraron en el interior de la unidad fue de miedo: dos cuerpos decapitados a medio calcinar. No encontraron las cabezas ni en la camioneta ni cerca del lugar, lo que hizo suponer a los elementos de los Servicios de Criminalística de la Procuraduría General de Justicia que a la Dulce Grande fueron a intentar desaparecer a los ejecutados.

 

En la Yerbería “La Santa Muerte” una mujer encontró la muerte. La ejecutaron de cinco balazos, tres de ellos, en el rostro. Hacía apenas unos meses, la mujer había abierto su negocio en la colonia Valle de San Isidro del municipio de Soledad de Graciano Sánchez. Además de vender yerbas con presuntos poderes curativos, era devota de la Santa Muerte, tan es así que así bautizó su yerbería.  Como suele ocurrir, la policía no tenía la menor idea de quién o quiénes habrían ejecutado a la mujer ni tampoco cuál habría sido el móvil del crimen ocurrido la noche del 18 de diciembre.

 

Por la Cuesta de los Cochinos, en la carretera San Luis-Guadalajara, llamó la atención un automóvil que parecía haber chocado contra un talud junto a la carretera, pero más extrañeza causó cuando se confirmó que el auto estaba intocado, ni un rasguño tenía, cual fue la sorpresa que en su interior, el conductor descasaba la cabeza sobre el volante y de la frente le escurría un interminable hilillo de sangre. Alguien lo había ejecutado de un solo tiro. Cuando la policía llegó al lugar de los hechos, admitieron que no había ninguna hipótesis o línea de investigación, además de que el cuerpo no había sido identificado. La única certeza que había es que fue ejecutado en ese lugar a eso de las ocho de la noche del 20 de diciembre.

 

Del 21 al 23 de diciembre, los reos de la Penitenciaría de La Pila se amotinaron e incluso se apoderaron de torres de vigilancia. Durante 72 horas hubo reyertas constantes de las que resultaron al menos una docena de heridos. La crisis carcelaria no cedió hasta que el director del reclusorio, Francisco Reyes García. También quemaron colchones y materiales que sustrajeron de la destrucción de dormitorios. Por cierto, el gobernador Juan Manuel Carreras minimizó el amotinamiento pues a su ver, eso sucede en todas las cárceles del país.

 

En víspera de la navidad, unos jornaleros se encontraron en un predio del ejido llamado Los Huastecos en el municipio de Tamuín, dos cuerpos de hombres que al menos tenían una semana abandonados tras haber sido ejecutados. Llamaron a la policía por lo que se presentaron elementos de la Dirección General de Seguridad Pública quienes a simple vista, reconocieron que en ambos cuerpos existían heridas provocadas por arma de fuego, aunque al parecer, antes de ejecutarlos, los degollaron. Parecía un 24 de diciembre tranquilo, pero no lo fue.

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