Nunca es tarde para experimentar, para vivir aspectos eternos como el amor, el placer, el descubrir nuevos sabores, sensaciones y lugares. No hay edad para ser feliz al máximo de nuestros sentidos y posibilidades. Ahora bien, si algo deberíamos tener claro es que vivir es experimentar, y cuanto más llena esté nuestra “mochila” interior, llegaremos a la vejez de un modo más pleno, íntegro y feliz.
Habremos adquirido una gran sabiduría con la cual seguir caminando, orgullosos por todo lo aprendido, pero siempre con ganas de más. Por ello, deberíamos tener en cuenta que hay una serie de dimensiones que vale la pena vivir en piel propia antes de que las arrugas lleguen a nuestro rostro. Son aspectos que aportan riqueza, seguridad y sobre todo, esa sabiduría que toda persona necesita comprender.
¡Descúbrelos!
Enamorarte… Y que te rompan el corazón.
¿Por qué deben romperme el corazón?, has de preguntarte. Pues bien, en primer lugar, debemos saber que no hay nada tan intenso y gratificante como enamorarse y ser correspondido. Es algo que todos deberíamos vivir a cualquier edad. Y cuánto antes lo experimentes, mucho mejor.
Ahora bien, el desamor, el sentir el rechazo, el abandono o el dolor de percibir cómo se apaga la llama, nos ofrece un tipo de aprendizaje emocional que nunca se olvida. El modo en que lo superes dirá mucho de ti. Si lo afrontas con resentimiento y odio, no avanzas. Si lo asumes y entiendes que la vida es simplemente, experimentar, pasar página e iniciar otras relaciones, llegarás a la madurez de una forma más sabia.
Viajar solo, vivir solo.
La idea de vivir solo e iniciar un viaje en soledad no viene más que a darnos un ejemplo de lo que sería salir de nuestra zona de confort. Hay quien ni siquiera se atreve a ir al cine solo, tomar un avión solo… Es una mezcla de indecisión, es estar acostumbrado a estar rodeado de amigos, familia y pensar que no es necesario alejarnos de esos vínculos y esos escenarios que, de algún modo nos hacen la vida fácil y agradable.
Vivir solo, aunque sea por una temporada, es estar con uno mismo para valernos por nuestros esfuerzos. Nos enseña a ser responsables, maduros y autónomos. Viajar solo también es una experiencia enriquecedora que vale la pena hacer alguna vez antes de envejecer. Es dejar a un lado todo lo que nos es conocido para “abrirnos” a lo que venga, a otras experiencias.
Encontrar aquello que de verdad te apasiona.
No importa que sea “una cosa”, “una afición”, o incluso “una persona”. Es común que durante muchos años sintamos que no encontramos nuestro lugar en el mundo. Tienes un trabajo, una vida… pero te falta algo.
Hay quien se va de este mundo sin haber descubierto o encontrado eso que de verdad le apasiona, lo cual es una lástima. Vale la pena mantener el corazón abierto, la mente despierta y experimentar, vivir muchas cosas, buscar, no cerrarte a nada. Y eso, es algo que vale la pena encontrar en nuestra juventud para poder disfrutar de lo que nos apasiona durante mucho tiempo.
Tal vez sea la música, la pintura, puede que quedes fascinado por un país y se convierta en la razón de tu vida… Vale la pena buscarlo.
Haber burlado tus miedos: llevar tus emociones al límite.
Puede que ahora mismo más de alguno diga aquella típica frase de “yo no tengo miedo a nada”. En realidad, es posible que no los conozcas porque no se ha dado la situación adecuada. Una vez más, recordamos aquello de “salir de la zona de confort”, de acumular el máximo de vivencias posibles para aprender lo diverso que es el mundo, lo apasionantes que somos los seres humanos, la riqueza que alberga la naturaleza, los animales…
Ponte objetivos diarios, lucha por ellos, viaja, experimenta alturas, profundidades, disfruta de tormentas, de días de calma, piérdete en un país extranjero del que no conozcas el idioma y conoce personas de todas partes, con todos los puntos de vista posible. Pocas cosas pueden ser tan enriquecedoras y pocas cosas te dejarán tantos recuerdos a los que volver en tus días de madurez avanzada.
