Martín Faz Mora
No corren tiempos venturosos -¿alguna vez han corrido?- para la aspiración emancipadora de los derechos humanos manifestada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que cumple setenta años de haber sido proclamada.
Entonces, luego de los horrores y la barbarie de la Segunda Guerra Mundial y el genocidio provocado por los nazis, su proclamación se sugería como una promesa de futuro que no les repitiera nunca más. Hoy a setenta años de su declaración aquél optimismo inicial ha menguado sin duda y sus potencialidades han resultado obstaculizadas por diversas condiciones históricas de las sociedades y los Estados a través de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del presente siglo.
Es vasto el cúmulo de contradicciones entre la promesa emancipadora de los derechos humanos y las lacerantes realidades de pobreza, desigualdad y violencia a lo largo y ancho del planeta que no solo no disminuyen sino aumentan.
Hoy día se observa, entre otras, una creciente contradicción entre el notorio y fructífero desarrollo discursivo y normativo del proyecto de los derechos humanos y su situación práctica de crecientes vulneración, irrespeto y manipulación.
Y sin embargo, el paradigma de los derechos humanos, se mueve. Así, puede afirmarse que, hoy día, los derechos humanos se han instalado como un referente necesario para entender la democratización de las sociedades así como también las formas en que son planteadas la gran mayoría de las demandas de las personas en lo particular y de los movimientos sociales, y la lucha por el reconocimiento y expansión de los derechos impulsan, aquí y allá, procesos de movilización social.
En general, actualmente no hay demanda individual o colectiva que no se plantee en lenguaje de derechos, incluso algunas demandas nada emancipadoras y hasta restrictivas de los derechos de terceros. Este manoseo del concepto también ha generado que los derechos humanos sean objeto de instrumentalizaciones políticas, manipulaciones legitimatorias, así como de un uso banal y hasta vulgarizador que les resta eficacia y potencialidades emancipatorias. Cada vez es más usual que sectores que buscan limitar y hasta arrebatar derechos de otros, particularmente de las minorías, desde los conservadurismos atenuados hasta los abiertamente xenofóbicos, homofóbicos y otras formas de odio e intolerancia, enarbolen el discurso de los derechos para limitar lo de los otros.
Ante tal instrumentalización de los derechos habrá que insistir siempre en la fundamental pretensión del concepto de derechos humanos a través de la historia: su carácter emancipatorio, en tanto resistencia al abuso de poder, reivindicación de las libertades y la regulación garantista por parte del Estado.
La intención política del paradigma de los derechos humanos consiste en buscar la instauración de acontecimientos políticos y sociales, que signifiquen la irrupción de exigencias de reconocimiento de derechos que modifiquen las prevalecientes correlaciones de fuerza y dominio de un determinado momento histórico.
Esas aspiraciones siguen vigentes a setenta años de la formal proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de la Organización de las Naciones Unidas, más allá de que el entonces naciente orden de la postguerra haya desaparecido del todo y, en su momento, constriñera incluso a la propia Declaración Universal.
Siempre, desde su nacimiento conceptual en la modernidad occidental con las revoluciones francesa y norteamericana, los derechos humanos han sido resultado tanto de la lucha de las personas individuales, de las sociedades y los pueblos que se han movilizado por lo que consideraron en su momento relevante para su vida y existencia. No hay derechos sin su previa exigencia combativa.
Hoy día, los derechos humanos siguen constituyendo un campo de lucha. Se trata ahora de la lucha por apropiarse de sus significados y su interpretación. Es una empresa por la que luchan los movimientos sociales, tanto los emancipadores como los conservadores en todas sus gamas, así como los estados y los intereses empresariales transnacionales. Los desenlaces de tal lucha determinarán, en buena medida, el futuro de los derechos humanos.
Concluyo con lo señalado por la filósofa e historiadora Lynn Hunt, en su libro “La invención de los derechos humanos” (2009) quien señala que el contenido y la posibilidad de los derechos “puede negarse, suprimirse o simplemente continuar sin cumplirse, pero no muere”.
Twitter: @MartinFazMora
http://martinfazmora.wixsite.com/misitio
Postdata: Aquí puede consultarse la declaración de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet con ocasión del 70 aniversario de la DUDH, así como los eventos y campañas vinculadas al aniversario.