Marcela del Muro
“No fue suicidio, fue feminicidio”, coreaban más de 200 mujeres que marcharon por el bulevar México-Laredo, en Ciudad Valles, el pasado 8 de marzo durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
Mujeres huastecas de todas las edades: mujeres con sus hijas e hijos en brazos o caminando tomados de la mano, nietas con sus abuelas, adolescentes, universitarias, mujeres trabajadoras. Todas ocupando la ancha avenida: brincando, cantando y exigiendo justicia en una sola voz.
“¡Yulissa, aquí está tu manada!”, retumbó la primera consigna de apoyo por el feminicidio de la empresaria vallense Yulissa García Ochoa, encontrada en su departamento, la mañana del 5 de septiembre de 2021, con un disparo en la cabeza.
“¡Yulissa, escucha, tu familia está en la lucha!”, la señora Cecilia caminaba entre el contingente, respaldada por las cientos de mujeres que pedían justicia por la muerte de su hija que tenía 24 años.
Cecilia dice que desde que murió su hija “le han surgido miles de preguntas”, pero ninguna ha sido contestada. Aunque la investigación sigue en curso, las autoridades sostienen que su hija se suicidó, pero esa hipótesis no explica porqué la cara de Yuli no sufrió daño tras un disparo a una distancia tan cercana, porqué se encontraron dos casquillos o porqué las piernas y brazos de la joven tenían moretones y sus uñas postizas estaban arrancadas.
Yulissa era una mujer fuerte y exitosa. Tenía dos boutiques de ropa americana en Ciudad Valles y había programado viajar a Estados Unidos a finales de septiembre de 2021.
Cecilia menciona que su hija había cambiado mucho desde que comenzó su relación con el que, para ella, es el culpable del asesinato. “Tenían poco, calculo que menos de un año”, ella se daba cuenta que su hija era menos alegre y piensa que estaba envuelta en una relación violenta y abusiva, aunque Yuli nunca le comentó nada.
“¡Y tiemblen! ¡Y tiemblen! ¡Y tiemblen los machistas! ¡Las calles de la huasteca serán todas feministas!”, una marea violeta de mujeres se apropió de las calles, mientras la población las observaba desde los locales comerciales, las banquetas y los autos. Algunos carros tocaban el claxon en señal de apoyo.
La marcha fue organizada por la colectiva feminista Aquelarre Valles, conformada por Isa, Grecia, Renata y Cata, todas mujeres universitarias. La primera manifestación feminista en Ciudad Valles y en toda la zona Huasteca fue convocada por ellas hace dos años, el 8 de marzo de 2020. Ellas han visto cómo el movimiento feminista ha crecido en toda la zona.
“Estamos bien contentas. Nos da mucho gusto decir que dos años después hay movimientos en San Vicente, en Tancanhuitz y en Tanlajas. Movimientos que nos escribieron y nos dijeron que gracias a venir aquí se animaron a organizar los propios. No hay palabras para expresar lo que sentimos”, dice Isa.
Pero no ha sido fácil. Grecia comenta que la Huasteca “es una región que todavía tiene una cultura machista muy arraigada”, y el agruparse ha provocado molestia, burlas e incluso agresiones.
“De un año para acá hemos visto una respuesta más empática y sincera”, piensa Renata.
Al frente del contingente y llevando una cartulina que decía: “Seríamos más, pero mi mamá no puede luchar desde su tumba”, se encontraba Helena Alviso, su tía y su abuelita Helen, quien llevaba un cartel: “Por mi hija víctima de feminicidio. Flora Cecilia Salas Alviso“.
“Estoy aquí para que el nombre de mi mamá no quede en el olvido”, dice Helena, quien es una orgullosa feminista que impulsa a sus amigas y conocidas para “que no se callen si sufren violencia, debemos demostrarles que no tenemos miedo”.
La señora Helen dice que el error de Flora fue amar y creer en un hombre malo que terminó con la vida de su hija. “A las muchachas: no se crean de todo lo que dicen los hombres, no se crean de cualquier persona”.
“Aunque una [como madre] está al pendiente de ellas, cuando un hombre malo las embauca, no hay poder humano para salvarlas“, piensa la señora Helen.
Helena fue criada por sus abuelitos maternos y creía que su mamá era su hermana. A Flora la recuerda como una mujer feliz, cariñosa y con ilusiones, que fue asesinada cuando ella tenía 5 años. Helena siempre pensó que Flora había muerto por un dolor de cabeza.
Conforme Helena fue creciendo, descubrió que su mamá era Flora y que había una denuncia penal contra un hombre, su padre biológico, por el asesinato de su madre en 2008.
“Justicia no hay”, dice la señora Helen.
“En el caso de mi mamá, le dieron un año de cárcel a esa persona. Sabemos que merecía más, pero cuando se tiene dinero todo se puede. Y ahora es un carpetazo más”, comentó Helena.
“¿Qué pasa con esas personas [que dejan libres]?” se pregunta la tía de Helena. “Que les permiten hacer más daño. Si ya lo hicieron una vez, lo volverán a hacer otra vez. Por eso es importante que las mujeres no crean”.
El contingente de mujeres huastecas regresó al punto de partida, la Glorieta Hidalgo.
En la explanada la alegría se desbordaba mientras saltaban y cantaban: “El que no brinque es macho. El que no brinque es macho”.
“Hoy a las mujeres nos quitaron la calma. Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”, se escucharon los primeros acordes de Canción sin miedo, de Vivir Quintana. “Que caiga con fuerza el feminicida. Y retiemble su centro la tierra, al sororo rugir del amor”.
La marea morada inundó la glorieta y se convirtió en un espacio seguro para todas las mujeres. Se convirtió en un espacio de confianza, donde varias contaron sus testimonios de violencia y fueron abrazadas por decenas de mujeres. “No estás sola”, se escuchaba frecuentemente.
El movimiento feminista en la región huasteca va creciendo día con día. “Lo más difícil es pensarse y reconstruirse, pero no tengan miedo. Acérquense”, dijo Grecia. “Sean muy pacientes con ustedes mismas porque [el feminismo] es trabajo de todos los días”, agregó Renata.
“Si pudiera decirle algo a la Isa de hace 10 años, le diría que aprendiera a amarse a ella misma, que no tuviera miedo y que se acercara a quien estuviera en el movimiento feminista lo antes que pudiera”, concluyó Isa.