María Ruiz
El feminismo de barrio se hizo presente, como una acción social que descentralizó el movimiento de mujeres de la capital, hasta llevarlas al corazón del Barrio de Tlaxcala.
Este miércoles, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer abrió nuevos espacios de debate y conciencia de quienes desde la memoria individual y colectiva enunciaron su lucha.
Así dio comienzo el encuentro de este 8 de marzo, donde en punto de las 15:30 horas, las alianzas y estrategias se conjugaron para abrir aquella celda donde las mujeres permanecieron esclavas del silencio.
Ahí en medio del Jardín de Tlaxcala más de 5 mil mujeres parecían un pastizal ardiente, energía viva en movimiento continuo. El ethos feminista se hizo tangible, en los más de 20 contingentes que componían esta marcha.
A las 16:30 horas se abrió paso para comenzar el recorrido, se cerraron las calles aledañas, resonó el canto que llamó a cuidarse las unas a las otras, del susurro aterrador de la vida agitada de este mundo.
Se escucharon relatos que enunciaron el interés o motu proprio de un discurso de lucha, para liberar sus voces ocultas. Así, a lo largo del camino se fueron sumando otras miles de mujeres, con sus pasos que ocuparon un espacio que por mucho tiempo ha estado marcado por la violencia.
Un viejo megáfono que parecía quejarse a través del chillido de su bocina, fue la voz de esas miles de mujeres que a lo largo de la avenida Eje Vial hicieron escuchar su voz en un solo reclamo hasta llegar a las afueras de la Fiscalía General del Estado.
Ahí frente a los barrotes del enrejado de esta instancia de justicia, estaban las víctimas colaterales de perpetradores que a través del ejercicio de la violencia han agredido, desaparecido y asesinado a decenas de mujeres potosinas.
Nombrar esta violencia fue una de sus consignas y en medio del caos de la marcha, oculta entre las miles de mujeres que han sido sombra del abuso abierto y directo por parte de las autoridades, emergió la voz de una pequeña de siete años, que dijo ser sobrina de la joven Odalys Hipólito Jiménez.
“A mi tía la mataron y la colgaron del cuello con las agujetas de sus tenis, el 11 de marzo de 2018 a sus 16 años de edad, en los andenes del transporte público “, así comenzó la lista de reclamos que se han convertido en el manifiesto de vida de aquellas injusticias que emergen de diferentes coordenadas geográficas, políticas, económicas y sociales.
Bastaron unos segundos para que aquellas jóvenes que desobedecen al sistema con una terca humildad que las distingue, pintaran todo de verdes y lilas, bajo el cielo áspero de la indiferencia.
Las mujeres retomaron su rumbo y las 18:20 horas llegaron a la imponente fachada de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Ahí el silencio se rompió a gritos y las jóvenes arrasaron con todo, eran como un pelotón de fusilamientos simbólicos; atravesaron paredes, ventanas y portones de aquella universidad que cobija a sus docentes, dueños de desearlo todo, dueños del miedo y hombres chiquitos, solo cuando son denunciados por hostigamiento.
Y así con la furia entres sus pasos llegaron a Palacio de Gobierno del Estado, su indignación lo nubló todo y ahí las voz de las víctimas se apagó ante el estruendo de un colérico momento en el que decenas de mujeres atravesaron las vallas que protegían la fachada de ese inmueble.
A lo lejos aún se escuchaba a Susana, Frida y Esperanza, exigiendo justicia por Karla, Lupita y una lista interminable de mujeres asesinadas.
En ese instante mujeres del Bloque Negro se hicieron visibles, con la tan criticada violencia con la que inciden y demandan justicia, una dinámica que rompe los esquemas de lucha, pero que surte efecto ante tanta impunidad.
Llegaron con martillos y bates, también utilizaron sus manos, rodillas y piernas como herramientas de lucha, fue un momento de éxtasis y catarsis para todas las mujeres ahí presentes, hartas de la omisión de un estado que no protege a las mujeres.
Luego de muchos intentos entraron a Palacio de Gobierno, sacaron muebles y algunos documentos en blanco, vacíos, sin nada , como el trabajo que desempeñan las autoridades.
Ahí elementos de la Guardia Civil Estatal se resguardaron dentro de este edificio y ante la persistencia de las manifestantes, comenzaron a rociarles gas pimienta entre aquellos orificios de los portones de madera.
Pero esto no las detuvo y a pesar del lagrimeo y la quemazón de su garganta, fueron como un oleaje fuerte de un ciclón tropical, iban y regresaban en masa, con jóvenes y mujeres de todas las edades que se sumaron a su reclamo.
Así ardió el edificio del Poder Ejecutivo, afuera una llamarada enmarcó su hartazgo, testimonio de tanto desamparo inmolado en el olvido.
Después de unos minutos en los que la resistencia se hizo presente y ante la llegada de algunas guardias de seguridad, las manifestantes se sentaron, otras se abrazaron para dar termino a su reclamo. Otro año sin justicia, otro año con más muertas y desaparecidas, otro año donde las mujeres se niegan rotundamente a ser parte de esta lista.