Carlos Rubio
El legado de Café Tacvba indudablemente se encuentra en la música, sin embargo, casi desde sus inicios, la banda de rock alternativo se colgó en la espalda un pesado costal que pocos se atreven a cargar: la responsabilidad social. No han sido egoístas, mucho menos ventajosos, siempre han tomado un bando y le comparten sus reflectores a las causas que, a su consideración, ayudarían a fortalecer a México, a su gente y a la adorada madre tierra.
Así sucedió la noche del pasado viernes 15 de noviembre durante su presentación en el Domo, la cual fue parte de su gira de celebración por 30 años de existencia; como es costumbre, su concierto vino acompañado de mensajes que el cantante Rubén Albarrán pronunciaba entre canciones: por la vida, los muertos, el amor, la lluvia, la libertad, la paz y la tierra.
El mensaje central de la noche tuvo su preámbulo cuando Rubén se puso una playera en la que se podía leer: ¡Yo defiendo la Sierra de San Miguelito! Junto a una ilustración en la que conviven con armonía la tierra, el agua y un par de árboles. Después de tocar Encantamiento inútil, el cantante invitó a pasar a tres personas que cargaban un gran cartel, quienes dijeron provenir de las comunidades de Tierra Blanca y San Juan de Guadalupe.
“Todos estamos involucrados en esto, somos la gran familia humana (…) estamos en la defensa de la Sierra de San Miguelito y vienen estos compañeros a compartirnos unas palabras, gracias por su atención”, dijo Rubén.
Con la euforia de quien busca salvar su hogar, uno de los comuneros expresó: “Venimos a pedirles el apoyo a todos ustedes para que salvemos la sierra y salvemos el cerro y los mantos acuíferos, así como los ríos, que no nos los invadan, es nuestra comunidad y estamos dispuestos a luchar hasta que Dios nos lo permita”.
En su cartel exhortaban al público a defender la Sierra de San Miguelito e incluían hashtags como: “fuerachatolopez” y “fuerafraccionamientos”. El primero en referencia al empresario Carlos, El Chato, López Medina, uno de los principales antagonistas de la causa. El segundo por los fraccionamientos que buscan construir en sus tierras. También se leía: “la sierra y su agua son nuestra vida”.
“Estas personas están defendiendo nuestra agua, nuestro oxigeno, nuestra tierra. Es importante que nos pongamos en acción. Quitémonos la desidia. Quitémonos la flojera. Pongámonos en acción. Es nuestro planeta. Victoria para el planeta, muchachos”, alentaba un inspirado Rubén.
Luego, el público se unió al grito de “fuera El Chato López” y “San Miguelito sí, fraccionamientos no”.
Durante todo el concierto, hasta el frente, en la sección de ruedo, una niña de unos seis años sostuvo una pequeña cartulina en la que escribió: “Los amo”. Coreó canciones como Trópico de cáncer, de aquel legendario álbum de 1994 Re. Comenzó a brincar cuando sonó Futuro y el escenario se asimilaba al espacio, con luces que caían del techo casi hasta el piso y parecían estrellas, estrellas rojas y azules. Se emocionó cuando los tacubos invitaron a un niño que podría tener su misma edad, a tocar el violín e interpretar Ojalá que llueva café.
Su cartel y gran emoción llamaron la atención de la banda y durante el concierto no podían evitar esbozarle sonrisas y mandarle saludos, los cuales sacaron lagrimas de la pequeña, quien podría haber estado viviendo su primer concierto (¡y vaya forma de vivirlo!).
Casi al final, la niña observó a sus héroes apoyar a los comuneros que buscan salvar la Sierra de San Miguelito: vio que entre la fama y el éxito aún hay espacio para la empatía; que la voz se presta y es poderosa en el lugar correcto.
He ahí la importancia de Café Tacvba y su labor.