Carlos Rubio
Es espectacular llegar al distribuidor Juárez y levantar la vista para ver los enormes brazos que unen las carreteras y ayudan a que el tráfico fluya mejor en esta atascada ciudad. Especialmente los nuevos brazos inaugurados recientemente lucen por la gran curva que se hizo para conectar las carreteras 57 y 70 con la avenida Salvador Nava Martínez. Sin embargo, la perspectiva cambia cuando se mira hacia abajo y se observa un lugar casi desierto.
Ya han pasado 41 días desde que se inauguraron los nuevos brazos del distribuidor Juárez y de que el gobernador del Estado, Juan Manuel Carreras López, dijo en rueda de prensa que vendrían nuevas obras de embellecimiento a la zona, no obstante aún no hay señales de que esto vaya a ocurrir pronto.
Es cierto que es necesario ver más colores cuando uno transita por la glorieta Juárez, hace falta algo más que el frío y seco gris de los puentes, sobre todo para una persona que camine por ahí, pues es quien tiene oportunidad de ponerle más atención a esos detalles, pero el “embellecimiento” no es la única razón por la que se necesitan áreas verdes en la zona, sino por una responsabilidad con el medio ambiente, sobre todo en una vialidad donde concurren miles de vehículos contaminantes al día.
Así lucía la glorieta antes de que se construyeran los brazos y la estatua de Benito Juárez quedara oculta entre el distribuidor:
Hasta el cielo se lograba vislumbrar de mejor manera y el panorama lucía verde y natural, como debería ser.
Contrario al pasado, así se ve el distribuidor hoy, con la figura de Benito Juárez rodeada de estructuras y una zona con una apariencia lejana de lo que un día fue:
Con las recientes ráfagas de aire que han azotado la ciudad en los últimos días, se vuelve un martirio caminar alrededor de la glorieta, ya que la tierra se levanta y se va directo a los ojos de los peatones, impidiendo una buena visibilidad; situación que se evitaría si la superficie estuviera cubierta de pasto.
De los pocos arboles que quedan muchos se encuentran a punto de secarse. Curiosamente en la imagen de arriba se puede observar un gran montón de tierra, como si estuviera enterrado un gigante, sobre la que se encuentran amontonadas algunas palmas; si encima hubiera una lapida, el epitafio podría decir: “Aquí yace la naturaleza que alguna vez rodeó a Juárez”.
También Manuel y Crescencio sobreviven solitarios, los árboles que en el 2018 gracias a un amparo se salvaron de ser derribados para la construcción de los nuevos brazos del distribuidor. En julio de 2019 se le otorgó nombre a cada uno y se les colocaron unas placas que los identificaban. Hoy la placa de Manuel ya no está.
El contraste es claro si se observan los jardines exteriores de la empresa Coca Cola, cuyas instalaciones se encuentran a un costado de la glorieta. Este es el único verde intenso visible, con algunas flores de distintos tonos, como si fuera el único lugar coloreado y lo demás debiera mantenerse en blanco y negro.
Según la Organización Mundial de la Salud, las áreas verdes en las zonas urbanas incrementan considerablemente la calidad de vida de sus habitantes; en parte se encargan de mejorar el oxígeno que se respira y además regulan la temperatura y la humedad. Para garantizar el bienestar de cada persona, es recomendable tener al menos 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante de una zona urbana, de lo cual, la mayoría de las ciudades se encuentran bastante alejadas. En 2015, según información de Astrolabio Diario Digital, en San Luis Potosí existían 4.65 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, ¿cuántos habrá ahora?
El distribuidor Juárez puede convertirse en una de las zonas más vistosas de la ciudad, si se aprovecha adecuadamente. De volverse a convertir en área verde recuperaría parte de su valor estético y ambiental que con el paso del tiempo ha perdido a causa de descuidos y las múltiples construcciones que se han hecho en la zona. Aunado a ello, aún faltaría que el lugar sea apto para que peatones y ciclistas circulen de forma segura.