No hacen caso

No importa cuánto se alerte a la población global acerca de la mala alimentación y sus consecuencias para la salud. Las estadísticas de muertes asociadas con una pobre nutrición son alarmantes.

En tan solo nueve días, más de 723 mil decesos relacionados con una dieta poco saludable ocurrieron en todo el mundo.

Así lo marcó el reloj que la Federación Internacional de Organizaciones de Consumidores, Consumers International (CI), publicó en línea para contabilizar el número de muertes atribuidas a una mala alimentación en el marco de la 68 Asamblea Mundial de la Salud, que culminó ayer en Ginebra, Suiza.

Esta acción fue parte de una campaña de la asociación mundial de grupos de defensa de los derechos de los consumidores para hacer un llamado a los Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a desarrollar un Convenio Marco Internacional para Proteger y Promover la Alimentación Saludable, similar al de la Convención Marco para el Control del Tabaco.

En otras palabras la obesidad, como el tabaco, debe regularse.

Ya lo dijo el año pasado en un comunicado Olivier de Schutter, Relator Especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Derecho a la Alimentación: “las dietas poco saludables son ahora una mayor amenaza para la salud mundial que el tabaco. Así como el mundo se unió para regular los riesgos del tabaco, ahora debe aprobarse un acuerdo marco sobre las dietas adecuadas”.

La dieta es cosa seria

Una encuesta de CI realizada en seis países reveló que más del 80 por ciento de las personas subestima el impacto de las dietas poco saludables en la salud pública global.

No es cosa mínima: son más de 11.3 millones de fallecimientos anuales, lo que ubica a la alimentación poco saludable por encima del tabaco como la principal causa de enfermedades no transmisibles –y prevenibles–, como el cáncer y los males cardiacos.

En la encuesta, solo 18 por ciento de los que respondieron identificó que una pobre alimentación contribuye a un mayor número de muertes que la guerra, el tabaco, el consumo de alcohol, el VIH/sida o la malaria.

Solo la obesidad cuesta a la economía mundial 2 mil millones de dólares al año.

De acuerdo a datos de la CI, el costo de la obesidad para la economía global fue de más de 38 mil millones de dólares.

Entre los hallazgos positivos, se encontró que las personas apoyan acciones encaminadas a ayudar a los consumidores a elegir una dieta saludable, como la reducción de los altos niveles de grasa, azúcar y sal en los alimentos diarios, la regulación del marketing de los alimentos ricos en grasa, azúcar y sal dirigido a niños y la inclusión de mayor información nutricional en los productos.

Así, Consumers International exhorta a los estados miembros de la OMS a comprometerse con un marco de políticas que incluya restricciones a la comercialización de alimentos poco saludables para los niños, mejor etiquetado nutricional, reformulación de alimentos procesados para reducir la grasa, el azúcar y la sal y el uso de instrumentos fiscales para apoyar el consumo de alimentos saludables.

“Este no es solo un problema de países ricos”, señaló Consumers International en un artículo publicado en marzo en el marco del Día Mundial de los Derechos del Consumidor.

“Enfermedades relacionadas con la dieta, como el cáncer, la enfermedad cardiovascular y la diabetes están aumentando mucho más rápido en economías en desarrollo y solo en 2013 causaron que más de 8 millones de personas murieran antes de los 60 años en países de bajos y medianos ingresos. Necesitamos una transformación global en la forma en que comen las personas. Los consumidores no solo necesitan el derecho a la alimentación; necesitan el derecho a la alimentación saludable”.

Evita ‘el mal del puerco’

La pobre alimentación no solo se caracteriza por la falta de nutrientes y calorías o el consumo de alimentos chatarra, ricos en grasa, azúcar y sal.

Una dieta poco saludable es cualquier régimen alimenticio que no esté balanceado, como darse atracones en la cena y sufrir las consecuencias en el peso, la salud e inmediatamente a la hora de dormir.

El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) alertó sobre las consecuencias del llamado “mal del puerco”, ese que se distingue por la sensación de somnolencia, pesadez, llenura molesta y vientre inflamado después de una comida pesada –generalmente compuesta de harinas refinada–- consumida de forma rápida.

En entrevista para Notimex, Rosa Iselda Yáñez Neri, coordinadora de Nutrición del IMSS en Jalisco, señaló que con “la marea alcalina” o mal del puerco no permitimos que nuestro cuerpo realice una digestión de forma adecuada.

“El organismo genera calor para metabolizar los alimentos, ese idealmente sería el momento en el que te activas, pero si no comes lo adecuado te da sueño, te sientes pesado, no tienes energía suficiente para seguir el trabajo”.

Quienes más suelen estar en riesgo de sufrir las secuelas de esta forma nociva de comer son los empleados que no llevan comida preparada de casa y, sobre todo, quienes permanecen mucho tiempo sentados, pues aunado al daño del sedentarismo laboral, llegan a casa cansados y no se ejercitan durante el día, lo que se presta para los atracones, explicó la nutrióloga.

Las personas que se saltan el desayuno también son más propensas a experimentar el malestar que produce “la marea alcalina”, pues al aumentar el apetito durante el transcurso de la mañana, suelen comer grandes cantidades de alimento en una sola sentada, apuntó.

“La peor alternativa es dejar al cuerpo sin alimento durante periodos prolongados y hacer un atracón al día que merme la capacidad de cumplir con éxito las actividades diarias”.

Lo dicen todos los expertos. No tiene mucha ciencia.  Llevar una dieta balanceada, comer porciones pequeñas, masticar despacio, permanecer hidratado durante el día –con agua, no refrescos– e incluir 30 minutos diarios de actividad física son acciones clave para prevenir males como el sobrepeso y la obesidad.

¿Desnutridos o malnutridos?

La OMS define la malnutrición como las “carencias, excesos o desequilibrios en la ingesta de energía, proteínas y/o otros nutrientes”, que incluye “tanto la desnutrición como la sobrealimentación”. Quien está desnutrido es aquel cuya ingesta de alimentos ha sido, de forma continua, “insuficiente para satisfacer las necesidades de energía alimentaria, de una absorción deficiente y/o de un uso biológico deficiente de los nutrientes consumidos”. Mientras que el sobrealimentado tiene un “estado crónico en el que la ingesta de alimentos es superior a las necesidades de energía alimentaria”.

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