Por: Oswaldo Ríos. Twitter: @OSWALDORIOSM
México vive un momento crítico de su historia: está a punto de perder su viabilidad y su futuro por un mal gobierno que, ante la evidencia del fracaso de sus decisiones, se aferra aún más a sus errores, niega la realidad y ataca ferozmente a quien tiene la osadía de evidenciar su ineptitud.
En pocas palabras, tenemos un gobierno mendaz y contumaz. Además de profundamente autoritario.
La peor de las combinaciones posibles, porque cuando el sistema no es capaz de procesar la crítica y utilizarla para generar anticuerpos que lo regeneren y hagan más fuerte, la intolerancia hace metástasis y termina por matar cada célula democrática.
Hay que decirlo con todas sus letras: López Obrador está destruyendo a México.
Cada decisión estratégica que toman tiene siempre el mismo patrón.
López Obrador decide sin escuchar a nadie y con base en sus odios y prejuicios (cancelar el nuevo aeropuerto, desaparecer los fideicomisos públicos, impedir la inversión en energías limpias o dejar a los niños sin medicamentos para tratar el cáncer); luego, inventa una mentira que justifique sus aversiones personales o los ataques a quienes son objeto de su venganza (supuesta corrupción en los contratos, supuesto despilfarro en los fideicomisos, supuesto intervencionismo energético y supuesto tráfico de influencias en beneficio de las farmacéuticas); posteriormente, lanza a sus corifeos, medios chayoteros y campañas de lodo en redes sociales promovidas desde el gobierno y con recursos públicos, a agredir y calumniar a todos aquellos que argumentan en contra de sus aberrantes acciones; y finalmente, cuando la imposición se ha consumado, distrae con alguna declaración estridente o realiza una acción aún más escandalosa que desvíe la atención del tema original; y así sucesivamente hasta hacer pedazos cada cosa que toca.
¿Tiene sentido apostar por el diálogo cuando el poder se comporta de esa manera? ¿Alguien es tan ingenuo que piensa que puede hacer rectificar al presidente de alguna de sus venganzas o convicciones, tan anacrónicas como demenciales? ¿De verdad creen que en algún momento se va a comportar de otra manera o que las crisis hacen que modere su obstinada vileza?
La respuesta nos la da la simple observación de la realidad: primero, sus malas decisiones le tienen sin cuidado porque nunca asume los costos de las mismas y siempre los transfiere a quienes no simpatizan con su causa; y segundo, si algo le ha enseñado la política a López Obrador es que la desventura y el fracaso son el mejor caldo de cultivo para el odio y el resentimiento, motores de su proyecto electoral e inspiración de su forma de actuar, pensar y sentir.
Los sátrapas y dictadores del pasado llegaron al poder a través del asesinato, las asonadas, las confabulaciones o los golpes de Estado. El demagogo que despacha en Palacio Nacional llegó con el mayor respaldo popular de la era democrática (que él no ayudó a construir y desprecia) y por eso acotar su totalitarismo es tan difícil y su capacidad de daño es tan funesta.
¿Qué hacer ante esta calamidad sin precedentes? Entender que los únicos límites que López Obrador ha tenido hasta ahora, son aquellos que pueden significar un riesgo para lo único que verdaderamente le importa: el poder. Cede solo cuando una decisión es tan repudiada que puede significarle perder base electoral y nada más.
No le importa que nuestro país haya vivido el año más violento en décadas; que Pemex esté en ruinas; que el sistema productivo esté colapsado; que los niños no tengan quimioterapias; que la pandemia de coronavirus y falsedades haya provocado miles de muertes; o que se proyecte una caída de 40% en el PIB, el próximo semestre. Lo único que le importa es que sus eventuales electores no le transfieran la responsabilidad de esa tragedia y seguir siendo el eterno redentor de las desgracias que el mismo provoca.
El presidente no tiene otros datos, tiene otra racionalidad para procesarlos.
¿Cómo evitar la destrucción de México? Unirnos. No con el gobierno, ni con su partido, ni con sus aliados por supuesto. Pero fuera de ellos, unirnos todos. Porque somos más, porque entendemos la perversión que está ocurriendo y porque es nuestra obligación moral detener la dictadura de la mentira que se le impone al país.
¿Con qué objetivo? Uno solo: arrebatarle la mayoría en la Cámara de Diputados en el 2021 y a partir de ahí, iniciar el rescate de la democracia mexicana. Suena difícil, pero no por ello es menos vital. Si no lo logramos, no perderemos una oportunidad, o una elección. Perderemos el país. Pueblo de México, únete.