Nerón se va de gira

Por: Oswaldo Ríos. Twitter: @OSWALDORIOSM

No lo detienen los 10 mil muertos por Covid-19 a los que llegará nuestro país este día.

Tampoco la pésima imagen que mandará al realizar una gira sin sentido por el sureste del país, a pesar de que el subsecretario López Gatell advirtió que hay que “mantener todas las restricciones de movilidad en el espacio público” y a quien hará quedar como un idiota.

El presidente López Obrador está desesperado por la brutal caída de su popularidad y las cada día más extendidas muestras de repudio que acumula su gobierno fallido.

Mantuvo las conferencias matutinas, enlodó a medios de comunicación desde el poder, realizó declaraciones lenguaraces, lanzó documentales propagandísticos realizados por Epigmenio Ibarra, los líderes de Morena lanzaron propuestas comunistoides descabelladas y nada.

Desde los atroces feminicidios de la niña Fátima en la alcaldía de Xochimilco y de Ingrid en la alcaldía Gustavo A. Madero de la Ciudad de México ocurridos a mediados de febrero, el presidente López Obrador no ha sido capaz de recuperar la narrativa de la discusión pública nacional.

Por el contrario, el presidente no ha evitado que se le coloque en el centro de las responsabilidades a la hora de explicar la pesadilla que envuelve al país. En muchos temas no solo desde su mandato, es cierto, pero él prometió que desde el primer día todo sería diferente, y cumplió, pero solo para empeorarlo.

La violencia que ahoga en sangre a todo el país; la pérdida de cientos de miles de empleos; la destrucción acelerada de Pemex; la depresión económica; los saldos funestos del coronavirus; el empoderamiento de los cárteles; la debacle de la inversión; los escándalos de corrupción al más alto nivel, incluso involucrándolo como el de Manuel Bartlett; el ataque a la ciencia, el arte y la cultura; y la desastrosa manera en que se ha manejado la contingencia sanitaria. Todos esos asuntos, de forma separada o acumulativa, tienen la constante de un gabinete diluido y la omnipresente certeza de que el gran responsable de la destrucción de México es uno solo: Andrés Manuel López Obrador.

Varias encuestadoras (Mitofsky, Enkoll, Gabinete de Comunicación Estratégica, México Elige, et al) han documentado que quienes reprueban las decisiones de López Obrador son mayoría y que las tasas de apoyo presidencial se encuentran por debajo de los 50 puntos porcentuales.

Dato demoledor para el único presidente en la época contemporánea que llegó al poder con más de la mitad de los votos, que tiene mayoría en el Poder Legislativo y que no ha tenido un solo revés de los partidos políticos de oposición que están maltrechos a niveles nunca antes vistos.

¿Si no tiene oposición partidista qué es lo que está provocando el desplome de la popularidad presidencial y su desesperada necesidad de realizar giras que reactiven a su base de apoyo clientelar?

La oposición de miles de ciudadanos en las redes sociales, en los medios de comunicación y en los espacios públicos en los que influyen, que con argumentos impecables han arrebatado la narrativa explicativa de lo que ocurre y sin dinero, ni poder, han desnudado y exhibido al presidente más poderoso de los últimos años.

La prueba más contundente de lo anterior fue la protesta organizada en decenas de estados para salir a las calles en auto y repudiar con mantas, pintas y claxonazos la errática y errada gestión lopista. La respuesta enrabietada de los principales cuadros del morenato es indicativa de que por primera vez algo se rompió y ahora las protestas contra el gobierno, sí logran centralidad discursiva y debilitar aún más la imagen presidencial.

Los ataques del gobierno y sus lacayos a la claxoniza se concentraron en que la hicieron desde el “privilegio” de hacerla en auto. Curiosa manera de entender los “privilegios” en quienes se quedan callados ante el uso de decenas de camionetas de lujo blindadas en la gira presidencial que realiza el presidente, mientras usted lee esta columna, sin contar con la vida de lujo y dispendio en la que vive su familia.

Pero no extraña, ¿acaso han sido empáticos con las protestas de los niños con cáncer, los enfermos sin medicamentos o las mujeres violentadas? No, se han burlado y descalificado igual que lo hacen ahora.

¡Quién diría! Los progres callados ante los abusos del gobierno y aplaudiendo los atropellos del poder a los más débiles. ¡Cómo se les ha “hamburguesado” el discurso con los privilegios que obtienen del gobierno!

No importa. A pesar de berridos, fascismo y giras presidenciales, la caída seguirá, porque su combustible es la ineptitud de las decisiones que toma unilateralmente un presidente soberbio que no escucha a nadie y jamás rectifica a pesar del evidente desastre.

Nerón se va de gira para tocar la lira, mientras Roma se incendia.

Los chairos no podrían estar más emocionados.

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