Antonio González Vázquez
A la Universidad Autónoma de San Luis Potosí también ha llegado el tiempo de una nueva normalidad.
La apariencia y la simulación, dejarán de ser lo normal. La Universidad se pondrá el overol para trabajar a ras de suelo y ya no desde la inagotable cháchara sobre una autonomía mal entendida.
La Universidad de la excelencia ha sido apenas un concepto burocrático del pasado reciente; esa idea se repetía con el propósito de convencer a la comunidad universitaria y a la sociedad, que se trataba de una verdad absoluta.
Pensar lo contrario era algo así como una blasfemia.
En la nueva normalidad, lo sensato es dejar de lado ese concepto que no eras más que un lema propagandístico.
La nueva normalidad universitaria no puede tolerar el continuismo en prácticas nocivas como la opacidad, el nepotismo, el acoso sexual, el culto a la personalidad, el conflicto de intereses, la discrecionalidad en el ejercicio de los recursos públicos, la imposición autoritaria de directores en escuelas y facultades.
Esa nueva normalidad no deberá permitirse docentes chambones o de investigadores improductivos que se cuelgan de certificados de posgrados. Importaban más el papel que los deseos de servir mediante la enseñanza.
La necesaria nueva normalidad tendría que apuntar a una real vinculación con la sociedad y los sectores productivos, así como con las instituciones públicas.
Hace un mes que en la Universidad, contra todo pronóstico, se desplomó el proyecto transrectoril de Manuel Fermín Villar Rubio.
Lo habitual era que el rector saliente pusiera al siguiente. Esa era la anquilosada normalidad.
Lo correcto, en esa vieja normalidad, era que el rector saliente se dedicara a tapar los hoyos que su antecesor dejaba en la institución; se les homenajeaba en lugar de llamarlos a cuentas.
Se les otorgaba una jugosa pensión y a los amigos se les entregaban cargos directivos en la estructura universitaria, misma que creció exponencialmente para dar cabida a todos los rectores cuando concluían su doble mandato.
Nadie se quedaba desamparado.
Desde hace al menos un par de décadas en que México entró a una etapa de cambios profundos, sin embargo, la Universidad se mantenía inamovible con su estructura vertical de mando y poder.
El Consejo Directivo Universitario es el máximo órgano de dirección en la UASLP, pero en los hechos, el rector en turno decidía todo. Las determinaciones democráticas eran un sueño.
La nueva normalidad universitaria implica una revisión con rigor al estatuto y a sus reglamentos que le permitan alcanzar el nivel de exigencia que el mundo educativo demanda.
Pero los cambios no se concretan a profundidad de un día o de un año para otro, aunque si hay voluntad, se pueden ir logrando pequeñas cosas que en su momento puedan remover lo que se ha heredado.
El hecho de que en el proceso de elección y/o reelección de directores de escuelas y facultades no haya línea desde la Rectoría es un cambio. Los directores deben hacer eso de eso y abstenerse de presionar a los consejos técnicos de cada plantel que serán los que definan las ternas.
Otro evento que puede impulsar los aires de cambio, es la auditoría anunciada a la administración anterior. Si en su momento se ofrece un expediente documentado del saldo final de Manuel Villar y colaboradores y se toman medidas al respecto, entonces se podrá empezar a considerar que el cambio es real.
Otro aspecto de esa nueva normalidad, es la relación de la Universidad y de manera especial del rector con los medios de comunicación. Manuel Villar tenía un tándem de prensa que le aplaudía en artículos, columnas y notas informativas.
Pocos medios se resistían al encanto universitario y por tanto, había una crítica controlada.
La nueva relación con la prensa debe ser institucional y no personal; el rector no puede estar por encima de la institución como ocurrió en el rectorado anterior. No a la prensa aduladora, oficiosa y aplaudidora; los cambios se concretarán si a la universidad la revisa una prensa crítica.
La nueva normalidad en la UASLP supone el acercamiento de los universitarios con los sectores más vulnerables, los que requieren de atención de los estudiantes que aspiran a ser profesionistas al servicio de su comunidad.
Ir a las comunidades a prestar servicio más por el deseo de servir que por el de cumplir un tramite obligatorio.
La UASLP es una institución de una enorme nobleza, solo hace falta un golpe de timón en su liderazgo para redimir sus objetivos. Veremos si la nueva rectoría es capaz de lograr el verdadero cambio.