Frater Ignatius
La empresa Hewlett-Packard contra todos los pronósticos de un estudio de mercado equivocado, presentó en 1972 la primera calculadora científica de bolsillo del mundo. La novedad es que contenía funciones trigonométricas y exponenciales. También podía calcular logaritmos. El único aditamento cómodo en tamaño era la regla de cálculo. Empero, solo rivalizaba en el tamaño, ya que el poder de la nueva calculadora rebasaba las capacidades de la famosa regla.
El rango numérico con notación científica, iba de 10 a la menos 100 a 10 a la más 100. Tenía un precio de venta algo elevado para la época, la friolera de 395 dólares. Se le llamó HP 35 debido al número de teclas que poseía.
El éxito no se hizo esperar. En los primeros meses de venta, los pedidos superaron toda expectativa de la compañía en relación con las dimensiones totales del mercado que se había minimizado con un estudio impreciso. Al finalizar el primer año, se vendieron 100000 unidades y más de 300000 (algunos cálculos rebasan el 500000) hasta el momento que dejó de comercializarse para dar paso a nuevos modelos en el año de 1975.
Cuando aparece la HP-35, existían tanto las reglas de cálculo como calculadoras electrónicas que realizaban sumas, restas, divisiones y multiplicaciones. HP-35 transformó todo el panorama del cálculo en aquel momento. La regla de cálculo que en general, las más grandes proporcionaban hasta tres cifras significativas, literalmente murió y dejó de enseñarse en varias escuelas tanto de los Estados Unidos como de la mayor parte del mundo. Es cuando podemos hacer la pregunta respecto a las capacidades de los matemáticos de antaño si hubieran tenido un aparato como la HP-35 que les ahorrara muchísimas horas de cálculos tediosos.
En la actualidad podemos decir que las calculadoras electrónicas que ahora se encuentran dentro de relojes portátiles, teléfonos inteligentes, computadoras móviles o fijas o en aparatos específicos de cálculo, han cambiado todos los planes de estudios de matemáticas, física, ingeniería y todo lo que implique cálculo. Se deja el lápiz y el papel para calcular valores de funciones trascendentes. Ya se dedica más tiempo a las aplicaciones y a las ideas matemáticas en vez de a los enormes cálculos que resultan a veces extenuantes.
Bill Hewlett y Dave Packard fueron de los fundadores de Silicon Valley en el garaje del primero. Una moneda a águila o sol fue la que decidió qué apellido iba primero en el nombre del futuro consorcio. Los dueños eran realmente modestos.