Por Victoriano Martínez
Algo tienen los templetes a los que se suben personajes investidos como candidatos a un puesto de elección popular que –más si se tienen triunfos previos– los convencen de ser seres infalibles y prácticamente perfectos: todo acto ilegal que se les señale, toda falla o cuestionamiento viene del oponente, producto o de guerras sucias o “del tamaño del miedo que nos tienen”.
Si bien hay un abismo entre quien es señalado por ilícitos, como Ricardo Gallardo Cardona, y quien enfrenta un cuestionamiento sobre su elegibilidad, como ahora ocurre con la candidatura de Xavier Nava Palacios, un hecho es que la inercia de su afán por ganar votos los hace coincidir en tratar de descalificar al contrario como alguien que hace trampas.
Es natural, se puede decir, pues son candidatos y sólo pueden pensar y actuar en función de sacar ventaja de las situaciones que enfrentan de cara a la ciudadanía, ante quien parece tenerles sin cuidado tener que dar explicaciones porque lo único que merecen los ciudadanos son motivaciones que apelan a sus emociones para que definan el voto a su favor, sin mayores razonamientos.
Para Gallardo Cardona representa una conveniente dinámica que le permite convertir en un escudo de impunidad el trasladar al terreno politiquero asuntos que deberían ser resueltos por las instancias de procuración de justicia. Politiquería mata justicia, podría ser su lema… y el de quien lo protege.
Para Nava Palacios puede representar la oportunidad de reencausar los errores de cálculo politiquero que lo llevaron a participar en la contienda interna del PAN por la candidatura a gobernador, pasar por un periodo de especulación en el que se le ubicó en diversos cargos y partidos, hasta terminar como abanderado de Morena para la reelección.
Es difícil creer que cuando se decidió por la reelección postulado por Morena, un partido distinto al que lo llevó a ser presidente municipal, no se haya considerado como parte de un escenario posible que se rechazara su candidatura por no abanderar a alguno de los partidos por los que contendió hace tres años.
Tal vez por eso la reacción a botepronto en el mitin en el fraccionamiento Imperio Azteca a donde le llegó la noticia de la resolución del Tribunal Estatal Electoral que revoca su postulación y las de Alicia Nayeli Vázquez Martínez y Alfredo Lujambio Cataño como candidatos a la segunda sindicatura y la primera regiduría fue un pre llamado a la resistencia civil pacífica.
Una resistencia civil pacífica que pudo estar calculada como medida contingente, pero sobre la que también puede pesar un error de cálculo: ¿hasta dónde alcanzará su capacidad de movilización ciudadana con la característica de llenar las calles como aseguró en su arenga boteprontera?
¿Hasta dónde representará un obstáculo el apoyo perdido de quienes no le perdonan –que los hay– haberse pasado a Morena? ¿Hasta dónde el de quienes sienten que les incumplió como alcalde? ¿Hasta dónde el de quienes lo consideran una imposición como candidato de Morena?
La apuesta puede parecer alta, a la vez que pudiera tener como base los beneficiarios de los programas sociales que echó a andar desde el Ayuntamiento lo que, muy a su pesar, lo colocaría en una circunstancia similar a la de su antecesor, Ricardo Gallardo Juárez, en su intento por lograr la reelección.
Una apuesta que, si la gana, aun si no logra revertir en los tribunales la determinación que hoy revoca su candidatura, le abrirían la posibilidad de insistir en su reelección por una vía que, aunque en la boleta sería igual a la que usó su abuelo en 1958, las circunstancias que lo llevaran hasta ahí no serían comparables… por mucho que trataran de vender esa idea.
Si no logra revertir la revocación de su postulación en los tribunales, sólo una genuina movilización masiva de apoyo lo colocaría en la posibilidad de convocar a su inclusión en la boleta electoral como candidato no registrado, una alternativa contemplada en la ley que sólo resulta efectiva si se tiene un apoyo real de la mayoría de la ciudadanía, que son quienes lo pueden agregar.
El hecho es que entre actos ilegales que se les señalen, fallas o cuestionamientos a su elegibilidad, hay de candidatos a candidatos: desde un Gallardo Cardona que compra popularidad para dotarse de impunidad hasta un Nava Palacios cuyos bandazos politiqueros calculados lo llevan a poner a prueba si sus aspiraciones tienen un auténtico respaldo popular… y queda obligado a demostrarlo.