Indignación ciudadana ausente, a 29 años de la partida del Doctor Nava

Por Victoriano Martínez

La ausencia del Doctor Salvador Nava Martínez, a 29 años de su fallecimiento, ha dejado ver en la autodenominada clase política –esa que se dedica a la politiquería– un grado de envilecimiento tal, que en este 2021 se llega a un proceso electoral en el que, con total cinismo, los vividores que se disputan el erario adoptan las actitudes más ofensivas contra la dignidad ciudadana.

Para la renovación de la gubernatura, 27 diputaciones locales y siete federales, y 58 ayuntamientos, partidos y politiqueros han ofrecido un espectáculo de grotesco vodevil en el que los actores de la contienda exhiben tal ambición por un cargo, que poco faltó para que algún personaje acreditara cambio de sexo para alcanzar una candidatura, por aquello de la equidad de género.

Las primeras víctimas fueron los partidos políticos, que perdieron su razón de ser para verse degradados a meros instrumentos de gavillas en la disputa por la administración pública, no con fines de búsqueda del beneficio de todos, sino como el acceso a privilegios y prebendas para su grupo… y quienes se les cuadren a cambio de migajas.

En una de sus últimas entrevistas, el Doctor Nava lo advirtió, cuando comentó que la corrupción en el país fue una de sus mayores preocupaciones.

“Yo quisiera que se acabara, porque la corrupción no es ya nomás de un solo grupo, sino que esa corrupción, precisamente por esas gentes corruptas, han corrompido a mucha gente, y para mí es primordial que hay que abatirlo”, expresó.

En 29 años, esa corrupción que el Doctor Nava veía que se dispersaba a otros grupos, para este 2021, el grado de contaminación ha crecido de tal manera que los partidos políticos y los órganos colegiados de representación popular se han convertido en maquinarias para absorber las nuevas camadas de politiqueros para que se adhieran a su esquema de complicidades.

Un proceso de renovación de los cargos de elección popular en el que la dignidad ciudadana –esa que el Doctor Nava estableció como primera prioridad– se hace a un lado al considerar a los ciudadanos como acríticos electores manipulables con promesas baratas e irrealizables, tarjetas, despensas y otra serie de dádivas para obtener su voto y después olvidarlos.

Toda una parafernalia electorera que sirve igual para camuflar intereses mezquinos o antecedentes de saqueos al erario y otra serie de actos delictivos para engañar a la ciudadanía con una presunta popularidad que los hace cantar victoria prematuramente, en una convicción democrática inversa: el triunfo es de ellos por encima de una ciudadanía que no cuenta y a la que hay que someter.

Politiqueros que consideran esas victorias en las urnas como un derecho para convertir el erario en su botín y la administración pública en su negocio particular, al grado extremo de dejar el campo abierto para aspirantes a caciques, como los Gallardo, cuyo enriquecimiento con cargo al erario y con la complicidad del actual gobernador está más que documentado.

Ricardo Gallardo Cardona, candidato a gobernador por PVEM-PT, de entre todos los politiqueros en campaña, es el que más representa hoy todo aquello contra lo que el Doctor Nava luchó. Los cada vez más comentados actos de corrupción de la gallardía atraen la atención en todo el país, y destaca la cómplice inacción de las autoridades de procuración de justicia.

Ante las actitudes caciquiles y corruptas que enfrentó el Doctor Nava –con la dignidad ciudadana como principal baluarte–, la creciente indignación de la ciudadanía contra aquellas autoridades y grupos que se turnaban para usufructuar el gobierno era la que atraía la atención no sólo nacional, sino hasta internacional.

Hoy esa atención está puesta en la cadena de actos de corrupción de la gallardía, pero de manera paralela y sin que se señale abiertamente, en la nula capacidad de indignación de una ciudadanía que en otro tiempo logró frenar ese tipo de abusos. Una apatía ciudadana que resulta más de escándalo, dado que deja abierto el campo para los abusos de ese grupo con vocación caciquil.

En la gama de posibilidades para que el ciudadano elija a sus próximas autoridades, prevalecen los discursos calculados, las frases efectistas y las estrategias de campaña fincadas en una mercadotecnia política que ve al elector como votante irracional, y no como ciudadano. Difícilmente esos politiqueros pueden lograr una verdadera alianza con la ciudadanía, al estilo del Doctor Nava.

Muy lejos están de ser verdaderos demócratas como lo fue con total congruencia por más de 30 años el Doctor Nava quien, hasta su discurso de despedida el 8 de mayo de 1992, honró su compromiso con la ciudadanía establecido el 23 de diciembre de 1958, cuando el reconocimiento oficial de su primer victoria electoral lo interpretó como un triunfo ciudadano.

“Poder decir que ganó la ciudadanía, y que las personas que entren a ocupar los puestos políticos tengan más compromiso todavía con la ciudadanía, que es con la única que se debe de tener”. Así definió el Doctor Nava el principio fundamental que debe regir a los servidores públicos que llegan al cargo por la vía de la elección popular.

Esa fue la principal clave de su liderazgo y esa es la principal ausencia entre los candidatos hoy en contienda. Líderes ficticios construidos a fuerza de dádivas clientelares y manipulación mercadotécnica difícilmente pueden decir, cuando ganan una elección, que ganó la ciudadanía.

A 29 años de la muerte del Doctor Salvador Nava Martínez, el 18 de mayo de 1992, la degradación de la política en politiquería está acelerada ante una apatía ciudadana alimentada por el cinismo de los politiqueros y la perdida la capacidad de indignación… mientras se cumple la sentencia de Platón: estar condenados a ser gobernados por los peores.

 

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