Octavio César Mendoza
Muchas de las casas encuestadoras que vaticinaban la derrota de AMLO en 2018, lo hicieron a sabiendas de que mentían, o anteponiendo el deseo a la realidad. Varias de esas empresas volvieron a entrar al juego en estados como San Luis Potosí, donde algunos candidatos han adquirido sus servicios para intentar imponer una visión triunfalista que, en el caso de sus propias aspiraciones, no les permite ver la realidad y operar de acuerdo a esta; y que, en el caso de sus opositores, acaso desanime a sus electores, si es que estos se la creen.
Al inicio de la campaña para Gobernador, Alcaldes y Diputados en San Luis Potosí, dos coaliciones se apresuraron a firmar jugosos contratos de exclusividad con varios de estos negocios de distorsión electoral. Al paso del tiempo hemos visto, incluso, encuestas donde se suman los resultados de las encuestas. En todas ellas, indefectiblemente, gana quien las publica. Creer en las encuestas es como creer en la tierra plana, pues no son otra cosa que instrumentos de propaganda, al igual que las tarjetas cumplidoras o del salario rosa.
El mayor alcance que suele tener una encuesta comercial, es de un encuestado por cada mil electores. Las hay, aunque Usted no lo crea, de un encuestado por cada diez mil electores. Existe, sin embargo, otro mecanismo de rango mucho mayor al que suelen utilizar las casas encuestadoras y cuyo objetivo es medir la intención del voto en franjas amplias de la población. Por sus dimensiones, se llevan a cabo por instituciones gubernamentales que necesitan tener conocimiento más preciso de la movilidad política de cada Entidad.
Son estas mediciones las que otorgan un triunfo muy apretado a MORENA en San Luis Potosí, a pesar de la visión triunfalista de las coaliciones opositoras del PRIAN y PVPT. Esto siempre y cuando el abstencionismo no alcance el 60 por ciento. Y dado que ninguno de los candidatos ha encendido pasiones (salvo las que resultan negativas) y cada coalición y cada candidata o candidato no coaligados van por su “voto duro”, el resultado final de las encuestadoras comerciales deviene en proyección que parte de la retrospectiva histórica.
El llamado “voto oculto” suele desbordar las urnas cuando existe una razón fundamental para acudir a cumplir con la obligación de votar. Tal como pasó cuando Vicente Fox llamó a la alternancia (“vamos a sacar al PRI de Los Pinos”) o como cuando López Obrador llamó al castigo de esa alternancia (“vamos a sacar a la mafia del poder de Palacio Nacional”). Hasta el momento, y a pocas semanas de que se dé la jornada electoral, no existen razones de peso suficientes para vencer al gran enemigo de la democracia: el abstencionismo.
En el caso del PRIAN, se habla de una lucha entre el bien que (ja, ja, ja, ja) representan ellos, y el mal (¡uy, qué miedo!) que representa “el pollo echado a perder”. Ahora, toda crítica contra Pedroza y sus combos de $3.50 huele a cocina del KFC; incluso la acusación que hizo Arturo Segoviano acerca del conflicto de interés que existe entre Daniel Pedroza Gaitán, Secretario de Finanzas, y los sponsors de Octavio Pedroza Gaitán, que también son proveedores del Gobierno del Estado: todo fue obra y gracia del espíritu maligno y verdoso.
En el caso de los no necesariamente sesudos asesores de Ricardo Gallardo, el llamado es a que este arroz ya se coció, y que estaba cocido desde antes de que metieran a su amado líder al kínder. La estrategia de Gallardo no fue política, sino asistencialista. A la fecha, no hay potosino que piense votar por Gallardo que no lo acuse de robar, pero también de “dejar algo”; de ser jefe de los mafiosos, pero también de que “todos son parte de la maña”. La fe en su triunfo está basada en estas creencias populares, más que en la operatividad territorial.
Por parte de Mónica Rangel, cuyos estrategas son un mix de recetas, ideologías y componentes extranjeros y locales, la idea es llamar a refrendar el voto emitido en favor de López Obrador en 2018. Cuando hubo un momento en que la gente pensó que el candidato del Presidente era Gallardo (lo cual el propio AMLO busca que le quiten como si se tratase de una araña paseando en el hombro de su investidura presidencial) Mónica Rangel supo desmitificar dicho momento de creencia popular con su discurso y su postura de estadista.
Mónica sabe (ya) dónde se encuentra el “voto oculto” que necesita cada “puntero” de la contienda para ganar, pues de cada cien “votos ocultos” cincuenta son de AMLO, veinte de FRENAA, diez del pollo, cinco del Candidato Independiente y diez de los partidos morralla. Esta fragmentación está instalada en la idea colectiva, no reconocida por las casas encuestadoras por obvias razones, de que las casas encuestadoras se encuentran, junto a los partidos políticos, las iglesias y los policías, entre las organizaciones menos confiables.
Los orgullosos diseñadores de imagen del auto denominado “combo” se equiparan en términos de estética con las bardas humildemente pintadas por los ciudadanos que apoyan a Xavier Nava; pero eso pasa a segundo término cuando los operadores de Xavier Nava están desplegados por toda la capital, y saben de ese “voto oculto” y lo promueven a favor de ellos, de Mónica Rangel, de Oscar Valle, de Pablo Zendejas, de Adriana Urbina, y de todos y cada uno de los candidatos de MORENA, indistintamente del cargo que buscan ocupar.
“La arrolladora banda limón” que llena de lonas y pintas con la publicidad del “pollo invencible” donde se pueda, aparte de hacerlo sin saber cuántos millones extra de gasto electoral está contando la Unidad Fiscalizadora del INE, lo hace bajo la peregrina idea de que la elección ya está ganada, sin tomar en cuenta que la estructura y el ejército electoral del Partido Verde y el PT no compiten ni con los del Partido Nueva Alianza, y que llevar a votar al pueblo cuesta el doble de lo que ya han gastado en repartir dádivas.
Aunado a lo anterior, agregue Usted los gramos que cargan las malditas dudas en la balanza: la intensa exhibición negativa de Gallardo en medios locales y nacionales, con datos que deben estar preocupando tanto a su familia como a él mismo; con los signos de interrogación que han puesto personajes como Arturo Segoviano en el nombre y la auto referencia de honestidad de Octavio Pedroza; con la espada de Damocles de una intentona final de los malquerientes enemigos de Mónica Rangel por sacarla del proceso electoral a última hora.
El efecto más tóxico de las encuestas lo vemos en la Capital de San Luis Potosí, donde no se ve a Galindo en campaña, pero su equipo ya se repartió el Ayuntamiento; o donde Leonel Serrato pasa su escaso tiempo de actividad electoral diciendo de Nava lo que antes decía de Gallardo. Ni Galindo ni Serrato han puesto el pie en las calles y las colonias de esta Ciudad con la intensidad con que lo hace Xavier Nava, y desconocen los mecanismos de la operación territorial para sacar el “voto oculto” de la sombra para llevarlo a las urnas.
Claro, en sus encuestas, todos ellos ganan. Si pierden, acusarán de fraude a quien se les ponga en frente, porque para ellos las casas encuestadoras, y no los atribulados votantes, tienen la razón. Supongo que, dentro de la siguiente Reforma Electoral que se avecina, se prohibirá la participación de las casas encuestadoras durante el proceso electoral. Sería muy saludable, pues no hacen otra cosa que alimentar la desconfianza en la validez y utilidad del voto, además de que distraen recursos económicos que los políticos podrían usar en algo mejor.
Esto último, coincido con Usted, está cabrón. Lo que sí sabemos es que la sociedad no se volcará a las urnas si no hay un llamado que la cohesione, y que el “voto duro” de cada candidato y candidata saldrá a defender sus cotos de poder y sus creencias mágicas; pero, también, que el “voto oculto” es de quien lo trabaja, de quien sale a la calle a detectar a los que votaron en favor o en contra de un personaje, de una idea, de un proyecto. Ahí está lo que trascendió en la SEGOB ayer: el PRIAN va ganando, pero en las encuestas.
El 6 de junio sabremos de qué lado mascó la iguana.