Por Victoriano Martínez
Octavio Pedroza Gaitán y Ricardo Gallardo Cardona salieron alrededor de las seis de la tarde para, con expresiones en sus rostros muy alejadas de quien tiene la certeza de la victoria y sin festejos acordes a sus declaraciones, proclamarse gobernadores electos y enseguida abrir un espacio de silencio con tufo a maniobras y negociaciones para un reacomodo convenido de cifras.
Pedroza Gaitán salió a decir que tenía una ventaja de entre 10 y 12 puntos para luego asegurar que “en unas cuantas horas se formalizará el anuncio de que soy el nuevo gobernador de San Luis Potosí”.
El equipo de Gallardo Cardona afirmó que tenía una ventaja de 8 puntos y el propio candidato aseguró que alcanzaría 15 puntos de ventaja y le habría llamado al gobernador del estado, Juan Manuel Carreras López, para “pedirle que exista un cierre tranquilo, que no se violente todavía más […] el gobernador debe estar tranquilo”.
Ni uno ni otro salió a las calles a festejar. Tampoco lo hicieron en sus centros de operaciones. Suspendieron todo encuentro con la prensa para confirmar las tendencias favorables que habían adelantado.
Un silencio sólo interrumpido por una que otra aparición de resultados de encuestas de salida en las que también empataron: dos le dieron la ventaja a Pedroza Gaitán y otras dos a Gallardo Cardona.
Un silencio que trajo a la memoria la elección de Fernando Toranzo Fernández como gobernador el 5 de julio de 2009, cuando las proclamas de triunfo fueron abruptamente interrumpidas por una falla en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), a cargo de la UASLP, cuyo algoritmo duplicaba los votos contabilizados.
Hoy no hay falla en el PREP, pero sí autoproclamaciones triunfalistas que guardaron silencio apenas se pronunciaron.
En aquella elección el Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (CEEPAC) acordó guardar silencio sobre proclamas victoriosas, anular el PREP y que ya no se tomara en cuenta para hablar de tendencias en el resultado, y sólo dar por buenas las cifras que surgieran del cómputo formal a partir del miércoles siguiente al del día de la votación.
No obstante, Rodolfo Aguilar Gallegos, entonces presidente del CEEPAC, se adelantó y el martes 7 de julio afirmó que de acuerdo al 98 por ciento de los votos computados la tendencia era irreversible a favor de Toranzo Fernández, con un tres por ciento de ventaja.
Trascendió entonces que el presidente del CEEPAC había sido presionado en una reunión en casa de un empresario en la que habría participado Marcelo de los Santos Fraga, gobernador saliente, para hiciera pública esa tendencia aun antes de iniciar el cómputo oficial y perfilar el resultado final.
Hoy, hasta donde se sabe, no hay falla en el PREP, tampoco pronunciamientos irresponsables como el de Aguilar Gallegos, que así se calificó.
Lo que sí hay es un silencio de los autoproclamados vencedores y un retraso de dos horas en la presentación del resultado del conteo rápido que, si existe el antecedente de que entre el cierre de las casillas y el conteo de los votos puede haber maniobras para que se hagan ajustes, el triunfalismo atípico y silencioso con la dilación en el conteo rápido, abren la sospecha.
El resultado del conteo rápido, que finalmente se dio a conocer pasada la una de la mañana, con el 87.8 por ciento de las casillas muestra y un 95 por ciento de confiabilidad, da un margen de ventaja de Gallardo Cardona sobre Pedroza Gaitán de entre 2.8 y 2.9 porciento, más de dos puntos abajo del margen de error, lo que impide calificarlo como irreversible.
Un resultado del conteo rápido que está muy lejos de las ventajas auto proclamadas por los candidatos, cual si éstos en realidad hubiesen fijado una postura desde la que buscan sentarse a negociar para ver quién convence a quién para que el otro le reconozca el triunfo.
Si ninguno de los dos transparenta sin lugar a dudas la base de su proclamación de triunfo –en lo que sólo Pedroza Gaitán habló de contar con copia de la mayoría de las actas de escrutinio, cuya exhibición pública resulta obligada–, haber cantado victoria como un susurro y guardar silencio no habrá sido más que un acto de blofear con miras a negociar.
Una negociación que involucra otro tipo de cartas, en las que Gallardo Cardona juega a poner de su lado a la Cuarta Transformación con la plana mayor del PVEM en el Estado, cual mensaje al presidente Andrés Manuel López Obrador de que si no hay maniobras para que ese partido se haga de la gubernatura potosina, perderá el apoyo que tanto valora en San Lázaro.
Un margen de negociación que, como en la definición de candidaturas por parte de todos los partidos, hace a un lado a la ciudadanía, incluida su voluntad real manifestada en las urnas, para hacer potenciales maniobras de ajustes para atender a los intereses de la politiquería ahora también blofeadora.