Centinela: Purificación de “La Gallardía”

Antonio González Vázquez

Tres son los mandamientos del presidente Andrés Manuel López Obrador: “No mentir, no robar y no traicionar”.

Los tres postulados, representan los cimientos de la Cuarta Transformación que se ha propuesto “la purificación de la vida pública de México”.

“No mentir, no robar y no traicionar”, son disposiciones que los partidos políticos y servidores públicos, así como los “aliados” del presidente deben asumir como principios en el ejercicio de gobierno.

José Ricardo Gallardo Cardona dice ser aliado del presidente y de la Cuarta Transformación. La narrativa que construyó desde que abandonó al Partido de la Revolución Democrática (PRD) para integrarse al Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en la Cámara de Diputados, se empezó a sustentar en la especie de que compartía los fundamentos del “obradorismo”

De hecho, el gobernador electo de San Luis Potosí se ha apropiado de otro elemento central del discurso presidencial: “primero los pobres”.

 A cualquier persona, por más modesta que sea su condición, no le resulta sencillo llevar a la práctica esos tres mandamientos. A los políticos y servidores públicos, mucho menos.

De hecho, la percepción social sobre los funcionarios, sean gobernadores, alcaldes, diputados, regidores, secretarios, directores o jefes de alguna entidad pública, es que son sobradamente mentirosos porque se les da muy bien la simulación.

La corrupción es un estilo de vida y la traición es elemento necesario para avanzar en el perverso mundo de la política: para ser alguien y pasar a ser parte del poder público, traicionar es elemental.

Hay quienes mienten, roban y traicionan para cristalizar el sueño de ser gobernador, presidente municipal o legislador. Los tres mandamientos de López Obrador, en la práctica, son el “Cómo Hacer” de los políticos.

La corrupción, por ejemplo, ha permeado en todos los niveles de gobierno, de modo que el presidente considera que es el principal “lastre” de México.

El pasado 13 de julio, López Obrador recibió en Palacio Nacional a Gallardo Cardona, cuyo historial personal está plagado de sospechas respecto del quehacer de un buen servidor público.

En su encuentro, el político potosino y el Ejecutivo Federal, conversaron y tenían como testigo, la respetabilísima imagen del presidente Benito Juárez García, de cuna humilde y receptáculo de los valores más encomiables para un verdadero republicano.

La frase de “no mentir, no robar y no traicionar”, en ese momento estaba más presente que nunca; Juárez fue ejemplo de eso y de mucho más.

Vaya a saberse si López Obrador planeó que la fotografía tomada fuera esa, y si así fue, entonces el mensaje fue muy claro: para ser aliado de la Cuarta Transformación se debe seguir el ejemplo de Juárez.

La trayectoria del gobernador electo es muy controvertida y tiene muchos hoyos negros, se ha visto envuelto en escándalos que ponen en duda su probidad como servidor público.

Se le tiene por presunto autor de diversos delitos, pero hasta ahí.

Hay investigaciones en su contra y hay expedientes no cerrados, pero hasta ahí.

Se presume que hizo esto o aquello en afectación al erario, no obstante, nada se ha aclarado.

Han pasado los años y con todo y las presunciones, ha sido electo diputado federal y ahora gobernador.

En los momentos de apuro, dice que se trata de la “guerra sucia” de sus adversarios políticos, o bien, afirma que se trata de “inventos”.

Después de la reunión con el potosino, el presidente sostuvo un encuentro con los gobernadores electos y en funciones de Morena y les ordenó trabajar con apego a los mandamientos de “no mentir, no robar y no traicionar”.

Anunció que se volverá a reunir con gobernadores electos de Acción Nacional, Movimiento Ciudadano y del Verde. De éstos, solo Gallardo es “aliado”, así que a él sí le ordenará “no mentir, no robar y no traicionar”.

A quienes ganaron en las elecciones del pasado 6 de junio, habría que darles el beneficio de la duda.

Gallardo Cardona, si los tribunales confirman su triunfo y el 26 de septiembre asume el poder, tendrá que concretar aquello que prometió para no ser visto como mentiroso. Tendrá que ejercer los recursos públicos con honestidad y eficiencia para no ser tildado de corrupto, y tendrá que ser leal con el “obradorismo” para no caer en el terreno de la traición.

Esperemos a ver qué es lo que se impone: la purificación de la vida pública o la tentación a mentir, robar y traicionar.

En ese tenor, el caso de la Sierra de San Miguelito y La Cañada del Lobo será una prueba de fuego: el gobernador electo ofreció que esa área natural estará a salvo de los empresarios depredadores.

Si el proyecto residencial en La Cañada del Lobo avanza, entonces Gallardo Cardona habrá mentido y probablemente, robado y traicionado.

Es cuestión de esperar. La figura del gobernante se empieza a desgastar hasta convertirse en repulsa cuando en el ejercicio del gobierno se hace lo contrario de lo que se prometió.

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