Por Victoriano Martínez
Vivir sin miedo fue un eslogan. En tres meses, de lo que más han dado muestras las nuevas autoridades es de que viven con miedo y le cargan al erario el costo de las medidas para paliarlo. Ellos pueden hacerlo, la población no.
El gobernador Ricardo Gallardo Cardona criticó con dureza el hecho de que su antecesor y sus funcionarios contaran con escoltas de seguridad, pero pronto dio muestras de que se trataba de una pose propagandística más.
El 15 de octubre modificó la estructura de la Secretaria Particular y a través de un decreto creó una guardia personal “para proteger de forma directa y permanente la personalidad del C. Gobernador y de su familia, sus instalaciones, oficinas, domicilios, y demás lugares que así lo amerite según las necesidades”.
Estableció para su guardia pretoriana una serie de funciones “enunciativas más no limitativas”, lo que se traduce en la posibilidad de un uso discrecional de recursos materiales y humanos del Estado para su seguridad personal, además para el cuidado de su personalidad, concepto que sólo los redactores del decreto y él como firmante tendrán claro a lo que se refieren.
Ya no se volvió a denostar el uso de escoltas durante el sexenio anterior. Aquella fue la primera muestra de un primer paliativo contra el miedo que no alcanzó para la población.
La Crónica de Ejecutados mantiene su ritmo, y después de los primeros tres meses de este sexenio lleva por título, por ser el más descriptivo de lo que relata, Vivir con Miedo.
La acumulación de ejecuciones a la contabilidad delictiva da cuenta de que para la población no hay paliativo para el miedo.
Los acontecimientos de alto impacto de los últimos tres meses, con siete policías y un militar muertos entre las víctimas acumuladas, sólo son más motivos para el miedo.
Que ante el anuncio sobre la solicitud de 500 elementos más de la Guardia Nacional para blindar al Estado, después de 25 días sólo lleguen 160, tampoco es una buena señal para que la población viva con menos temor.
A partir del gobierno de Marcelo de los Santos, el miedo crece y las estrategias de seguridad no dan en el clavo.
Quizá por eso las muestras de miedo en las propias autoridades.
Ahora es el Congreso del Estado el que da una muestra más. Aprobó un presupuesto de seis millones de pesos para invertir en seguridad y aunque aseguran que gastarán un poco más de la mitad, el punto es que se trata de un caso más de destinar parte del erario a paliar el miedo de los servidores públicos, en este caso, representantes populares.
Vivir sin miedo fue eslogan y hoy queda lejos de ser una promesa a cumplir a cambio del voto, porque parece más una aspiración que buscaban lograr como parte accesoria del cargo por el que contendieron.