Óscar G. Chávez
Algo extraño debe ocurrir en el entendimiento del gobernador; resulta inconcebible que mientras la inseguridad incrementa y se hace público un nuevo feminicidio, éste ofrezca en sus redes sociales boletos para un partido de fútbol. Claro está que no es él quien maneja sus cuentas en redes sociales, sino algún empleado económico designado para tal encomienda, pero lo cierto es que debería mostrar si no cierta empatía, al menos cierto conocimiento sobre los problemas que afectan a San Luis Potosí.
No sólo es en la realidad cotidiana, sino también en un mundo alterno, en donde Ricardo Gallardo recurre a elementos de distracción como garantes de una paz de la que no gozamos ni conocemos en San Luis Potosí, desde hace ya bastante tiempo. Pareciera que la única realidad posible es aquella que ha diseñado para sí desde su muy particular manera de percibir lo que ocurre, lo demás resulta adverso o inexistente.
Mientras el potosino común se enfrenta a la inseguridad y experimenta la genuina preocupación por el nivel de violencia que se alcanza, él dice que no hay tal problema, y que si lo hay es mínimo, así se percibe porque el estado de descomposición que se alcanzó durante las administraciones anteriores. Nos acostumbramos a vivir con miedo y ahora que no debiéramos continuamos, por no conocer otra manera; afortunadamente gracias a él cambiarán las cosas.
Al día de hoy, desde que inició el gobierno gallardista, en San Luis Potosí no se conoce una sola acción con la que se haya logrado beneficiar de una forma real y profunda a los potosinos, como no sean proyectos llamativos y vistosos que no tienen otra finalidad que convertirse en pequeños distractores sociales. Niños, perros, extensión de horarios e iluminación en un parque ya existente es lo único que sabemos hasta ahora se ha hecho.
Se maneja bien, aunque ofrece propuestas novedosas, que en ocasiones no dejan de ser ocurrencias, no es un innovador real, sino que desarrolla o modifica sobre lo ya existente; es decir, no propuso la construcción de un nuevo parque con características similares o superiores al ya existente, sino que se colgó de lo que ya había y le dio una manita de gato.
Modificar el cuerpo de policía es otro de sus promisorios proyectos, en el que al final no se llegará a nada porque los elementos seguirán siendo los mismos, y en el supuesto que fueran otros que los reemplacen, valdría la pena preguntarnos qué ocurrirá con todos los policías desempleados.
No existe hasta este momento una estrategia real de gobierno, para empezar porque ni estrategas hay dentro de este gobierno, su vocación es unipersonal y de ocurrencia, no se puede percibir de otra forma, porque Ricardo Gallardo no puede interpretarse de alguna manera distinta.
Las ocurrencias de hoy, serán superadas por las de mañana, es la moda entre los entes políticos surgidos como resultado del uso y abuso de redes sociales en las últimas elecciones. Exactamente igual a su homólogo y vecino neoleonés; muchas ocurrencias y poco cerebro. Lo importante es llamar la atención en el momento, si se logra o beneficia es otra historia.
Ninguna herencia es inagotable, por lo que la maldita en algún momento se agotará y su desgastado discurso dejará de ser elocuente, es entonces cuando tendrá que hacer uso de nuevos elementos de evasión de la realidad que permitan que la ciudadanía perciba un entorno como él quiere que sea percibido. Distraer, no gobernar, será el sello de la casa.
Si de actuar en realidad se tratara, ya se habría buscado la forma de hacer efectiva la judicialización de las carpetas armadas en contra de varios exfuncionarios, pero si se llegara a actuar sobre ellos, después no habría a quién culpar. Es como el comerciante que no quiere vender, porque después no tiene nada para vender.
Muy posiblemente las cosas cambien, de ahí la llegada de maquinaria pesada para fortalecer a la gallardía, y no es porque la local sean ineficiente o incapaz, sino porque al menos de la que se ha rodeado Gallardo lo es, por no tener ni la mínima idea de lo que es la administración pública y todo lo que hay en torno a ella.
Por genuino horror nadie quiere ver lo que hoy se hace, ni tampoco quieren ver lo que no se hace, es mucho más fácil (y seguro) mirar para otro lado, mientras se destruye lo que se llevó años en construir, al tiempo que se construye mal y con escombro sobre lo que se está destruyendo. Pobre San Luis.