Rueda de la fortuna

Óscar G. Chávez

Mientras siete cadáveres son arrojados en el municipio de Aquismón, y el estado potosino es incluido en una lista de focos de violencia en el mundo por Proyecto de datos de eventos y ubicación de conflictos armados (ACLED), el gobernador Ricardo Gallardo sueña con levantar la rueda de la fortuna más grande de América Latina.

Esto ya resulta preocupante, ningún gobernante con mente sana podría anunciar obras de este tipo (y no por lo grande sino por lo inútil) mientras el territorio que gobierna atraviesa por diversas crisis, entre ellas la más grave es la de inseguridad.

No hay exageración alguna, basta ver los periódicos por encima para enterarnos que un día y al otro, también, hay hechos violentos de magnitud considerable que afectan a los habitantes del estado de San Luis Potosí. Ciertamente el anuncio de la gigantesca rueda es anterior a estos últimos hechos de sangre, pero no a otros que van ocurriendo al hilo, desde el inicio de su gobierno.

La policía estatal convertida en su Guardia Civil, ésa que afirmó cambiaría todo de un momento para otro, parece ser que no ha servido de mucho, por más que su secretario de Seguridad se esfuerce en decir que todo está bajo control. Seguramente algún funcionario comedido afirmará, como me lo hizo saber un angorino palaciego en el sexenio anterior, que todo es cosa de percepciones, porque el estado se encuentra mejor que nunca.    

La humildad como valor contrario a la soberbia parece ser que no está muy acendrado entre las observancias de nuestro gobernador, ya que resulta propia de los que han alcanzado a comprender sus debilidades y limitaciones, y dado que él no las tiene porque no ha alcanzado a comprender nada, quizá ni los requerimientos reales de su encargo, se desenvuelve en la realidad alterna que su propio narcisismo ha construido.     

En este contexto una rueda de la fortuna representaría un universo, construido exprofeso y acorde a sus necesidades de grandeza, que gira gracias a su voluntad, y desde allí puede observar cómo, diminutos, discurren otros universos sometidos a su persona. Desafortunadamente pareciera que olvida, si es que lo sabe, que la rueda de la fortuna se asociaba en la Edad Media con el destino de reyes y gobernantes y las tres posibilidades que tendrían en la vida: regnavi, regno, regnabo (reinaré, reino, reiné). En la rueda siempre se avanza, siempre se asciende, y siempre se cae: sum sine regno (carezco de reino).     

Por el contrario, discreto (pero no necesariamente con acierto) se mueve Enrique Galindo, sus problemas en la alcaldía no son menores a aquello con los que lidia el estado; desabasto de agua, basura, inseguridad, un centro histórico en la anarquía, una ciudad sin un orden urbano definido. Analítico, prudente y mesurado en la palabra, se contradice a sí mismo con la desmedida promoción de su persona.

Narciso también, el mundo gira en torno a él, aparenta atender todo, cuando no resuelve nada; una columna dedicada a la Independencia que a punto de caer se desmorona (descuido heredado de la anterior administración), un abandonado foro a medio construir en la plaza del Mariachi, convertido en refugio de delincuentes (recuerdo de las ocurrencias de su antecesor); simbolismo que acaba asociado a la perfección.  

Contra la prudencia del alcalde, un insensato y descerebrado director de ecología que amenaza con enviar al rastro a animales que han pastado por décadas en sitios hoy invadidos por el concreto. Absurdo que en un Ayuntamiento que se dice protector de animales aparezca un incapaz que pugna por lo radical, al ser evidente que no resuelve ni un pleito de gallinas.

Pareciera, y Pili y Mili se adecuan a la perfección a esto, que los gobernantes nunca logran darse cuenta que su mejor momento es en el que gobiernan, no habrá otro particularmente dentro de los parámetros actuales, porque es poco probable que se vuelva a votar por ellos; no en el caso del gobernador, evidentemente, pero se puede suponer que ni siquiera por quien él quisiera posicionar como su sucesor.

Su capital político comienza a entrar, y todavía ni siquiera llega al primer año de gobierno, en una etapa de desgaste derivado en parte del agotamiento de sus estrategias populistas de convencimiento y de la imposibilidad para cumplir a totalidad sus compromisos de campaña. Las despensas que durante los dos primeros meses de su gobierno, a pesar de la pandemia, se repartieron generosamente, se entregan ya de una forma cada vez más esporádica.

La rueda de la fortuna (que ojalá no le falle como el chupirul navideño) en este momento se encuentra en el centro, con el monarca arriba, pero ya comienza el descenso. La caída puede ser tan grande como la propia rueda.             

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