La decisión que pudo cambiar la historia de Hitler

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Cuando el pequeño Adolf Hitler tenía seis años, su familia expresaba que tenía una conducta poco común para un niño de su edad. Su madre Klara, estaba muy preocupada ante las persistentes pesadillas del niño, sueños donde Hitler era capturado y cruelmente torturado. Afirmaba que su “angelito” sufría tanto, que pasaba varios días sin poder descansar.

Al consultar a Eduard Bloch, médico de cabecera de la familia, éste consultó el caso con otro colega especialista en esos casos: el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, quien recomendó que fuera internado en un centro mental.

Sin duda, una decisión demasiado inesperada para su padre Alois, que se negó en lo rotundo.

Pero los comportamientos extraños de Adolf continuaron, al igual que sus malos sueños, por lo que su madre volvió a llevarlo al médico. Por respuesta, obtuvo la misma recomendación por parte de Freud: el ingreso a un psiquiátrico.

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Para ese entonces, la madre de Hitler ya estaba de acuerdo,  pues sabía que algo fuera de lo normal le ocurría a su hijo y que era muy conveniente pasar una temporada en una institución para ser tratado de sus problemas. Pero la razón de que esto no se llevara a cabo fue nuevamente por la oposición de su padre, quien sometía a su hijo a constantes maltratos físicos y vejaciones. Temía que al ser ingresado, se develaran esos actos que sin lugar a dudas, no lo hubieran dejado en muy buen lugar.

Por lo tanto, Hitler no recibió tratamiento alguno, y sus años de infancia avanzaron con las persistentes pesadillas, así como con las palizas paternas de las que intentó huir. Pero no había nada que hacer; con los años, la personalidad de Hitler se fue cubriendo de mayores demonios y resentimientos.

Según dicen los expertos, la imposibilidad y la negativa paterna para dedicar su vida al arte y a la pintura puso aún más sustrato para definir su compleja personalidad. Sus maltratos y humillaciones eran demasiado evidentes para que fuera internado, tal y como Sigmund Freud recomendó.

Quizá el rumbo de la historia hubiera cambiado si aquel niño de 6 años hubiera recibido la ayuda de este personaje de la psicología. Pero ahora queda en una curiosa anécdota que no evitó en absoluto los terribles acontecimientos de los que Hitler fue responsable.

 

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