Por Victoriano Martínez
Si la desinformación es “acción y efecto de desinformar” y esto implica por un lado “dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines”, y del otro “dar información insuficiente u omitirla” según definiciones de la Real Academia Española, en lo ocurrido el pasado fin de semana la población habría estado sometida a una ecuación acciones-omisiones igual a pánico.
Las señaladas por las autoridades como acciones de desinformación para crear pánico corresponden a la descripción de la primera acepción del término y se señalan con índice de fuego desde quien tiene la obligación de combatir ese acto con información confiable, pero cuyas deficiencias y omisiones (segunda acepción) generan el campo propicio para que se den.
Nada justifica que haya quienes aprovechen los vacíos de información que deja la autoridad para generar versiones manipuladas y hasta falsas para provocar pánico, por tratarse de un abuso de la tecnología que facilita la difusión de mensajes a gran escala y, en tanto mal intencionadas, necesariamente son motivo de sanción por el perjuicio que pueden provocar a la sociedad.
De igual forma, resulta injustificado que los tres órdenes de gobierno cierren filas, como dijo el alcalde Enrique Galindo Ceballos, para volcarse en alertar contra la desinformación sin asumir, con la más mínima autocrítica, la parte de responsabilidad que tienen en el ambiente de inseguridad que se vive.
Hechos sangrientos hay, y 402 ejecuciones en los primeros ocho meses del actual gobierno lo acreditan. Un aumento en la saña y lo atroces que resultan esos crímenes que, por más que se les quiera minimizar con un los matan en otros estados y los tiran aquí, generan un impacto en la percepción de inseguridad.
La descripción que hace Antonio González Vázquez en la presentación del recuento de los asesinatos ocurridos en el último mes (Crónica de Ejecutados) es muy descriptiva de los hechos concretos que marcan el punto de partida para que la población viva con miedo:
La embestida criminal es implacable y muestra toda su fuerza mortal. En su atroz acometida, está la vil tarea de cegar vidas, eliminar, quitar del camino al adversario, al inocente o al que se ponga enfrente. Caen hombres, mujeres, adolescentes e incluso policías. La acometida delictiva cobra, una tras otra, más víctimas, mientras que toda la “fuerza del Estado” se achica.
Si la autoridad advierte y hasta inicia investigaciones para sancionar a quienes manipulan y falsean para provocar pánico, ¿hasta dónde la propia manipulación de la información para minimizar los hechos por parte de la autoridad da pie a que la población desconfíe de ella y, al hacerlo, la información falsa y manipulada se vuelve más efectiva en sus propósitos?
La mejor vacuna contra la desinformación es la difusión de información completa, confiable y, sobre todo, oportuna. Algo que no puede acreditar la autoridad, y el pasado fin de semana fue una muestra de ello.
¿Pueden tres páginas de internet, una de ellas que simulaba ser la cuenta de la Guardia Civil, lograr más tráfico que los sitios oficiales de las corporaciones de seguridad pública? ¿Porque, además de señalar la gran capacidad de difusión de esas páginas, no se preguntan sobre las razones de la poca efectividad de sus propias vías para comunicarse con la sociedad?
¿Porqué el fiscal General del Estado se limita a señalar “tres páginas” y no las menciona concretamente para que la población pueda saber cuáles son y desconfiar de lo que publican? “Si se trata de un periodista, bueno, tendremos que tomar las acciones correspondientes”, dijo el fiscal José Luis Ruiz Contreras.
Una omisión y una insinuación que pone en alerta a medios que suelen realizar transmisiones en vivo. Anoche mismo, Omar Niño transmitió en su página de Facebook el operativo en torno a la ejecución de un hombre en la colonia Simón Díaz con un reto para el fiscal: “si me va a meter a la cárcel por decir la verdad, aquí estoy a sus órdenes”.
“Hago responsable al Gobernador del estado y al Fiscal del Estado, de lo que llegue a sucederme a mí, a mi familia o a mi equipo de trabajo por las amenazas y mensajes de odio que su círculo cercano han realizado por simplemente atender nuestra obligación de siempre decir la verdad”, expuso en un comunicado Omar Niño.
Sin duda, difundir información manipulada y falsa para provocar pánico debe ser sancionado, pero el hecho de que ese tipo de acción resulte efectiva para asustar a la población exhibe que en el combate al crimen la autoridad no sólo va perdiendo la batalla en abatir los índices delictivos, sino que también ha sido incapaz de ganarse la confianza de la población.
Una combinación en el panorama estatal de las dos acepciones en el diccionario para el término desinformar que tiene como resultado que cada vez se vea más lejano el cumplimiento de la promesa de vivir sin miedo.