Óscar G. Chávez
Sencillo, el Covid y la Secretaría de Salud dirán que no, pero Gallardo y la Feria dirán que sí. La imagen de gran estadista, especializado en diversiones y festividades de pueblo debe ser la prioridad del momento.
Es lógico, de alguna forma debe buscarse que pasen desapercibidos los yerros que se cometen desde el gobierno; la Fenapo es el pretexto perfecto para olvidarnos del patético desarrollo del plaqueo, de la inexistente estrategia de seguridad, de la infame gestión contra el coronavirus, de la burla que fue la ejemplar sanción a la principal implicada en el escándalo de los Servicios de Salud.
El caso de Mónica Rangel sigue y seguirá dando de qué hablar; millones de pesos en cajas de huevos. El botín obtenido de los recursos de la salud pública acabó siendo trasladado como absoluto contrabando; vulgaridad a tope.
Pero no sólo es vulgar por sí mismo el hecho, vulgar es también el cinismo con que la exsecretaria se condujo, vulgar la forma en la que fue tratado el caso y, más todavía, la salida fácil que se le otorgó a cambio de que devolviera una mínima parte del recurso. Burla vulgar fue la sanción aplicada.
Se habla de 14 carpetas de investigación en otros asuntos de los Servicios de Salud, pérdida de tiempo y de recursos, mejor sería dirigir los esfuerzos a otros casos; éstas, en particular, muy posiblemente acabarán también en cajas de huevo, porque seguro ni siquiera en alguna de archivo muerto.
Pese a lo grotesco en absoluto se actuará, pareciera que los dividendos de la herencia maldita se reparten acertadamente entre quienes debe hacerse. Antes fueron omisos, hoy se cae en lo obtuso.
No hay mucho qué decir de la lucha contra la corrupción heredada, ésta al igual que la que debería librarse contra el coronavirus es inexistente. Un gobernador que se niega a aplicar las disposiciones sanitarias mínimas, a meter en orden al comercio y a los restaurantes, a normar horarios, a reducir las afluencias en las plazas; todo seguirá como hasta ahora, sin importar los altos índices de contagios.
Mientras se evidencia y cuestiona el desempeño de los juzgadores, el diputado Edmundo Torrescano busca que se resuelva una normatividad sobre pensiones a magistrados; debe ser desesperante el no poder litigar después de concluir su encomienda. Pareciera que no alcanza percatarse que la conclusión de un encargo no implica que no tengan forma de ganarse la vida. Es inexplicable que a estas alturas todavía se busque otorgar prebendas monetarias a quienes disponen inmoralmente del erario.
En ocasiones pareciera que cuando el gobernador alude “a los mejores artistas en el escenario más grande de México”, se refiere a los políticos y a la política potosina. No es que se exija en exceso cuando ni siquiera se pide lo justo; por el contrario la permisividad comienza a ser costumbre.
La propia autoridad forma parte de esta dinámica entrópica, en una ventanilla de cobro municipal se lee una indicación en la que se establece que en el pago con tarjeta de débito o crédito el contribuyente deberá cubrir una comisión de 1.5 por ciento sobre la primera y 2 por ciento sobre la segunda. ¿No sabrá el alcalde que la Profeco señala que no se debe cobrar comisión por el pago con tarjeta? Allá la vulgaridad y acá la voracidad.
Sigue, mientras, el desmedido culto al ego; los narcisos de ambos palacios parecieran todavía no percatarse que se les eligió para resolver problemas, no para gimotear o continuar haciendo promesas en un entorno donde el ego es su constante.