Óscar G. Chávez
Reapareció Octavio Pedroza para decir que está listo para el 2024, por si algo se le ofrece al PAN; posiblemente ni siquiera mandarlo por la comida del día a la cocina económica de la esquina cuando, todos recordamos, desde tiempo antes del cierre de campaña estaba completamente aislado y, después de las elecciones no fue capaz, ya no digamos de mantenerse al frente de la resistencia, ni siquiera de coordinar alguna estrategia.
Salir de un prolongado letargo pidiendo que lo volteen a ver es como el caso del amigo al que se le pagó la borrachera en la cantina y a la hora de los guamazos, porque andaba de mala copa, salieron a defenderlo y mientras se armó la sacualtipana, se retiró tranquilamente a su casa a descansar del mal ambiente que él provocó.
Pocos creerían en este momento que Octavio puede ser, no nada más un buen candidato sino una buena pieza en cualquier cargo de elección popular. Sin embargo, así como están las cosas creo que puede ser la única figura que represente una oposición activa y no sólo de membrete.
Desafortunadamente, y ahí sí no sólo para él, en tan poco tiempo mucho ha cambiado, las nuevas formas de ser de los políticos y de hacer política han revolucionado las necesidades y parece que se dirigen por derroteros difíciles de comprender por los políticos tradicionales entre los que Octavio sería (de por sí lo fue en campaña) obsoleto.
Tampoco se necesita mucho cerebro, capacidad de observación y coordinación verbal, para decir que se percibe frivolidad en las acciones del gobierno estatal, eso lo puede decir cualquiera, y en cualquiera sería más aceptable y cobraría más sentido, que dicho por alguien que de manera perversa y buscando beneficiarse, guardó silencio frente a los excesos de la administración pasada en la que también jugaba a ser oposición.
En estos momentos en que el autoritarismo, la malversación de recursos y la opacidad son punto de partida dentro de la actual administración, en la que además se lesiona la estructura, con fallas desde luego pero que proporcionaba cierta estabilidad a la administración pública, para adecuarla a los intereses personales del gobernante, y la inseguridad asola por completo a los potosinos, es hasta infantil el decir que se percibe frivolidad. Tampoco va más allá, ninguna opinión le merece el actuar de su compañero de fórmula, su complemento en el combo, en el gobierno de la misma ciudad que él gobernó ya hace bastantes añitos.
Más reflectores hubiera captado y más atención hubiera generado si se hubiera sumado a las infantiles declaraciones del diputado Rubén Guajardo sobre la gira de Adán Augusto a costa del presupuesto federal (no hay otra forma en que viaje político alguno, todo lo hacen a costa del presupuesto), o de plano se lanzara a tambor batiente contra la permanencia en las calles de las fuerzas armadas (las federales, porque las del narco también se mantienen).
También podía unirse a las exigencias de la dirigencia estatal de su partido cuando pidió sancionar a Xavier Nava y de paso –demostrar valor cívico– e invitarlos a hacer lo propio con Ricardo Gallardo Juárez, pero prefirió quedarse callado. Son precisamente esos silencios acomodaticios, opiniones intrascendentes, o estrategias de confort lo que invita a la ciudadanía a acabar despreciando a ese tipo de políticos y acabar creyendo en alguno como el que actualmente gobierna el estado.
Hay algo de entre todo esto que no cuadra ni se alcanza a comprender, ¿qué fue lo que llevó a Octavio a realizar estas declaraciones?, ¿por qué hasta el momento había mantenido un voto de silencio?, ¿será que el hermano encapillado ya pactó?
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.