Humo y Espejos: Carta a un universitario como tú

Abelardo Medellín Pérez

México, S.L.P. 11 de enero de 2023.

A las compañeras y compañeros autónomos:

Hace tiempo ya que no leía tan alegres noticias de nuestra universidad como las que he encontrado en los más recientes periódicos, medios y redes. Todos parecen tan orgullosos de tener un cumpleañero centenario en la ciudad y al mismo tiempo parecen olvidar que, no hace tantos meses, la universidad, hoy blanco de felicitaciones, fue blanco de embates públicos desde el poder y omisiones en su presupuesto.

No me mal entiendas, te felicito a ti y a nuestra casa de estudios por haber resistido tanto; a ti por saberte universitario y autónomo, sea cual sea (fuese cual fuese) la relación que guardas con esta efigie educativa de hace un siglo. A ella por haber aguantado y combatido en el pasado los intentos de intromisión autocrática. Hoy los intentos persisten, pero la batalla parece haber menguado.

El 10 de enero, las autoridades que ocupan los puestos directivos de la universidad festejaron de gala y con alta honra la conmemoración de estos cien años, agradecieron a los asistentes y a los que los precedieron, reconocieron a los administrativos y a los alumnos, pero parecían ignorar las grandes ausencias.

El gobernador del Estado (la misma figura cuyo homólogo en 1923 reconoció y dotó de autonomía a la universidad) no asistió a la ceremonia ni a la sesión solemne por los cien años de la UASLP. Tal vez porque éste es un festejo de los universitarios, tal vez por la distancia respetuosa entre el poder y la academia, tal vez porque una entrevista privada era más trascendental. Lo cierto es, que su ausencia no parece obedecer a ninguna de las razones, enumeradas, sino más bien a un agrio rencor que ha dejado ver en el pasado y parece que tendrá continuidad en nuestro futuro.

¿Es acaso que no lo has advertido? La forma en que el gobernador cada que puede dar una explicación sobre la complicada relación económica que tiene con la universidad, prefiere ir por el cómodo camino de la descalificación. ¿No recuerdas cómo el secretario de Comunicaciones y Transportes habló de lo estorbosas que eran las autoridades universitarias para los fines electorales de la administración?, ¿o la vez en que el gobernador aseveró que la universidad era el resguardo de su enemigo imaginario “la herencia maldita”?

Quizá la pregunta que ahora te surja sea: ¿pero qué rencor, interés obscuro o mala intención podría tener un político como el gobernador sobre la universidad?, ¿qué cosa podría querer con la UASLP alguien que ya domina una parte de las instituciones (formales e informales) del estado?

Ojalá no te sorprenda saberlo, pero la universidad, así de anquilosada, criticable y lejana como puede verse, carga consigo la memoria de múltiples intentos por ser conquistada desde el poder. Grandes caciques del repertorio autoritario de nuestro estado, pusieron en sus tiempos una diana sobre las puertas de la universidad y emprendieron contra ella avanzadas que, en sus primeros años, incluso llegaron a suspender su autonomía por una década.

Cierto es que en 1923 Rafael Nieto tuvo en bien darle autonomía a la institución, pero luego de él, muchos autócratas intentaron controlar (en fondo y forma) a la universidad para promover ideologías, decidir sobre su administración o aprovecharse de la influencia que siempre ha tenido.

Compañera, compañero, nuestros tiempos no son distintos a ellos. En aquel lejano 1924 un cacique de nombre infame le retiró su autonomía a nuestra universidad, porque buscaba manejar a su voluntad cada aspecto de la vida pública de nuestra entidad. Buscaba control a través de su imagen, sus gustos y sus intereses. ¿No te parece familiar?

Hoy no les llamamos caciques, les llamamos líderes carismáticos, pero sus consecuencias siempre son parecidas: una bota en el cuello como solución diplomática a la resistencia.

A reserva de lo que puedas pensar… a mí no me parece adecuado que el ejecutivo pinte con su imagen institucional los carteles del edifico de posgrados de la autónoma, a mí no me parece una relación respetuosa que la instalación de módulos de los programas sociales al interior de las facultades, mientras disfraza con la excusa de “lo más accesible” algo que es lo más sospechoso. No parece sensato que la voz principal de la palestra pública siempre tenga por delante el vituperio cuando habla de la universidad. No parece haber cambiado nada cuando recordamos la campaña y vemos que, quien se ha quejado de grupos políticos al interior de la universidad, intenta implantar un grupo propio de politiquería.

Compañera, compañero, esta no es una convocatoria a la acción, porque afortunadamente la situación (aún) no la amerita; mi encarecida petición es que no descansemos en nuestros laureles, no seamos apáticos. Ingresar a la UASLP no es solo un logro personal, es un compromiso con una comunidad al interior de la universidad y con la sociedad que sostiene la institución y a la que nos debemos. No estoy exagerando.

Egresar no es haber cerrado un ciclo nimio cuya trascendencia inicia y termina con una fotografía de generación colgada en tu casa. Formar parte hoy o haberlo hecho ayer, nos responsabiliza (mientras tengamos uso de razón) a ser consientes de nuestros tiempos, advertir los peligros y estar listos para cuidar que, quienes hoy quieren aprovechar este espacio de educación superior, lo hagan sin temor a la intervención de los poderes que buscan imponerse por encima de la libertad de cátedra, de auto organización y el derecho a la educación.

No le debemos nada a los rectores, directores y cabezas parlantes, pero, si lo piensas, nos debemos todo los unos a los otros; entre compañeros hicimos comunidades, sin importar su tamaño, por las que daríamos mucho con tal de volver a ver, volver a platicar, volver a aprender. Quienes hoy ocupan esos espacios tienen el mismo derecho de construir esos lazos, y aquellas uniones que aún persisten entre nosotros, deben ser ejemplo del sendero que deberá ser caminado.

No le debemos nada a la universidad, sino a quienes integraron e integran esa comunidad. Puedes ver como usuales los recientes ataques a tu alma mater, pero no son normales, al contrario, son las banderas rojas que deben ser atendidas en su dimensión para evitar el avance autocrático.

Te pido hoy, que reflexiones cómo en nuestra historia ya hemos perdido el derecho a la autonomía, el cómo nos costó recuperarlo, el esfuerzo que tomó mantenerlo. Puede que hoy no creas en las razones para festejar, pero no olvides que los motivos para lamentarse están ahí esperando a que bajemos la guardia.

Es momento de apelar a la empatía, de convocar a quienes no han escuchado las alarmas, de exigir respeto y cumplimiento, de defender nuestra comunidad y no a las estatuas pensantes, de inventar una nueva identidad autónoma y crítica, de recordar (sin necesidad de conmemoraciones) que, como dijo Mark Twain, la historia no se repite, pero rima.

No nos convirtamos en las rimas tristes de la historia que habitamos.

Saludos.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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