Historias Paralelas: El mejor alcalde del mundo mundial

Octavio César Mendoza

Eran las 7 de la mañana y una enorme sonrisa se extendió a lo largo y ancho de mi chueca dentadura cuando leí, en un medio de altísimo nivel y honesto quehacer periodístico, que a un alcalde de un pueblo mágico llamado “La capital del Sí” (por mis destos) le habían confeccionado un traje invisible hecho a la perfecta medida de su ego -más o menos como la capa de invisibilidad de Harry Potter, pero del tamaño de Hogwarts.

Con bombo y platillo, con tamborazo de porra futbolera y timbales de Villalpando, sus asesores y los encargados de la hechura (carísima, de París, por cierto) del edilicio traje de luces, festejaban su nominación cumasumlaudenonplusultracuanperfectumfactumest.

Sí: el mejor alcalde del mundo mundial, ese por el cual no votaría de nuevo la mitad de los electores que lo llevaron al poder, el que estudió para ejercer la carrera “polisial” (de acuerdo a su voluntad de que el nombre de su profesión se escriba con “s” porque él tiene su propia RAE ) y el mismo y fotogénico creador del “tenemos lana y voluntad de hacer la chamba del gobernador” (pero no para arreglar las calles), el prohombre que vislumbró la creación del municipio 59 según sus propios recuerdos luego de que el gobernador lo despertara de su somnolencia de año y medio, el padre de todos los festivales de cultura habidos y por haber, el dueño de la Nimbus 2000, el atinadísimo gestor del rescate del muy funcional INTERAPAS, el genio de la lámpara que se soba a sí mismo para aparecer en las encuestas como el salvador de la patria chica, chiquitita de Tequis y sus alrededores limítrofes con escalerillas, el héroe de mil batallas, el galán de telenovela, el único e irresistible Kike, está por encima de cualquier otro alcalde de cualquier otra ciudad europea de la era del México colonial.

Nada de que Mérida es la ciudad más segura de México; nada de que San Pedro es el hogar de la crema y nata de los industriales del norchi, nada de que la CDMX tiene una Cuauhtémoc o una Benito Juárez, nada de que Cancún es Cancún, nada que ese tal Querétaro es la ciudad más limpia y menos corrupta de México, nada de que Soledad tiene mejores vialidades que la Kapital del Cincho, Kalimán, del sentro yztóriko con mejor iliminasión, nada, nada, nada: si por algo nos distinguimos los potosinos es porque tenemos al mejor alcaloide del mundo mundial, le duela a quien le duela el hipogastrio, le pese a quien le pese la risa, y haya costado lo que haya tenido qué costar la encuesta de México Empina, que para eso el cuerpo edilicio de la madre de todas las capitales tiene mejores sueldos que gobierno del estado y gobierno federal, ¡jí,ñor! Aquí lo que sobra es lana para propaganda, aunque pésima, pero propaganda al fin, y con gasto justificado porque creo que lo vale, y por eso siempre tengo Tang.

Por mientras, en mi colonia y las diez colonias vecinas no hay agua, la basura es una clara muestra del prolongado festejo por el tan elevado logro espiritual de nuestro emperador de la Roma de Remulo y Rima, los baches nos hacen saltar de alegría, y no hay día en que no ocurra que la justa repartición de la riqueza se dé a machetazo limpio o pistola en mano. Ni Luis Estrada se lució tanto en abusos hiperrealistas de ese bodrio de tres horas llamado ¡Que viva México!, como se está luciendo el Maestro de Maestros con su puesta en escena de tres años que, para nuestro infortunio, parece un spoiler de lo peor que está por venir.

“Minucias”, diría el consejo asesor de Cultura del Ayuntamiento de oro y plata. Ni a Hugo Boss le quedaron tan bien hechos los uniformes nazis. La pasarela de la ultraderecha incluyó enviar a una persona a preguntar al presidente López su opinión acerca de lo inclusivo que es el alcalde general del gran tunal, y el primero dijo del segundo que los ingratos gobernados por la réplica del Ángel de la Independencia deberíamos dar gracias a Dios de tener las papas del combo, al menos.

Nosotros, el desobediente pueblo que no obedece a las encuestas hechas de sopa de chayotes en mole de olla de cinco metros de diámetro, decimos con solemne rictus de dolor este mea culpa: ¡Perdónanos, Señor, porque no vamos a reelegir a tu elegido, y porque en el 2024 le diremos adiós al PRIAN del number one en la boleta electoral!

Pero qué bonito le quedó el traje de finísima tela invisible, caray. Chulada de costureros. Chulada de rey. ¡Y chiquitibúm-alabim-boombang, a la bio, a la bao, a la chin, fun, flais, el Kike, el Kike, y rá-rá-rá!

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Nació en San Luis Potosí en 1974. Actualmente es director de Publicaciones y Literatura de la Secretaría de Cultura, y también dirige la Casa del Poeta Ramón López Velarde y la Editorial Ponciano Arriaga. Ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes en 1995 y el Premio 20 de Noviembre en 1998 y 2010. Ha publicado siete libros de poesía y uno de cuento. Fundador de las revistas Caja Curva y CECA, también colaboró en Día Siete, Tierra Adentro, entre otras. Asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, siendo él presidente municipal, gobernador y director de Casa de Moneda de México.

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