Manual para la propaganda autoritaria estatal

Abelardo Medellín Pérez

Los gobiernos democráticos que reconocen su naturaleza finita y saben que están impostados en la silla de poder por tiempo definido, siempre optarán por alimentar un eficiente sistema de comunicación gubernamental que mantenga a los ciudadanos informados para que puedan tomar decisiones y relacionarse mejor con el aparato del Estado; no así los gobiernos que llegan con intenciones de perpetuarse. Aquellos gobiernos que arriban al poder con miras a perpetuarse, suelen preferir la propaganda por encima de la comunicación gubernamental; ¿por qué? Porque alguien que trabaja para el pueblo, informa, y quien trabaja para sí mismo, busca ser alabado.

Si algo sabe hacer bien el actual gobierno de San Luis Potosí es propaganda. Simplista, invasiva, chillante, sí, pero efectiva. Permea en todos los estratos de la población y provoca justo lo que busca, una reacción ciudadana.

Lo difícil no es aceptar que el gobierno potosino encabezado por Ricardo Gallardo Cardona sea bueno en su propaganda, lo que de verdad cuesta creer, es que este aparato de promoción personal en que se ha convertido la administración sea un invento novedoso de sus asesores, jefes de comunicación o su propia cabeza.

De hecho, es tan difícil de creer, que pensarlo provoca buscar si existieron modelos comunicativos tan avasalladores y unilaterales como el actual. Resulta que sí. En la historia de la propaganda política existe un decálogo de principios que parecieran aplicarse a este gobierno y que, si somos francos, no distan mucho de lo que hace la administración gallardista. Si no lo cree, lector, vamos a repasarlos.

Ojo, esto es solo un repaso del aparato de propaganda estatal, sí; pero por motivos de estilo y gracia, abordemos esto como seguro lo aborda la oficina de comunicación de la administración potosina, como un manual para el pequeño gobernador autoritario.

Principio de simplificación y enemigo único

De acuerdo con este principio, el enemigo ideológico del gobierno al poder debe ser individualizado. No se pueden tener enemigos económicos, sociales, políticos y personales; todos estos deben pertenecer a una sola categoría que sea fácil de identificar y de injuriar. Para un gobierno que inicia, el enemigo podría ser identificado en una categoría poco precisa, voluble y versátil como la de la “herencia maldita”.

Principio de método de contagio

Ya tienes la categoría única con la que vas a rivalizar, ahora debes meter en ella a tus enemigos. Por ejemplo, un ex secretario de Desarrollo Urbano, Vivienda y Obras Públicas, un ex gobernador, un ex alcalde; todos esos estorbosos perfiles que integran la historia de la que formas parte, deben ser transmutados en villanos y puestos dentro del costal de adversarios en términos, casi, bíblicos.

Principio de transposición

A veces, el ejercicio de gobierno no te permite negar las malas noticias, pero puedes encubrirlas con los errores de otros, aunque hayan ocurrido hace años. La clave está en achacarle defectos tuyos a otros personajes que no tengan nada que ver contigo y acudir a la frase “sí, podría estar yo mal, pero el otro está peor”.

Por ejemplo, puede ser que tu familia haya sido investigada por haber adquirido diversas propiedades durante el tiempo que fueron autoridades municipales, pero para taparlo basta con salir a decir que actualmente hay alcaldes que han amasado muchas más propiedades que las que a ti te han adjudicado.

Principio de la exageración y desfiguración

La información que se tenga sobre un hecho, debe sacarse de proporciones para preocupar o tranquilizar a la población según te interese. Porque si tienes en tus manos, por ejemplo, una Feria Nacional, a la cual le has invertido tiempo, dinero y recursos varios, no es lo mismo decir que habrá mucha afluencia a decir que asistirán cuatro millones de visitantes.

O quizá lo tuyo sean más las promesas a un futuro muy muy lejano, y entonces podrías, como gobernador, presumir que tu administración asegurará el suministro de agua por los siguientes 125 años y hasta mitades del siglo XXII.

Exagerar es clave, no solo para llamar la atención, sino para contagiar de euforia a los seguidores que necesitas para lo que viene.

Principio de vulgarización

El discurso de un gobernante debería ser siempre claro y llano en caso de que se busque informar, pero si lo que se busca es emocionar y alebrestar a la gente, la opción es el lenguaje popular y ramplón. Para esto, debes dejar ver en todos los eventos que organices que puedes decir cosas como “carajo”, “pendejo”, “a la chingada”, “cabrones” y otras tantas palabras floridas y vulgares que hagan sentir a la gente que entiende de qué hablas. No basta con exponer los crímenes de un adversario político, debes insultarlo y usar frases lo más comunes posibles, aunque no alcancen para describir un problema complejo.

Principio de orquestación

Si tu comunicación va a ser constante y extensa no puedes darte el lujo de incluir variedad entre tus ideas. Siempre debes distribuir las mismas ideas de forma constante, repetitiva e insistente. Si vas a mandar boletines a las decenas de sitios y páginas que distribuyen tu propaganda, intenta que cada uno de esos boletines incluya un elemento que homologue todo, por ejemplo: “Por instrucciones del Gobernador” o “Porque la herencia maldita también…” y agregas tu queja de la semana.

Principio de renovación

Así como tus mensajes deben ser repetitivos en contenido, en la misma proporción, debes hacer que tu imagen sea renovada constantemente. No puedes quedarte solo como el candidato del “Vivir sin Miedo”, debes mudarte pronto al “Potosí para los potosinos” y luego cambiar de nuevo de frase y difundir el mensaje del “Ya se nota” y cuando pase menos de un año, tu propaganda debe volcarse de nuevo, ahora a un “Sí hay apoyo”. La renovación constante, hará que ningún emblema ni promesa sea relacionado contigo.

De igual forma, debes variar diariamente los temas que son noticia; si permites que el enemigo responda a tu error de ayer, será muy tarde, por eso debes meter temas polémicos en la agenda, aunque no los tomes en serio: ambulancias para perros, castración para violadores, decir que tienes gustos sanguinarios, anunciar un nuevo artista para tu feria personal, no importa el tema, todo está en que la información fluya diario y sea diferente.

Principio de verosimilitud

Tus argumentos no pueden construirse siempre con información de la misma fuente. Como gobernador autócrata, es más importante tener razón que tener fuentes adecuadas. Por ello necesitas diversificar la información que utilizas para tomar decisiones, pero más importante, seleccionar a las fuentes que abonan a tu argumento y descartan el de cualquier otro.

Un ejemplo sería que, ante una hipotética crisis de agua en un municipio, en lugar de invitar a la autoridad municipal de la localidad con este problema, invites a todos, menos a él; lo anterior con tal de que tu circulo se cierre y en discriminación de quien no empate contigo.

Otro ejemplo, sería que, a pesar de la evidente construcción de una obra gigantesca sin licitación ni recurso claro, tú como gobernador autócrata, buscaras ignorar la evidencia y la opinión técnica de verdaderos expertos.

Principio de silenciación

Un jefe de Estado que busca promover su gobierno como una panacea de aciertos, utilizará la propaganda como catapulta de apariencias y el silencio como arma contra la crítica. Ante un hecho para el cual el mandatario no tenga una respuesta o no pueda responder por su obvia culpabilidad, el jefe del ejecutivo podría ignorar las preguntas que se le hacen o simplemente, con el tono que da el autoritarismo podrá pedir: “Cámbianos ya a otra pregunta mi hermano ya”.

Lo importante no es resolver el problema o explicar la irregularidad, sino acallar a quienes insistan en cuestionarte.

Principio de la transfusión

La propaganda no nace del aire, ésta se alimenta por las creencias, la historia nacional, el contexto, pero, sobre todo: los prejuicios y miedos del gobernante autocrático. Los temores y juicios de quien gobierna mueven su propaganda cuando el gobierno es unipersonal. Estos generalmente parten del dogma dominante en la mente del jefe de un Estado. Si el jefe de un estado vino, por ejemplo, de una familia con historial empresarial y político, sus prejuicios se volcarán contra clases empresariales que rivalicen con su proyecto personal. En ese mismo tenor, un gobernante que tenga un trasfondo empresarial, creerá que necesita de una justificación respaldo del único gremio al que, si bien no respeta, considera su par: los empresarios. Visiones así, se traducen en que el gobernante autoritario emprenderá dos acciones: por un lado, intentará imponer su voluntad a grupos empresariales que ve como contrarios, y por otro lado intentará imponer un concilio de empresarios que legitimen sus decisiones en el gobierno.

Principio de unanimidad

Esta es el epítome de la propaganda; lograr sostener la ilusión de homogeneidad ideológica. Para esto, el gobernante debe difundir la idea de que su criterio es el único válido, luego convencer a la población que todos piensan igual que él y quien no lo haga debe hacerlo. Para esto, el gobernante autoritario debe mostrarse como la voz del pueblo; debe estar de acuerdo con todos los puntos de vista socialmente aceptados y estar en contra de los tabús que no acepte la masa. Al lograr conectar con la gente que moverá su mensaje ideológico, deberá utilizar al ciudadano de a pie como instrumento de su discurso, para esto usará frases como “la gente está cansada”, sin explicar qué gente o cuándo se les preguntó. Generalizar ayudará a encubrir la obvia mentira e imprecisión. Igualmente ayudará a la búsqueda de unanimidad, no solo infundir miedo a tus cercanos, sino convertirte en objeto de admiración ignorante, de esa admiración que provocar vítores como el de “pollo yo te apoyo” o hace que la gente busque tomarse fotos contigo, como si se tratara de una celebridad… quizá lo sea, quizá solo sea eso.

Aunque hablemos solo de ideas, tu gobierno autoritario no debe limitarse a la semántica, puede ir hasta las últimas consecuencias simbólicas. Regala uniformes y mochilas con tus emblemas y tendrás un pequeño agente publicitario en cada alumno. Llega al poder y pinta todos los edificios que pertenezcan al gobierno, para que ahora te pertenezcan a ti. Pon tus colores en obras, en pendones colgados de calles, pon tu rostro en la Feria, haz que la Feria trate de ti, es más, pon tus colores hasta en las banquetas de las obras que hagas, aunque esto rompa la norma. Dale a la población bajo tu control tanta promoción, que vean el verde hasta en la sopa.

Los principios que hemos enumerado hasta aquí parecen encajar perfectamente con el aparato de propaganda que ha implementado el actual gobierno de San Luis Potosí, pero esto no es una descripción a posteriori, sino a priori, puesto que los once criterios arriba mencionados forman parte de un listado de requisitos para el control mediático de un estado. Este listado, dicen los anales de la historia, fue acuñado por un infame jefe de comunicación política alemán, tal vez ha escuchado de él… un hombre de nombre Joseph Goebbels.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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