Mariana de Pablos
Son los y las jóvenes de todo el mundo quienes han asumido la tarea de concientizar a la población sobre la necesidad de generar competencias verdes que vayan desde los hábitos individuales hasta el desarrollo de políticas públicas que pongan el ojo sobre la urgencia de transitar hacia el equilibrio ecológico. Su preocupación por la construcción de mundo ambientalmente sostenible y respetuoso con la naturaleza está sentando un ejemplo a seguir, pues son ellas y ellos quienes, principalmente, transforman esa preocupación en acciones concretas.
En el marco del Día Internacional de la Juventud, cuyo tema de este año es, precisamente, la importancia de la contribución de los y las jóvenes para hacer de la transición hacia un mundo sostenible una realidad, vale la pena reflexionar en lo que las y los jóvenes, junto al uso eficaz de las tecnologías, están proponiendo.
Escuchar sus voces e ideas para la solución de los problemas mundiales pueden ser, en efecto, la mejor manera de encontrar soluciones que mitiguen el daño ya ocasionado.
Las y los jóvenes, por sí mismos, se han dado a la tarea de adoptar habilidades y los conocimientos necesarios para poder trazar un futuro más limpio y resistente al cambio climático. Desde su vida personal y su círculo más cercano llevan a cabo cambios en su dieta, en la forma en que administran su economía, en sus decisiones diarias y en su rutina.
Sin embargo, reconocen que no son suficientes, que se necesita el actuar conjunto de todo el mundo. Hay una exigencia explícita de parte de los jóvenes por cuidar al planeta. De ahí que se movilicen y pongan en marcha proyectos que ayuden a mitigar el daño ya ocasionado.
Entre dichos proyectos cabe destacar el propuesto y desarrollado por Mariana Anaya, Leydi Diana Granados y Paola Alejandra Rivera, licenciadas en Diseño Industrial por parte del Tecnológico de Monterrey campus San Luis Potosí-Querétaro; en conjunto con la empresa TDF Ambiental.
Su iniciativa parte de una de las problemáticas más grandes que aquejan a México y el mundo: la no separación de residuos. La basura es uno de los principales problemas ambientales en México. La mayor parte de los desechos generados diariamente son reutilizables o reciclables, además de que aún tienen un gran valor comercial como materia prima para elaborar nuevos productos. Para ello es necesario separarlos, pues es la única forma de evitar que se mezclen, ensucien y pierdan su valor.
Como explica Leydi Granados: “Hay mucho desconocimiento de la situación porque por ejemplo existe está creencia de que sí tu separas la basura en tu casa, las personas de los camiones la van a juntar toda y no, en realidad si el 20% de los residuos en México se separan es gracias a las personas que trabajan tanto en la basura como en los camiones recolectores”.
Frente a este panorama, Mariana, Leydi y Paola, se dieron a la tarea de desarrollar un proyecto que atendiera esta problemática que afecta, en gran medida a las empresas de recolección, manejo y acopio de residuos. Como lo es el caso de TDF Ambiental, empresa que se acercó a estas jóvenes para llevar a cabo el diseño de una solución a este problema.
“Nuestro socio formador comentaba que el 70% de los residuos que llegan a sus establecimientos se van al relleno sanitario porque no hay una segregación correcta de cada uno de los residuos. Problema que viene desde el momento que la gente tira la basura sin separarla”, explicó Leydi.
Después de realizar un trabajo previo de investigación y de campo, partiendo de su espacio universitario como caso de estudio, que les permitiera entender tanto la forma en que funciona el sistema dentro de la Universidad; así como las razones que derivan en la no separación de residuos, lo que hicieron fue diseñar, en palabras de Leydi Granados, un módulo, un espacio, un contenedor, para separar correctamente la basura.
Como explica Mariana Anaya, el primer paso fue identificar a todas las personas involucradas en el proceso, pues el objetivo principal era mantener los residuos separados en todo momento.
“Esto va más allá de solo contenedores. Están las personas que generan residuos; quienes recuperan estos desechos, es decir los operadores; y también los recolectores. Entonces nos preguntamos, en todo este trayecto, ¿Cómo se van a mantener separados los residuos?”.
Partiendo de ello, diseñaron un módulo compuesto por seis contenedores para cada uno de los tipos de residuos identificados por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat): el vidrio, papel, plástico, metal, orgánico, a los cuales añadieron un sexto que es “no reciclables”.
Los cuales, como señala Mariana, “tienen los mismos colores, tipografía e iconografía que usa la SEMARNAT. Nuestra intención era acercarnos al esfuerzo que hace el gobierno por generar está cultura en el país”.
Ahora bien, dado que uno de los requerimientos por parte de la empresa era que fuese un módulo inteligente, lo que hicieron fue introducir un lector que, como explica Leydi, mediante inteligencia artificial permite identificar el tipo de residuo, e indica con luz y sonido en donde debe ser desechado.
“Entonces, por ejemplo, traes un envoltorio de papitas y dices bueno tal vez sea metal porque está hecho de aluminio, lo escaneas, pero no, el lector te dice que es un objeto no recuperable porque las bolsas de papitas no se pueden reciclar, van directamente al relleno sanitario”.
Asimismo, implementaron retroalimentación continua, es decir que el usuario aprenda utilizándolo.
“Así, si no decidiste usar el lector, cuando lo tires el sensor identifica si los residuos adentro son correctos o incorrectos”, explica Mariana.
Esta propuesta atiende a una problemática aún más grande, que es la cultura de lo desechable. Este acelerado estilo de vida actual de producción, consumo y desecho ha superado los límites del planeta. Leydi, Mariana y Paola entienden muy bien la magnitud del problema al que nos enfrentamos y consideran de suma importancia hacer conciencia no solo acerca de la separación de los residuos, sino también sobre la forma en que generamos estos desechos:
“Utilizamos materiales no biodegradables para cosas desechables. Usamos una cuchara de plástico que va a durar tantos cientos de años en la tierra para algo que utilizamos cinco minutos. Es un problema la forma en que consumimos y la forma en que prescindimos del ambiente”, señala Leydi.
Estas jóvenes hacen una invitación al cuestionamiento y a la reflexión sobre la forma en que consumimos los diversos bienes, mercancías y productos. Reconocen que, si bien el tema del reciclaje y la separación de residuos genera inquietud en la población, no deja de representar un reto, pues implica que todos realicen cambios en sus hábitos y estilo de vida. En palabras de Leydi:
“Tenemos que cuestionarnos a donde regresan todos los productos que consumimos, pero es bien difícil. Estamos muy cómodos utilizando desechables, usando cosas de plástico porque son muy baratas. Hay una retención hacia hacer un cambio porque el cambio es complicado”.
Las juventudes son generaciones de acción. Tienen conciencia sobre su parte de la responsabilidad para mitigar los daños y transitar hacia un mundo más amigable con el medio ambiente, y la asumen con responsabilidad y acciones concretas. Así, como señala Mariana, recae sobre todos la tarea de convertir esta inquietud en competencias verdes necesarias para construir una sociedad sostenible:
“No hay vuelta atrás, el daño está hecho, pero soy optimista en cuanto a las personas, la capacidad y la intención. Mucha gente como nosotras tiene está intención por cambiar las cosas y poner su granito de arena. No tenemos que inventamos la gran cosa, sino cosas cercanas a nosotras. Ir pensando cómo podemos ir arreglando las cosas hoy en día y siento que, si hoy arreglamos una cosa, mañana vamos a poder arreglar otra”.