Si su hijo invierte no es pecado…es conflicto de interés, señor gobernador
Señor gobernador, tiene usted razón, no es pecado que uno de sus hijos sea además de médico, ahora también un prospero inversionista. Eso es por lo menos, sospechoso.
No es pecado invertir, pero cuando se es hijo del gobernador del estado, antes de hacerlo, hay que pensárselo más de dos veces pues se corre el riesgo de cruzar la delgada línea del conflicto de intereses.
Y de paso, también la del influyentismo, la del nepotismo y todos los malsanos ismos negativos que proliferan en la administración pública.
El periodista de astrolabio digital, Eduardo Delgado hizo una entrevista al gobernador Fernando Toranzo, una entrevista a tres caídas sin límite de tiempo en la que el doctor tocó la lona más veces de lo que su alcurnia se lo podría permitir.
Pues no, que yo sepa no, es la ambigua respuesta a la pregunta directa y sin contemplaciones de que si su familia se ha enriquecido durante la administración que está por terminar.
La duda se queda abierta, la ventana a la sospecha abierta para que entren todas las dudas posibles. No fue capaz de afirmar con contundencia: quien sabe cuantas cosas no sabrá de lo que pasa en su gobierno y en su administración.
A su hijo, le autorizaron en automático un crédito por un millón 080 mil pesos por parte de Financiamientos Instituidos en Relación con la Agricultura y la Secretaría de Agricultura del gobierno federal, le financió la garantía crediticia con una aportación de 192 mil pesos.
Eso no es pecado, eso es conflicto de intereses y eso no lo permite la ley ni lo debería permitir la ética de un buen servidor público.
¿Qué burócrata de las instancias de apoyo al campo le va a decir no a un peticionario que tiene como domicilio la casa del gobernador y que además se apellida como el gobernador y como la esposa del gobernador?
Imagínese al hijo empresario del gobernador en una ventanilla de la Sagarpa:
Vengo a solicitar un crédito para un proyecto, creo que lo mío son los invernaderos, me gustaría cultivar tomates y exportarlos, quiero hacer algo por mi estado ¿Qué debo hacer?
Con cara de hastío o lo que es lo mismo de fastidio, el burócrata levanta la cabeza y ve no a un campesino sino a un tipo bien vestido y amable, por lo que le inquiere: si tenemos apoyos, pero ¿Quién es usted, cómo se llama, dónde vive?
Sin mayores contemplaciones le responde: me llamo David Toranzo Fernández, soy hijo del gobernador y vivo en la casa en la que viven ellos, es decir, donde prácticamente he vivido y crecido.
El burócrata que estará a punto de irse de espaldas, le dirá: si señor, a sus órdenes, aquí tiene este formulario, llene los espacios y luego nosotros le avisaremos que ya tiene listo su crédito.
Pero ¿eso es todo?, expresará sin rubor el futuro beneficiario de un crédito para el campo, pero qué sencillo es pensaría al dar la espalda a la ventanilla de una dependencia nunca antes tan eficiente como en ese momento.
Cierto señor gobernador, eso no es pecado: es potencialmente un delito.
En todo caso, si su hijo es emprendedor y quiere generar riqueza y empleos y quiere sacar al campo de la miseria ¿Por qué no espero al término del sexenio para realizar tan nobles iniciativas?
La entrevista de toma y daca, el gobernador elude, evade, se esconde… se entrampa en sus propinas palabras. No hay nada que ocultar, definió como si su palabra fuera suficiente para atenuar tempestades y como si con ello, se pudieran olvidar agravios como el uso de recursos públicos en beneficio de su familia, verbigracia, el uso de la flota aérea.
Los servidores públicos y la clase política en general ven la crítica como el acto de denostar, de difamar, de desinformar, de elucubrar, de chismear, de desestabilizar, de provocar.
Eso es normal en los políticos que, como el gobernador, se encierran en una burbuja en la que solo su voz se escucha y obedece. Todo lo demás no existe salvo las adulaciones oficiosas de los más cercanos y de los aduladores que proliferan en la prensa.