Óscar G. Chávez
Con todo y que el gabinete gallardista sea una auténtica corte de los milagros o un Frankenstein armado según las necesidades temporales del gobernador, sin que esto lleve de por medio capacidades o experiencia, hay que reconocer que lo mejor que le pudo pasar en materia de cultura fue Mario García, que igual le hubiera podido servir en deportes, desarrollo social, parques, gobernación, educación (que siempre fue su anhelo ocupar) o incluso ecología, ya que le llena cualquier espacio, sin embargo aquí encontró un patiño o un bufón que al menor capricho o provocación le servirá de utilidad. Ni el ingeniero Valle se atrevió a tanto.
Cero y van dos. Al osito panda de la semana pasada siguió la humillación que ésta le hizo pasar al calificar de feo el altar de muertos montado en el patio de palacio de gobierno. Era lógico, la experiencia innata y perfeccionada durante al menos tres sexenios por el maestro Antonio Rosillo, era lógico que no se iba a encontrar de la noche a la mañana, y menos con tres semanas en el cargo. Y no es que me guste el chisme, pero dicen que hasta el limitado vocabulario que les maneja el gobernador, se le atoró cuando vio el altar.
Tampoco se pueden pedir cerezas a la jacaranda, por mucho Centro Cultural Bicentenario que presuma Mario García, no es lo mismo dirigir la Universidad que la más complicada y sobrepoblada de las secretarías del gobierno estatal. Como muestra está su antecesora, que nunca pudo hacer algo notable, con todo y que venía de administrar un canal de televisión abierta que tiene menos audiencia que una asamblea de mineros en el teatro Alarcón. Además, así como que mucha noción de lo que es un altar de muertos, el día de todos los santos y el de fieles difuntos, no creo que tenga el señor secretario (bueno, tampoco la tenía quien lo antecedió).
En cosa de días podemos ver cómo es que se lleva a cabo la xantolización del estado, de la ciudad y de la cultura, este año. Lo que todavía no alcanzo a comprender cómo es que una persona como Mario García, que dice tener una gran experiencia en asuntos y administración cultural, no le ha expuesto los inconvenientes de una apropiación, traslación y mala adaptación de esta manifestación cultural. Ya es el tercer año consecutivo de este sainete y al parecer el gobernador sigue pensando que es la única expresión cultural que existe en el estado; aunque quizá esta apropiación sea parte de su revancha personal ya que no le funcionó con la Procesión del silencio.
Con todo y eso, alguien (quizá el propio secretario) deberían hacerle notar que más allá de convertir en mercancía una festividad como ésta y gastar en ella carretadas de dinero –aunque no tantas como en su festival de vacas, vaquillas y caballos–, sería conveniente que se ocupara de inyectar recursos a los museos así como personal especializado en sus direcciones, luego acaba pasando lo que con el primer director del Archivo Histórico en esta administración, o el pambolero que puso a dirigir el museo Francisco Cossío.
Si bien, casi todas las cabezas de secretarías parecen ser el talón de Aquiles en esta administración, como que el gobernador supone que en las áreas de cultura puede imponer al primer malabarista o juglar de crucero que se le atraviesen. Es una pena que lo que llevó tantos años rescatar, construir e institucionalizar, lo destruyan en nada las puntadas y caprichos del cacique en turno.
Ya nada debería sorprendernos, cuando pensamos que lo peor ha ocurrido sucede que ocurre algo realmente más patético y desesperanzador que lo ya visto, como ahora que por decreto y patética política cultural se está matando y pintando de verde al día de muertos.
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Dentro de este poco alentador contexto, es pertinente recordar y enfatizar la destacada gestión del licenciado Adalberto Noyola Vázquez (fallecido hace unos días) al frente y en el inicio del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, antecedente a principios de la década de mil novecientos noventa de la actual Secretaría de Cultura, del que fue su primer presidente. Vaya un sentido pésame y un respetuoso abrazo a su viuda, doña Mercedes Robles Oyarzun.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.