Abelardo Medellín Pérez
Cuando el cambio alrededor es inevitable, el control al centro, el control de las cosas que permanecerán, es indispensable; pero… ¿Cuánto es demasiado cuando se trata de control?
A 135 días de la elección federal (de México) y local (en San Luis Potosí), la clase política y sus ánimos se han alborotado a grados que, parecen ordenados, pero dejan ver a la distancia el conflicto silencioso del presente y los combates del futuro próximo.
Morena en lo local exige encarecida y patéticamente romper con un Partido Verde avasallante que le hace sombra; sombra que, en contienda, no podría superar. El panismo y priismo juegan a los arreglos y los acuerdos; se reparten torpemente un pastel que ven a través de la vitrina de una pastelería que no pueden pagar. Movimiento Ciudadano se dice abierto, se dice nuevo, se declara listo y revitalizado; pero al mismo tiempo sus nuevas ofertas son ecos de caras conocidas y cartuchos que ya han fallado antes (sobre todo en los municipios). Por su parte el Verde Ecologista, el epicentro de la vorágine que busca destazar y repartir al estado, demuestra que ser una verdadera opción de la ciudadanía, nunca forma mejores prácticas partidistas.
El panorama frente al inminente cambio del balance de poder se antoja conflictivo y desastroso, por decirlo de manera amable.
En ese escenario, es evidente que el único cargo que no cambiará de titular en el estado, es decir la gubernatura y todo el aparato de administración estatal, debería estar profundamente interesado en ofrecer los recursos necesarios (humanos, estratégicos, económicos y políticos) para que el proceso electoral se celebre y concluya en las mejores condiciones.
Lamentablemente, la situación en San Luis Potosí es todo lo contrario… el peor escenario.
En lugar de ofrecer un control político adecuado y contener los conatos de inestabilidad que provocan las salidas de integrantes del gabinete estatal por intereses electorales, el gobernador Ricardo Gallardo Cardona se convirtió en el principal promotor de sus “huevos” y he llegado al punto de, casi, obligar a sus perfiles más competitivos a convertirse en candidatos.
El gobernador no pudo limitarse a ser un agente político al margen de las elecciones, ni tampoco se limitó a convertirse en promotor de sus propios candidatos, sino que también soslayó y financió el dispendio grosero de recursos en el que se convirtió la promoción de la presidenta del DIF estatal, Ruth González Silva, como futura candidata al Senado. Todo, en un costoso de cambio de régimen: pasamos del paternalismo salvaje al nepotismo simplón.
Gallardo Cardona no podía limitarse a desear que los, ya de por si complejos, procesos electorales en puerta se lleven de manera amena, sino que por capricho impulsó a la fuerza un plebiscito innecesario el año anterior a la elección y amenazó con empujar a una “revocación de mandato oficialista” con la única finalidad de alimentar su hambre de calle y su sed de hacer campaña.
El jefe del ejecutivo estatal, incapaz de hacer lo mínimo sensato, no pudo guarda unos meses los ineficaces programas clientelares y coercitivos que insiste en llamar “becas” y que solo han abonado a su botín político; en su lugar, permitió que sus funcionarios asistieran a eventos partidistas donde por un lado entregaban estos apoyos y por otro enaltecieran el proyecto del Verde Ecologista.
Parecería un descontrol total de parte del gobernador, pero cada caso, caótico como es, evidencia el control imperante que busca tener el jefe del ejecutivo sobre este aspecto de la vida política que, por ley, le debería ser ajeno.
Gallardo Cardona no es de los que se pueden hacer un lado, él debe, necesita, estar al centro de la conversación y controlarla desde ahí.
El nuevo caso de imposición de control llegó este miércoles; en Matehuala, el gobernador informó que el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) elegiría al candidato al ayuntamiento de este municipio a través de una encuesta. No lo anunció el dirigente del PVEM, no lo hicieron públicos lo precandidatos interesados por el puesto, no lo difundió la militancia que involucrada (supuestamente) con las prácticas del partido, lo hizo el gobernador, porque así lo decidió.
La experiencia dice que, si es un proceso de participación ciudadana y lo anuncia el gobernador, lo más probable es que no pase, sin embargo, al fondo de esta potencial ocurrencia yace la necesidad patológica de control.
El gobernador no miente cuando dice que le gustaría mantenerse fuera la politiquería, quizá no quiere, pero no puede dejar de hacerlo.
El plan, visto desde ahora, es tener el control de la elección obtener la mayoría de municipios, lograr la mayoría de espacios al congreso, ganar la mayoría de diputaciones federales, poner en el Senado al perfil más cercano… el plan es pintar de verde el estado y justificar con los votos las ocurrencias de la segunda mitad del sexenio.
El gobernador, sin embargo, debe tener cuidado, porque ahí donde ha demostrado que puede tener exceso de control, ha dejado claro por igual que tiene un completo desconocimiento de como hacer funcionar una política coordinada… y cuando su cargo vuelva a la boleta, sus fichas de hoy, serán los clavos de mañana.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.