Hacer política

Carlos Rubio

La presencia de Andrés Manuel López Obrador en cualquier lugar, no puede entenderse de otra forma que no sea política y electoral. El presidente de México tiene a todo un gabinete titular, que a su vez maneja otro mundo de subsecretarios, directores, jefes de área, y así hasta llegar al eslabón más chico de cadenas operativas y burocráticas. No tiene la necesidad de pasearse por el país, mucho menos por San Luis Potosí, para “supervisar la entrega de programas sociales”. Viene a mostrar el musculo y a enseñarle a la oposición local y nacional que su aprobación está intacta. El desgaste de más de cinco años en el poder ha sido mínimo. Y de paso, estrecha manos con el gobernador, a quien cada vez le guiña más el ojo, porque a pesar de sus diferencias y de quizá no ser amigos, sí ha encontrado en él a un socio que, aunque parece estar viendo por él mismo y por su futuro, lo ha apoyado a él y a la cuarta transformación que representa, en cada uno de sus eventos. Es, entonces, la visita del mandatario todo un fenómeno para la coyuntura que atraviesa el estado.

Los primeros afectados con la llegada del mandatario federal son los representantes de la oposición, que se destruyen solos de adentro hacia fuera por no respetar sus oscuros acuerdos y darles la espalda a sus propios miembros. El PRI y el PAN libran su propia batalla para definir candidatos mientras el presidente se pasea plácidamente por San Luis Potosí y llena el Centro de Convenciones, uno de los recintos con mayor capacidad del estado. Aunque sea con acarreados, la labor se hizo por parte del gobierno estatal, el Verde y Morena para tener el lugar a tope. Es muy difícil de creer que la oposición en este momento tenga la capacidad organizacional y operativa para movilizar a tanta gente y aglomerarla para una futura llegada de Xóchitl Gálvez, o tan si quiera para quien se convierta en su candidato para la capital. Sus bases no representan gran número frente a los beneficiarios de programas sociales.

Por cierto, no hubiera estado mal que algunos de esos “líderes” de la oposición que muy de vez en cuando organizan marchas fifís de Tequis a Fundadores, le plantaran cara en el Centro de Convenciones a López Obrador. Digo, si lo hacen cuando nadie los ve ni los pela, por qué no hacerlo cuando está de visita en San Luis. A menos que su activismo y posturas sean de ocasión, verdad.

Otro que no salió bien librado es el alcalde Enrique Galindo Ceballos, que en cuestión de partidos y antecedentes, él representa a la herencia maldita y a la mafia del poder, las dos denominaciones que tanto Ricardo Gallardo como López Obrador han encontrado para nombrar a sus adversarios, aquellos que tuvieron el país en sus manos antes del 2018 y a San Luis antes del 2021. Y sobre quienes enfocaron por un momento sus discursos aquel domingo.

Será difícil que en pleno proceso electoral logren confrontar a Gallardo con el presidente, por más que se intente hacer que López Obrador suelte una critica en contra del gobernador, su capacidad para evadir preguntas es muy elevada. Durante 10 minutos en la mañanera del lunes mareó con un largo discurso con el que evitó responder cómo fue que cambió su percepción sobre Ricardo Gallardo, después de haberlo llamado “mafiosillo”. Estas preguntas, más que perjudicarle al joven mandatario, son las que han provocado que el presidente lo elogie a él y a su administración.

Si en esta semana las aguas morenistas y verde ecologistas se aplacan, entonces la visita del presidente habrá rendido frutos. No son casualidad los vistos buenos de López Obrador a Ricardo Gallardo, son el simbolismo del sello de una coalición que debe darse si no quieren quedarse otra vez sin la capital y con un ridículo de tres diputados en el Congreso del Estado.

Obviamente el presidente conoce de principio a fin el expediente de la gallardía. Sabe quiénes son, qué han hecho y hasta dónde pueden llegar. Y eso no lo ha detenido para cerrar tratos con ellos y estrecharles las manos. Es esto, quizá, lo que más afecta a los morenistas potosinos, que deben someterse y malabarear con sus ideales para cerrar la coalición que ha formado su líder moral. Porque todos saben que el objetivo no es ninguna alcaldía ni gubernatura, sino, la presidencia de Claudia Sheinbaum.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente es jefe de información de Astrolabio Diario Digital, con interés y experiencia en Transparencia y el Derecho de Acceso a la Información Pública. Formó parte de la tercera generación del MásterLab en edición de investigaciones organizado por Quinto Elemento Lab.

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