María Ruiz
La violencia de género en el ambiente médico es un llamado a la conciencia para erradicar conductas que perpetúan la misoginia, así lo consideró Marisol López Flores, médica familiar integrante de la colectiva Las Hijas de Matilde Montoya, quien señaló que, como personal de la salud, representan no solo a la ciencia, sino también a la lucha por la igualdad y la protección de las mujeres.
Sin embargo, en el ámbito de la medicina, enfrentan desafíos que no deberían existir y que persiste en su profesión como lo es la discriminación y el machismo.
“Durante nuestra formación, las médicas en ciernes somos objeto de discriminación por parte de colegas masculinos. Aunque ha disminuido, aún enfrentamos obstáculos, especialmente en especialidades quirúrgicas”, explicó.
Estas violencias, a las que llamó estructúrales, también se reflejan y las padecen de forma más profunda las jóvenes que estudian medicina, quienes en el servicio social son las que más son enviadas a lugares lejanos y a menudo sufren ataques por parte de la población local.
López Flores destacó que la violencia machista es una realidad en su vida profesional y, como médicas, han sido testigos de estas injusticias que por ser mujeres las sufren diario.
“Esto también se refleja en nuestras pacientes, la violencia es un fenómeno que ya rebasó todos los ámbitos sociales y culturales, hoy día atendemos a niñas violadas y señoras golpeadas. A veces debemos aguantar y esperar a las autoridades para denunciar”.
El rezago en igualdad y equidad en nuestro país, mencionó la especialista, es evidente, pues todavía las mujeres temen denunciar por miedo o hartazgo.
En este sentido, el personal sanitario, incluidas las mujeres que se dedican a la enfermería, también atraviesa este síntoma de violencia que se ha perpetuado a través de los años, pese a que desempeña un papel crucial en la prevención y atención de la salud.
Por otro lado, y ante la creciente ola de violencia que enfrentan las mujeres en las diversas escalas sociales, la médico mencionó que deben estar capacitados para detectar signos de abuso, para actuar con sensibilidad y empatía hacia las víctimas.
“Es un llamado a la conciencia, que como comunidad médica debemos reflexionar y actuar. No podemos ser cómplices de la violencia. Necesitamos formarnos en perspectiva de género y garantizar que nuestras prácticas sean seguras y justas para todas las personas”.