Mariana de Pablos
Entre nosotros se oculta un artista. Justo ahí, a plena vista, donde pocos los pueden encontrar. Así como se ve, sencillo, dando cátedra de pintura a un reducido y diverso grupo de personas en la calle 5 de mayo; modesto, envuelto en unos jeans desgastados y una playera manchada de pintura, el maestro Tomás González Pamplona es autor de una reproducción a lápiz de una de las más reconocidas obras de arte sacro de la historia.
De su mano, en tan solo quince días, cobró vida en San Luis Potosí “El descendimiento”, realizada en 1443 por el autor francés Rogier van der Weyden para la capilla de Nuestra Señora Extramuros de Lovaina. Una caja de lápices y un par de tablas MDF fueron suficientes para que el maestro Pamplona llevara a cabo esta oda a la Semana Mayor dividida en forma de tríptico, la cual hoy se expone al centro del altar de Dolores de la Casa Museo Mariano Jiménez.
En la obra, que actualmente se encuentra en el Museo Nacional del Prado, en España, es retratado el momento en que Jesús es bajado de la cruz para su sepulcro, así como el sufrimiento de la Virgen María. La técnica utilizada por el maestro Pamplona se conoce como grisalla, proceso de los artistas italianos que consiste en realizar el bosquejo de un cuadro empleando una escala monocromática como base sobre la cual, posteriormente, se incorporan los colores.
Por el momento, la obra del maestro Pamplona, que señala modestamente “estar a kilómetros de la original”, se encuentra en la primera fase. El plan, cuenta, es que “si yo sigo vivo, en algún momento se coloreará. Y cambiará de altura, de contexto y presentación”.
El hombre y el arte
El acercamiento del maestro Pamplona con las figuras religiosas que hoy retrata con delicadeza y sensibilidad, comenzó a la edad de nueve años, cuando inició sus estudios como religioso. Ahí fue donde sus guías y maestros reconocieron en el joven Tomás aptitudes innatas para el arte. Así, su camino se orientó en una dirección distinta a la planeada e ingresó a la Universidad de Querétaro, donde estudió Artes Plásticas de la mano del maestro Santiago Carbonell.
Continuó con su formación en este rubro y hoy es doctor en Artes Plásticas. Originario de San Luis Potosí, cuenta que “por circunstancias de salud y la vida” después de terminar sus estudios en Querétaro regresó a su tierra natal. Ha laborado en el Instituto Potosino de Bellas Artes y participado en múltiples concursos de arte y pintura; además de haber realizado exposiciones personales y colectivas.
Con orgullo, resalta su participación en la Bienal Rufino Tamayo en 2020, certamen a nivel nacional en el que participaron 800 artistas, de los cuales únicamente eligen a diez.
Sin embargo, en su opinión, el trabajo de un artista no se ve definido por los premios y reconocimientos que le sean otorgados.
“Tú eres tan buen pintor o tal mal pintor con o sin el premio. La validación te lo da tu trabajo, no los premios. Los premios solo son curricula”.
Actualmente, además de sus proyectos personales, da clases de pintura en la Casa Museo Mariano Jiménez. Ahí, dentro de una pequeña habitación, detrás de los barrotes de las ventanas exteriores de la antigua casa del coronel, se encuentra el maestro Pamplona. Sus estudiantes lo respetan y aprenden, con gran admiración, un poco de todo lo que tiene para darle al mundo. Sin embargo, no es la labor que desearía hacer.
“Soñé, como todos los artistas, de vivir de lo que hago. Yo me soñaba viviendo y vendiendo mi obra. Yo quiero y respeto al docente porque es el que me permite llevar el pan a mi casa y es el patrocinador de las locuras del artista”.
Como todo buen artista, su vida ha sido una carrera de obstáculos, desilusiones y decepciones. Con una mezcla de triste realismo y animo optimista, señala que el trabajo del artista es “irse buscando la vida porque los espacios no son sencillos”, pero “amamos lo que hacemos. A mí me fascina lo que hago. Soy un demente de lo que hago”.
Aunque se describe a sí mismo como una persona negativa, no pierde la esperanza ni mucho menos deja de trabajar por lograr sus sueños. Su arte es su pasión, el amor de su vida y, al mismo tiempo, su cruz.