Abelardo Medellín Pérez
No ha transcurrido ni una semana desde que inició la campaña local rumbo a las elecciones del 2 de junio, y las fuerzas políticas que son el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y Morena ya han dado muestra de qué ocurre cuando las diferencias irreconciliables de la identidad ciudadana no se pueden afinar con los intereses electoreros de los dirigentes partidistas.
En tres días que habían transcurrido de la campaña, San Luis Potosí registró refriegas, discusiones acaloradas y peleas francas entre simpatizantes de Morena y el PVEM en los eventos y mítines que se han realizado.
Por un lado, se registró el zafarrancho entre Verdes y Morenistas en un arranque de campaña en Santa María del Río; por otro, quedó grabada la discusión subida de tono entre un aspirante morenista y un candidato del PVEM; finalmente, se presentó un altercado entre simpatizantes de ambos partidos durante la visita de la candidata presidencial Claudia Sheinbaum Pardo a Ciudad Valles.
Estos casos no son nuevos, en más de una ocasión durante el periodo de pre campaña se denunciaron riñas similares entre los ciudadanos acarreados a los eventos que realizaba la coalición “Sigamos Haciendo Historia” (PVEM-Morena-PT).
Tanto en los casos anteriores como en los más recientes, el origen del conflicto ha sido el mismo: los simpatizantes del PVEM buscan ser el centro de atención de los eventos y los militantes de Morena intentan obstaculizarlos.
Estas diferencias quedaron registradas en los videos de Ciudad Valles, donde se puede apreciar como una comitiva de gente del Verde intenta acceder a la parte frontal del evento, mientras que la gente de Morena les impedía pasar. Al final, la organización tuvo que separar a los asistentes por colores; Morena de un lado y Verde del otro.
Esto no es una triste consecuencia de actitudes violentas y ánimos inflados por la mano obscura de un personaje que controla detrás de las sombras, no, esto es producto de dos situaciones que se dejaron pasar a la hora de formar la alianza: el fanatismo de ambas partes y su nula comprensión de cómo vincularse con la política.
Por un lado, tenemos el fanatismo; mientras que la gente del PVEM es movida por una admiración y deber pervertido con el gobernador de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona, la gente de Morena es motivada y se deslinda del Verde por esta ilusa creencia de que el obradorismo actual no puede aceptar “mezclarse con la chusma”.
Los simpatizantes más efervescentes del PVEM ven en su “Padrino” una figura a la que le deben obediencia, servicio y reverencia, por ello se sienten obligados a atender las órdenes de operadoras y operadores políticos en las colonias que les dicen que, de una forma u otra, deben estar siempre al frente, deben ser quienes más griten, deben ser quienes más aplaudan y deben ser quienes más aguanten.
Por su parte, los simpatizantes de Morena tienen la equivocada creencia de que el gobernador y el presidente son diferentes; ellos ven en el gallardismo un desviado movimiento que representa todo lo que es corrupto, pero se viste de sincero; todo lo que es autoritario, aunque se presenta como popular; todo lo que es intimidante, aunque pregone la paz. En suma, el morenismo potosino ve en el gallardismo todos esos vicios que no puede aceptar de sí mismo.
Luego está el tema de cómo involucrarse en movimientos políticos. La gente sabe que el gobierno tiene las herramientas para atender y gestionar los problemas de la cosa pública, mismos que los ciudadanos padecen todos los días. La gente también es consciente de que, en nuestro sistema político y electoral actual, la mejor y única vía para aplicar cambios desde las instituciones es apoyar y posteriormente colocar un movimiento partidario al interior del gobierno. Y aquí se rompe la cadena, el ciudadano sabe que el gobierno es la vía al cambio y los partidos son la vía al gobierno, pero su percepción de cómo participar en un partido ha sido trastocada por años de clientelismo, intereses políticos perversos y el más simplón populismo del siglo XXI.
Al ciudadano se le ha impuesto la idea de que la participación activa en un partido político es cargar banderines, pegar calcas en los semáforos, acarrear vecinos a eventos y gritar el nombre de candidatos que ni siquiera saben en qué calle están parados.
No, la participación política también es asistir a asambleas informativas, solicitar reuniones con la representación local, exigir que los candidatos se apeguen a las plataformas políticas y participar como aspirantes para posteriormente ser candidatos.
Las cúpulas y familias dueñas de los partidos no quieren ciudadanos que participen, quieren muchedumbres que griten, quieren uniformar a los dóciles más pobres con sus playeras, quieren comprar a las juventudes con sus dádivas, buscan coaccionar a los adultos mayores con sus despensas.
¿Saben por qué los dirigentes del Verde y de Morena siempre van a pedir el apoyo por un candidato, pero nunca hablarán de sus plataformas políticas? Porque ellos sí creen que todos nosotros somos tontos, creen que sus obligaciones son un fastidioso trámite y a todos los demás nos ven como carne de cañón.
El Verde y Morena no son distintos, por eso van en coalición, no es que tengan posturas similares en temas complejos, van juntos porque su interés es el mismo: mantener el poder, cueste lo que cueste.
Los simpatizantes del Verde y de Morena le compraron el mismo cuento de cambio a sus dirigentes y a cambio de él empeñaron el futuro del lugar donde viven; no contentos con ello, el PVEM y el obradorismo juegan a tener diferencias para quedar bien con personajes que ni siquiera voltearán a ver al estado; y en medio, se manda a los más fieles, a los más necesitados, a pelear por sentarse en una silla, a golpear a su prójimo por tener la oportunidad de defender a un candidato que no les tiene estima, se les manda a levantar un banderín para intentar disimular el hecho de que están siendo utilizados.
No es que Morena y el Verde no puedan ser coalición, esa no es la pugna de sus bases. El fanatismo ansioso del PVEM y la teatral creencia de pureza del obradorismo ya fueron puestas dentro del mismo frasco y ahora, sus fieles creyentes, se verán en la penosa necesidad de ir a votar a sabiendas que cargan con el otro a cuestas.
La única discusión que tienen ahora es: ¿De qué simpatizantes correrá más sangre?
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.