Antonio González Vázquez
La contundente derrota opositora representa el notorio fracaso de la coalición “Fuerza y Corazón por México” y su anexo, los “Xóchitlovers”.
Los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática continúan en caída libre.
En 2018, el PAN gobernaba 11 entidades de la república, hoy son cuatro. El PRI era gobierno en 11 estados, ahora tiene 2. Entre ambos sumaban 22 y ahora tienen 6.
A su vez, el fracaso es extensivo a la presunta “sociedad civil” representada en el grupúsculo denominado los “Xóchitlovers”, que tras los comicios fueron reducidos a “Xóchitlosers”.
El desastre electoral del PRIAN en San Luis Potosí fue semejante al nacional. Fue tan impactante como un gran terremoto, equiparó el senador panista Damián Zepeda Vidales.
El 2 de junio fue la debacle al arrojar resultados deprimentes en el plano legislativo: Morena 40.08 por ciento del total de votos, mientras que el PAN 16.89 por ciento y el PRI, 11.13 por ciento.
Morena y aliados ganaron 257 de 300 distritos electorales.
Tras los cómputos distritales se confirmó la tragedia del PRIAN: Claudia Sheinbaum Pardo, 35 millones 924 mil 559 votos que corresponde a un 59.94 por ciento, contra 16 millones 502 mil 697, lo que equivale a 27.45 por ciento de Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz.
En la elección presidencial, el PRI obtuvo apenas 9.6 por ciento para bajar del tercero al cuarto lugar como fuerza política nacional.
La población no solo avaló a la cuarta transformación y al presidente Andrés Manuel López Obrador, sino que ratificaron con el voto el creciente rechazo al PAN y al PRI.
En consonancia, en las urnas las y los potosinos, reavivaron su respaldo al gobierno de José Ricardo Gallardo Cardona.
Así como sucedió en 2018 y luego en 2021, tras el fracaso, la oposición prometía “repensar”, “reflexionar”, “analizar” y hacer “autocrítica” sobre las derrotas, pero nunca lo hicieron y únicamente se dedicaron a cultivar y diseminar odio contra López Obrador y Morena.
Hoy ofrecen lo mismo, pero difícilmente lo harán, puede más su emblemática altivez, esa inexplicable arrogancia que caracteriza a dirigentes y militantes de partidos cuya credibilidad es cada vez menor.
Panistas y priistas radicales, cuyo talante conservador los coloca muy lejos de la necesaria autocrítica para preferir vivir en el autoengaño.
Ni en México ni en San Luis funcionó una alianza sostenida en las cúpulas. No funciona es manido pretexto de unirse en aras del interés superior de la nación. Eso es falso, se unieron para intentar recobrar sus privilegios.
Desacreditar los 36 millones de votos de Claudia Sheinbaum porque fue resultado de una elección de estado y gracias a los programas sociales, es de enorme irresponsabilidad y reduce a las y los electores a simples borregos.
Lo mismo aplica para nuestra entidad, donde tampoco fructificó la estrategia de odio a todo lo que fuera verde o guinda.
Aunque provoque escozor, el mandato en las urnas fue favorable a un gobierno gallardista al que la oposición no ha sabido combatir con eficiencia e inteligencia.
Infundir miedo, provocar insidia y concitar odios no es hacer política.
Tenían una gran oportunidad de poner un alto al gallardismo por la innegable división entre el Verde y Morena, cuyas disputas incidieron en la derrota en las elecciones municipales de la capital y en las del Senado, en donde la 4T perdió el escaño de Primera Minoría.
Desde Morena y el Verde se golpearon y operaron unos contra otros, de manera que Verónica Rodríguez Hernández y Enrique Francisco Galindo Ceballos salieron favorecidos.
Pero hasta ahí. No aprovecharon la división en Sigamos Haciendo Historia.
De haber imperado la disciplina y unidad en esa coalición, estaríamos atestiguando un “carro completo” porque, después de todo, la enorme mayoría de electores está hastiada del PRIAN.
Una semana después de su estruendosa derrota, desde las élites de esos partidos se empieza a plantear una revisión sobre la conveniencia de finiquitar y sepultar esa alianza. La frialdad de los números aconseja terminarla porque ha sido la peor de las decisiones que se hayan tomado nunca antes.
En San Luis, la alianza no tiene sentido. El PAN es la segunda fuerza electoral, mientras que el PRI representa una carga innecesaria.
A los comicios por la gubernatura en 2027, el blanquiazul tendría que ir solo; el voto conservador es aún suficiente para representar una opción competitiva: el PRI resta, no suma.
En ese sentido, el primero que debe “repensar” las cosas es Enrique Galindo, quien sin duda buscará la candidatura a la gubernatura, de modo que ha llegado el momento de aceptar la invitación del PAN para sumarse a sus filas y renuncie al PRI.
La oposición vive momentos culminantes: el PAN no crece, el PRI está en decadencia, el PRD ha perdido el registro y Movimiento Ciudadano avanza, aunque lentamente.
A ese grupo opositor habría que sumar a Morena, donde crece la idea de que ha llegado el momento de romper una alianza que, hasta ahora, ha sido una imposición centralista.
En 2021 y 2024, el reparto de candidaturas fue inequitativo en menoscabo de la 4T; para el 2027 lo mejor es que vayan por separado.
Sigamos Haciendo Historia ganó en la entidad pese a estar en crisis, eso ha sido excepcional, pero probablemente sea algo que no se vuelva a repetir: ir a las elecciones en situación de conflicto, ahora sí les puede acarrear la derrota.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación durante 25 años. Además, durante 30 años se ha desempeñado como periodista en medios como El Heraldo, El Mañana de Ciudad Valles, Pulso, Milenio San Luis, Diario Digital San Luis, Librevía, La Jornada, Global Media y actualmente en Astrolabio Diario Digital y Periodismo Político.com. También ha sido corresponsal de medios nacionales como Agencia de noticias Notimex, La Jornada y Milenio.