La luna: ese pequeño astro que orbita a nuestro alrededor. Una amiga fiel frente a nuestras ventanas en las despejadas noches de verano, quien enciende los sueños y pone chispa a muchas de nuestras culturas más populares.
Símbolo de la femineidad y regente de las mareas del oceáno, la luna tiene una cara oculta y cráteres tan grandes que llevan nombres de mares: El mar de la Tranquilidad, el mar de la Humedad, el mar de la Serenidad…
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El pequeño planeta hermano.
¿Es un planeta o un satélite? Muchos consideran a la luna más bien un planeta menudo, pues es demasiado grande para ser considerado como un satélite y además, no orbita exactamente alrededor de la Tierra, sino que ambas giran sobre un mismo punto, un baricentro.
La basura lunar.
No tenemos remedio. El ser humano no deja de generar basura allá donde vaya… No es de sorprenderse entonces que, cuando Neil Armstrong puso su pie en ella en 1969, se inició un incansable proceso de contaminación lunar. En los diversos viajes espaciales realizados con posteridad, se ha ido dejando un total de 181,437 kilos de basura: sondas, cables e incluso, vehículos espaciales. Un auténtico desastre, una huella indiscutible de que el ser humano ha estado por ahí.
Anomalías lunares.
Son muchas las fotografías que han circulado siempre entre fuentes poco confiables, y medios que intentan denunciar determinadas conspiraciones, pero ¿Existen construcciones en la superficie lunar?
Resulta curioso ver todas esas imágenes donde se pueden apreciar muros y delimitaciones, naves derruida y extrañas edificaciones ¿O son efectos ópticos? La NASA nunca lo ha desmentido, pero tampoco se ha pronunciado al respecto…
La luna y sus sombras.
Este es un tema que trajo mucha repercusión en su momento. Cuando Neil Armstrong y su equipo caminaron por primera vez sobre la luna, la gente que veía el evento desde sus televisores en blanco y negro se dieron cuenta de una cosa: las sombras en ella eran mucho más extrañas que en la tierra, pero a la vez, impregnadas de un indefinible reflejo.
Esto se debe a falta de atmósfera y al efecto de oposición, producido por la localización del sol en un determinado momento. Estas sombras singulares dañaron muchas misiones del Apolo, provocando por ejemplo, que no se atrevieran a aterrizar en determinadas zonas porque pensaban que eran cavernas profundas, cuando en realidad, no eran más que pequeños cráteres.
