Abelardo Medellín Pérez
Cuando Ricardo Gallardo Cardona llegó al poder, asumió el cargo como gobernador al puro estilo de un lider popular, respaldado por una incipiente mayoría; hoy, lo identificamos plenamente como un gobernante autoritario que en lugar de administrar, deforma el Estado a su antojo, ¿pero que nos espera para la segunda mitad del sexenio?
Cuando decimos, en términos generales, que un mandatario es autoritario, generalmente es porque el pluralismo de una comunidad política se ve limitada, el movimiento que abandera tiene una ideología pobre, no depende directamente de grandes movilizaciones de masas y el jefe del ejecutivo ejerce su poder en límites previsibles.
Esta serie de características, definidas por el politólogo Juan Linz, aplican de manera casi perfecta en la forma personal de gobernar que tiene Gallardo Cardona.
En ocasiones las palabras grandes como “autoritarismo” parecieran apuntar a que estamos en el último momento de una temporada obscura, sin embargo, contrario a lo que creen aquellos que piensan que todo cambio es bueno, la verdad es que siempre hay oportunidad para que las cosas empeoren.
Este jueves 29 de agosto Gallardo Cardona Juárez y Ruth González Silva, padre y esposa del gobernador potosino, tomaron protesta como diputado federal y senadora en los respectivos recintos del Congreso de la Unión.
El hecho resulta abrumadoramente absurdo y dotado de total cinismo. Desde el inicio del proceso electoral de este 2024, quedaba claro que solo un gobernador con la capacidad de control como la que tiene Gallardo Cardona podría operar impunemente y conseguir las candidaturas para acomodar a su familia cercana en cargos públicos de un orden tan trascendente como la representación en las cámaras federales.
Por si mismos los perfiles del diputado padre y la senadora pareja ya revelan la filtración de la Gallardía personalista en todos, todos, los aspectos de la vida pública del Estado, misma que ha promovido y orquestado el gobernador y su grupo político.
Como buen autoritario, Gallardo Cardona confía en que para gobernar no necesita otras voces, únicamente la suya, por eso ahora los representantes de los potosinos en las cámaras son nada más y nada menos que extensiones inflexibles y leales del mismo movimiento que los creo: la Gallardía Moderna.
Pero el gobernador no solo asfixia las vías para que la ciudadanía disidente pueda ejercer su pluralidad y hacerse escuchar; su lamentable experimento de imposiciones familiares tiende a convertir su leyenda histórica en algo más que un cacicazgo ranchero, Gallardo pretende ascender al podio de los que perpetúan su legado a través de su sangre.
Con la llegada del grupo familiar del gobernador a las cámaras y los cargos de representación, Gallardo acaricia el orden monárquico de un Estado al concentrar el poder entre los suyos, entre quienes habitan su casa.
El promover a su esposa en un candidatura que operó el gobierno y la infiltración de su padre en las listas de diputados plurinominales (como suplente), son decisiones políticas además de burdas injustificables; el gobernador lo sabe, ninguno de esos perfiles tiene los antecedentes o las credenciales para generar confianza en la ciudadanía por sí solos.
El único mérito de Gallardo Juárez es su apellido y los logros de su hijo, el único mérito de González Silva es haber aprovechado los dividendos políticos de la familia a la que pertenece.
La monarquía Gallarda funciona igual que los órdenes antiguos donde el derecho de gobernar era otorgado por la divinidad, solo que en nuestro caso, el dedazo divino viene de Palacio y lo dirige el gobernador, quien ostenta un cargo, puede y debe hacerlo, porque así lo quiere y manda el jefe del estado.
La consecuencia lógica de estas aspiraciones autoritarias, que acarician la monarquía aristocrática más vulgar, es alcanzar el logro de todo régimen impuesto: perdurar más allá del tiempo que dure su primer mandatario.
Esto ya se ve venir, pues es bien sabido que Gallardo Cardona buscará impulsar a Ruth González como próxima candidata a la gubernatura, una digna sucesora para un mandato donde todo queda en familia.
Vale la pena, sin embargo, ver más allá. Si algo han aprendido los Gallardo es que el único poder que sirve para alimentar sus voraces intereses es aquel que se financia desde el gobierno, por ello el padre impulsó al hijo, y hoy el hijo paga lo que debía a su padre.
No es impreciso suponer, en este entendido, que acabado el tiempo y oportunidad de los patriarcas, surjan en el futuro las pretensiones de impulsar a los hijos, los sobrinos, posicionarlos temprano como los hijos pródigos de la casta digna de gobernar por razón de su apellido.
Gallardo Cardona y su próximo sucesor tendrán la oportunidad de continuar aquello que Gallardo Juárez inició en Soledad de Graciano Sánchez y hoy lo ha llevado a la Cámara de Diputados: transformar la Gallardía autoritaria en una dinastía enquistada en el Estado.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.