Octavio César Mendoza
A la gente no le gusta lo bueno. Ni la buena poesía, ni el buen sexo, ni la buena política, ni la buena comida. ¿Y qué es lo bueno? Exactamente lo contrario de todo lo malo que se distingue de lo primero por su carácter más rústico y elemental; todo lo que se puede sintetizar de tal forma que termina por ser inocuo, insustancial, mediocre, aburrido y digno de todo adjetivo falaz por ser carente de atributo mayor. Bueno es, por el contrario, todo lo que abunda en sí mismo de riqueza o espíritu notable. Lo bueno es, por ende, duradero, en tanto que lo malo suele ser efímero.
Lo malo es que lo bueno ha dejado de ser visto como tal, y lo malo se ha puesto el disfraz de bueno, y se pasea con total cinismo entre la gente y su clase política y su academia y su literatura, exigiendo el aplauso y el reconocimiento que la historia terminará por negar. Y esto revela una carencia de sentido.
¿Qué sentido tiene votar si este privilegio se puede intercambiar por una depensa o un concierto? ¿Qué sentido tiene hacer llamados a la consciencia Político-Social si esto es visto con sorna por los tratantes en turno de la democracia? ¿De qué sirve profundizar en lo complejo si la superficialidad ofrece rápidas respuestas a todo tipo de pregunta? ¿Para qué atravesar el bosque del misterio si se puede hurgar entre la paja de la ignorancia en busca de la aguja dorada? ¿Y a quién rayos importa una opinión más cuando se tiene absoluta certeza de todo lo creado, pensado, instituido y argumentado por los jueces de la retórica moderna?
Nos hemos alejado tanto de los griegos como de los romanos, pero tampoco llegamos a bárbaros. Apenas somos esclavos de los apetitos mundanos que ya operan en nosotros sin necesidad de un maestro titiritero, sustituido por una inteligencia artificial.
Por eso vale la pena insistir en lo bueno. Tenemos que esperar, al menos, un mejor espectáculo de parte de la mediocridad; que se esfuercen un poquito más al menos, que se incomoden ligeramente si alguno de nosotros, o todos, empezamos a preguntar por qué la risa, o qué tan a gusto se puede estar sentado en esa silla sin hacer nada, pero imaginando que se ha hecho el mayor de los esfuerzos, y he ahí el muro retacado con todos los reconocimientos que el dinero ajeno puede comprar.
Sí: vivimos en una era de insano gusto por lo malo. Pero esto no viene de ahora: viene de una tendencia histórica donde hemos dejado en manos amigas de lo ajeno lo que nos resultaba propio: el cuidado de las buenas maneras, la valoración de lo que es bueno en su similitud con lo puro y lo correcto. Ayer, por ejemplo, dos eventos del triunfo de lo malo se me presentaron como escenografía del apocalipsis: poco a poco, lo malo está rodeando lo bueno, y no hay llamas, sino lodazal; y no hay violencia, sino ahogo.
Se castiga lo bueno, se premia lo malo. Se incita a la medianía, se hace burla de lo genial. Se minimiza al preclaro, se ensalza al ígnaro. Ayer fue un día para olvidar, pero que quiero dejar como recordatorio: hay que seguir apostando por lo bueno. Nos debe avergonzar todo lo malo a nosotros, que en nuestro tiempo presente ocupamos el pináculo de la humanidad.
A menos, claro, que ya hayamos iniciado la inevitable caída hacia la oscuridad. Entonces necesitaremos que Dios regrese de su sueño y diga nuevamente: “¡Hágase la luz!”
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.