Abelardo Medellín Pérez
La temporada de definiciones presupuestales se ha convertido en un endeble e improvisado escalón que el gobernador potosino Ricardo Gallardo Cardona ha explotado para sacudirse las malas rachas de acusaciones, señalamientos federales, recortes económicos y desaires presidenciales que ha sufrido en las últimas semanas.
En tan solo un par de días, hemos escuchado al gobernador quejarse de los políticos que se toman fotografías y luego las editan, de los políticos que viven del erario y de los nuevos impuestos que ha promovido el Ayuntamiento de la capital.
Si nos ponemos serios, las quejas del gobernador parecieran ser muy atrevidas si se considera de quien vienen.
Gallardo Cardona visitó Escalerillas esta semana para una entregade obra y, luego de una larga exposición de su muy florida forma de intercalar groserías con un limitado léxico, el gobernador se quejó de aquellos políticos que cuelgan mantas con su imagen y que solo visitan a las comunidades cuando necesitan votos.
Algo que el gobernador no dice, porque no puede ni le conviene, es que su agobiante e infecciosa forma de presumir obras de gobierno también es un acto proselitista y personalista, de esos que hacen los políticos cuando lo que buscan es concentrar votantes.
Por otro lado, sobre el cobro por el Derecho de Alumbrado Público (DAP) que incluyó en su propuesta de Ley de Ingresos el Ayuntamiento de la capital a cargo de Enrique Galindo Ceballos, el gobernador opinó con soltura: “Ni Porfirio Díaz se atrevió tanto”.
Al comentario, el gobernador añadió que la medida propuesta por el Ayuntamiento de la capital no es coherente con sus necesidades, pues, según afirma el gobernador, “la capital es el municipio que más recauda de los 59 municipios, tiene fuentes de financiamiento muy grandes”.
La apreciación adolece del mismo problema que la queja contra los políticos de partido cartel; las de Gallardo no son opiniones técnicas, ni sugerencias institucionales, mucho menos críticas constructivas. No es que el gobernador no sea capaz de hacer este tipo de apuntes, sino que lentamente su voz en la palestra pública se ha ido desgastado como brújula del actuar político, y cada vez más se deja ver como una oxidado y recurrente comentario de chachara que casi nadie atiende.
El gobernador nunca se caracterizó por ser un personaje de apuntes o comentario interesantes o confiables; por más votos que su persona concentre, jamás se ha escuchado, ni siquiera a uno de sus fieles, decir: “pregúntale al gobernador”, porque el mandatario ya ha sido entendido en la vida pública como lo que el mismo se asume: una caricatura de un político reaccionario y parlanchín.
Esto no es un motivo de celebración para sus detractores, ni tampoco de burla para el ciudadano promedio enfrentado contra los políticos; es un hecho lamentable.
La voz que emerge de la oficina de Palacio, con el poder que tiene en el estado, la influencia que ejerce en el Congreso, las presiones que pone en municipios y los alcances en la generalidad de la vida pública, debería ser una voz en cuyo tenor y profesionalismo se pueda confiar; a la que por mínimo se le pueda dar el beneficio de la duda; que sus apuntes se noten estructurados, bien informados, cautos, pertinentes, conciliadores.
En su lugar, con cada encuerdamiento mediático, y aún con micrófonos propios, el gobernador se embarca en una nueva afrente, una nueva pelea, una nueva descalificación; sale al escenario en cada evento y saluda como el comediante, reacciona como el improvisador, declama como el pagliacci, y con cada nueva pantomima desvanece la imagen del gobernador institucional.
Gallardo Cardona sabe bien que ha matado la imagen del gobernador de instituciones con tal de caerle bien a la gente, que las madres de familia lo busquen, que los jóvenes quieran una fotografía de él, que los funcionarios lo veneren; pero esa imagen artificial, le va a costar, al final, la certeza del control, pues cuando el escenario ya no alcance, la pregunta será: ¿quién gobierna en San Luis Potosí? Y la única respuesta válida va a ser: “los intereses de quienes estén detrás de Gallardo”.
Antes de que el sexenio llegue a su ultima recta, al gobernador le convendría estudiar y reeler a fondo el “Reír llorando” de Juan de Dios Peza, recordar que el público no lo es todo y que la exposición constante lacera la imagen, sin importar cómo la vendas.
Hoy las críticas fluyen porque siempre hay autoridades y rivales que se prestan para ser blanco de la afrenta, sin embargo, el nivel del discurso es lo que hace que un apunte trascienda en el tiempo, el elegir con cuidado la palabra hace que una sea suficiente; en contraste, nuestro gobernador ha optado por el comentario desechable, la afirmación escandalosa diaria y el camino natural del desgaste y tedio que provoca la aparición forzada.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.